Moraza utiliza puntos de vista complejos y metodologías que van desde la escultura al vídeo a través de diferentes series con acento en la interacción con el público. Se trata de un hipotético museo dentro del museo, ya que reflexiona sobre el propio espacio expositivo y la materialización de las ideas.

La muestra supone un reto para el espectador. Su pasividad va a ser permanentemente cuestionada, siendo invitado a participar en el «museo republicano de un artista», en la «república de Moraza», un centro artístico como espacio de transformación en el que se invita al visitante a la participación.

Tres proyectos diferentes que el artista ha ido realizando en los últimos años componen la exposición: Repercusiones, Implejidades y Software. A partir de ellos se pregunta cuáles son las posibilidades que de cara a la ciudadanía podemos encontrar en el arte y el museo. Analiza, pues, el papel de éste como instrumento transformador para el visitante.

Partiendo de la base de que la democracia ofrece dos vertientes al ciudadano, Moraza plantea el museo como un espacio de convergencia entre el artista ciudadano y el espectador ciudadano. La cuestión pública no es solo un asunto político para él, sino una cuestión antropológica íntimamente ligada a la condición humana.

Participación

Moraza propone la participación, ofreciendo al espectador urnas de voto, formularios de sondeos para que describan al artista ideal, declaraciones de la renta con epígrafes novedosos, etc. Además construye un museo con símbolos, así como cuestiona los usos de los monumentos dentro de la vida social y cotidiana. Por otra parte construye un museo demográfico en el que el cuerpo humano, la medicina y el ciclo de la vida son el centro, y uno antropológico, donde se muestran aspectos relacionados con las ciencias del hombre.

Un mapa realizado por el propio artista abre la exposición, presentando las distintas partes, los distintos museos que ofrece. Una bandera que danza con el aire de un ventilador da la bienvenida. «Una bandera solo es una bandera cuando hay viento. Si no es una pintura abstracta», puntualiza João Fernandes, comisario de la exposición.

Juan Luis Moraza, un artista que hace gala, según Fernandes, de un «disléxico» propio, se apoya en la noción de crisis como momento decisivo relacionado con el criterio para levantar una multiplicidad de museos en los que el espectador tiene la última palabra.