Pero no se trata de pintura expandida ni de esculturas intervenidas. Como apunta Roberta Smith, “en cierto modo, Burgos combina mala pintura con mala escultura para hacer algo mayor a la suma de las partes”. Efectivamente, su actitud con respecto a la materia es rápida, sin deliberación, lo mismo que su pintura ulterior. Las obras, hechas de cartón y revestidas de fibra de vidrio, dan una falsa apariencia de cerámica, compuesto a priori maleable, en contraposición a la rigidez del material realmente utilizado. Esta circunstancia y el empleo de color pueden abocar a que el espectador perciba una intención ornamental que no existe.

 Tratamiento performático

En su actitud, Burgos es más cercano a los nuevos expresionismos. El tratamiento es performático, físico, sin dejar margen a la corrección. Desprovisto de cualquier idealismo geométrico genera una diversidad de planos que no impiden la prolongación de la línea. El artista tizna y propaga la pintura y el carboncillo, a veces con sus propias manos, por la superficie modelada sin encontrar más impedimento que los vacíos generados en la masa bioformista.

En sus obras, la fluidez de la materia y la pintura parecen estirarse hacia un límite inalcanzable. Son formas que parten de la percepción de espacio continuo, y por tanto, tienden a un modelo orgánico, donde las cavidades son los únicos límites, negando la propia solidez de la escultura y haciendo de la obra algo todavía más abstracto. Estos orificios invitan a la exploración del resto de la materialidad manifiesta en la exposición; la búsqueda de otros bocetos tridimensionales en el espacio arquitectónico.

Ernesto Burgos estudió en California College for Arts y más tarde amplió su formación con un MFA en la New York University. Sus últimas exposiciones individuales han sido Monotony of Type en la Galería Kate Werble (Nueva York, 2014) y Old Habits en la Galería Halsey McKay (East Hampton, NY, 2014). Burgos vive y trabaja en Nueva York.