“Mortier creía firmemente que el teatro, y la ópera en este caso, tiene una función social en tanto que se cuestiona la existencia y el posicionamiento del hombre en la sociedad”, relata Mauricio Sotelo. Para él, ese fue el motivo que movió al director a desarrollar un proyecto como éste, una obra inconclusa, de la que nunca se encontró el manuscrito completo, pero “perfecta para tratar temas fundamentales y remover las conciencias”.

¿Teatro al aire libre o bajo la arena?

El Público es como un espejo en el que se mira –precisamente– el público”, describe el compositor. Dos de sus columnas son la libertad sexual, en referencia a la homosexualidad, y la idea de la máscara, entendida como el teatro al aire libre, que representa al teatro convencional y burgués, y también al teatro bajo la arena, el auténtico. La máscara, además, es el teatro y la persona al mismo tiempo. “Todos esos temas son los que hacen que Mortier encuentre en este texto el sustrato literario para representar a una España moderna. Una España en la que ya no se asesina a los poetas homosexuales”, continúa.

Lorca escribió la obra en Cuba en 1930, justo después de su viaje a Nueva York, en una época muy feliz de experimentación artística. El protagonista es un director (Enrique) que un buen día recibe la visita de un antiguo amante (Gonzalo / Hombre primero) justo cuando acaba de estrenar Romeo y Julieta de Shakespeare. Enrique es un director burgués, convencional, que está casado con Elena, representada como una estatua griega, y la llegada de Gonzalo tambalea todo su mundo planteándole escoger entre el amor ideal y el amor verdadero. Es en realidad un viaje interior.

En 1936, Lorca se va a Madrid y le deja un paquete a su amigo Martínez Nadal con el manuscrito inacabado, probablemente con la intención de recuperarlo en el futuro. Asesinado ese mismo año, hubo que esperar hasta 1987 para que la obra, relegada a amateurs y grupos universitarios, se estrenara al fin en España.

Texto lleno de simbolismo

“Cuando uno lee El Público se da cuenta que en una sola frase hay una enorme cantidad de elementos simbólicos que apuntan a un montón de direcciones. Habla del amor, por ejemplo, pero se muestra con momentos que van desde lo más tierno hasta lo más violento. Es una obra muy compleja en la que hay una multidisciplinariedad de elementos que coinciden en un objeto misterioso, maravilloso y oscuro”, explica Sotelo. Por ello “es esencial ser fiel al texto del autor”. Ese ha sido el trabajo de Andrés Ibáñez, reducir el texto pero a la vez conservar todos los elementos importantes que se encuentran en él, como el simbolismo, la reflexión sobre el teatro o sobre la condición humana.

Entre estos elementos encontramos tres caballos. Representan el deseo erótico y las fuerzas irracionales de la naturaleza. En la ópera, dos de ellos estarán interpretados por dos cantaores, Arcángel y Jesús Méndez, y el tercero, mudo, será el bailaor Rubén Olmo. “Me interesaba que esta fuerza de la naturaleza tuviese un instrumento y para ello utilizo esa raíz arcaica del flamenco”, afirma Sotelo. El compositor, que lleva muchos años trabajando sobre las bases flamencas, ha colocado en todo ese tejido unas líneas, rojas y negras, que “siguen el perfil melódico de lo que sería una soleá, una seguidilla o de una textura rítmica potente, como puede ser una bulería. Todos estos elementos son representados por los caballos”, explica.

Sofisticación musical

Desde el punto de vista acústico el compositor afincado en Berlín ha ideado una orquesta pequeña, de 34 músicos, que semeja un teatrito pequeño de madera, shakesperiano, mozartiano (aunque con clarinete bajo, saxofón, etc). Por otra parte, “la electrónica hace algo muy refinado”, relata. “Tenemos 35 altavoces repartidos por todo el teatro, dirigidos por Peter Böhm, que hacen como la voz cuando pisas una hierba húmeda y sale un vapor, una luz que desaparece. Es una imagen muy bonita”, señala. Así, la electrónica será la encargada de elevar a otro grado el sonido de la orquesta, de proyectarlo de forma sofisticada y “nada estridente”.

En la obra también habrá momentos dedicados a la ópera tradicional e, incluso, para deleitarse con el canto. “Uno llegará con Isabella Gaudí (Julieta), una soprano española con una voz increíble que además es una actriz genial. Mortier fue quién la descubrió y mostrará su talento en una de las arias de coloratura que he creado”.

Además, Pablo Heras-Casado, uno de los directores más reputados del momento, estará al frente de la orquesta. El propio maestro confiesa que esta ópera ha sido compuesta pensando en él, y que además de tener «un sentido del ritmo y de la musicalidad excepcional”, tiene “una pasión única”. “Cuando observaba los ensayos apreciaba que era una obra perfecta para él”, apunta.

Cuadros como actos

En la puesta en escena tiene especial importancia la visión de Alexander Polzin, que ha colaborado en varias ocasiones con Mortier. La ópera está dividida en cinco cuadros diferentes y la idea del biombo, en el cuadro inicial, toma especial relevancia. Los tres primeros cuadros conforman la primera parte bajo una idea más propia del teatro shakesperiano. El cuarto y el quinto cuadro llegan tras el descanso como una verdadera revolución. “Al principio era algo lleno de elementos, pero poco a poco se fue simplificando. También los rascacielos y los edificios de Nueva York están presentes”, apunta el compositor madrileño. La ópera contará con el prestigioso coreógrafo Darrell Grand Moultrie y el figurinista Wojciech Dziedzic, que darán aún más coherencia a la obra. Colabora, además, Assaad Awad, diseñador de algunos de los complementos y vestidos de Lady Gaga.

Para Mauricio Sotelo realizar un proyecto así es un regalo. Adora la ópera y confiesa que se dedicaría solamente a componerlas. Con 18 años se fue a Viena y allí iba todos los días a alguna de las tres óperas de la ciudad. En España, entonces, en los años 80, era bastante más difícil ir, y hoy sigue con esa afición.

“Me considero un compositor con unas fuertes raíces españolas y eso a veces es un riesgo porque hay a quien no le gusta o quien lo ve como un folclore sin más. En este proyecto he trabajado intensamente durante los últimos cuatro años de mi vida y, de momento, puedo decir que estoy muy, muy satisfecho. ¿Nervios? Aún no porque estoy todo el día metido en el proyecto. Cuando llegue el día del estreno y por fin esté sentado en la butaca… a lo mejor”.