Para Urzay, el suelo de su estudio es el punto de partida de sus últimas pinturas. Pinta la mayor parte del tiempo con la obra colocada horizontalmente, vierte mezclas de color en los soportes pictóricos y lo hace generosamente, mientras una gran parte de material queda caóticamente desparramado y acumulado en el área de trabajo. Este plano, materialmente, consiste en grandes placas o tiras de cartón que son desechadas después de varias sesiones.

En sus últimos trabajos, la etapa inicial del proceso consiste en fotografiar los restos secos de pintura, que son las sobras materiales derramadas fuera de los límites de pinturas anteriores. Las fotografías empiezan a ser transformadas pictóricamente en el ordenador y son impresas sobre un soporte de Dibond/aluminio. La parte física comienza así con pintura desorganizada y codificada como imagen de pintura.

Ese comienzo con imágenes de fragmentos de pintura y el acabado como imagen pictórica establecen una distancia que existe entre la actividad material, que es la del construir materialmente, y la de visualizar algo realizado en otro lugar, en otro tiempo. La pintura tiene una materialidad que se percibe visualmente pero que deja todo lo táctil a la interpretación, a la mirada del espectador.

Urzay y el espacio

Un pintor suele manejarse habitualmente en el espacio de la izquierda, derecha, arriba y abajo. El espacio del delante, detrás y alrededor es más propio del escultor. Estamos acostumbrados a que el espacio mas lógico para las imágenes sea el de la vertical. Dejamos que el de la distancia entre objetos sea, entre otros, más propio de la actividad escultórica. La forma de trabajar de Urzay es híbrida entre esos dos tipos; si bien gira continuamente alrededor del soporte, va intercambiando posiciones que definen durante un tiempo la posición lógica del cuadro cuando pase a estar colgado en la pared del espacio de exhibición. Pero esa posición no es fija hasta que la pintura se de por concluida.