Dos obras de Joaquín Sorolla encabezan esta selección, Vuelta de la Pesca de 1908 y un extraordinario estudio para Triste Herencia, una de las obras más importantes en la trayectoria del artista. También se exponen otras obras de algunos de los artistas españoles más representativos del siglo XIX, como Santiago Rusiñol y Hermenigildo Anglada-Camarasa, así como un paisaje mallorquín del belga William Degauve de Nunques.

Sorolla

Vuelta a la pesca. Playa de Valencia representa uno de los temas más icónicos del artista, tema que atrajo la atención del público por primera vez en el Salón de París del año 1895. De tonos optimistas, este cuadro se ejecutó en un gran momento en la vida del artista, cuando estaba expectante y esperanzado por su inminente exposición en Estados Unidos, al haber sido invitado por Huntington a exponer su obra en la Hispanic Society of America de Nueva York (Estimación: 1,78-2,28 millones de euros).

El estudio de Triste herencia, pintado en 1899, es un fresco y vibrante estudio al óleo para la obra maestra de Sorolla de ese mismo año, que estableció su reputación a nivel internacional y que es considerada como una de sus obras más representativas. Premiada durante la Exposición Universal de París de 1900, Triste Herencia cerró el interés de Sorolla por los temas religiosos, sociales y realistas. La escena de los niños jugando en la costa expresa de manera perfecta este cambio de estilo que caracterizó su trabajo durante la siguiente década. Sorolla regaló al menos tres bocetos de preparación para la obra final a amigos suyos artistas y conocidos como John Singer Sargent. (Estimación: 190.000-317.000 euros).

Anglada-Camarasa

En Gitana con niño de Hermenigildo Anglada-Camarasa, obra pintada en el año 1925, la madre y el hijo, rodeados de vibrantes flores, son una tierna representación de la maternidad. (Estimación: 152.000-228.000 euros).

La Buenaventura de Julio Romero de Torres, pintada alrededor de 1922, representa a una joven desnuda sobre unas sábanas blancas de lino con una pose clásica que se mantiene a través de los años: desde Giorgione y Tiziano a Manet con su Olympia. Su inocencia está implícita en la pureza de la manzana que se encuentra a su lado mientras tras ella una mujer le lee su futuro con las cartas. (Estimación: 127.000-190.000 euros).

Rusiñol

Mallorca resultó ser irresistible no sólo para artistas españoles del siglo XIX, sino también para sus coetáneos europeos. El Paseo de Mallorca de Santiago Rusiñol fue pintado alrededor de 1893 y representa una procesión de galeras en una plaza de Palma. Como era costumbre en aquella época, Rusiñol tuvo un particular interés en representar las calurosas y soleadas plazas de la ciudad. Esta obra fue adquirida al artista por el abuelo del actual propietario. (Estimación: 51.000-76.000 euros).

La excepcional obra del belga William Degouve de Nunques representa una vista de la costa mallorquina en uno de los paisajes más grandes y coloridos que realizó durante los dos años y medio que permaneció en la isla. Cuando se instaló en el norte de Mallorca en agosto de 1899 el artista se sintió especialmente atraído por su dramática costa. Côte aux Baléares (Mallorca, Cala San Vicente) pintado en el verano de 1900, captura el extraordinario color rosa y blanco de las rocas calizas que se encuentran en la Cala San Vicente.

Durante el tiempo que pasó en Mallorca, Degouve tuvo mucha relación con algunos de los artistas españoles más importantes de aquella época, entre los que se encontraban Rusiñol y Joaquín Mir. La amistad de Degouve con estos artistas propició un constante intercambio de ideas y pinturas entre los artistas españoles y belgas en los años posteriores. (Estimación: 127.000-190.000 euros).