Nuestras mujeres de Eric Assous, cuenta la historia de tres viejos amigos que, como habitualmente, han quedado para jugar una partida de cartas, pero uno de ellos se retrasa. Tiene una buena razón: ha asesinado a su mujer. Con este punto de partida sorprendente, potente, de pura teatralidad, el dramaturgo francés presenta su más reciente éxito teatral. En él propone un juego vertiginoso en el cual tres personajes masculinos combaten en un duelo sin cuartel con otras tres mujeres que, sin aparecer nunca sobre la escena, provocan una acción en la que se discute una íntima cuestión: ¿Qué supone ser un hombre en la actualidad?

La obra plantea temas universales: el valor de la amistad, el compromiso ante el deber, la idea de justicia y por encima de todo, la lucha entre lo correcto y lo incorrecto. ¿Qué hacer cuando un viejo amigo comete un crimen? Este conflicto pone a prueba a Max, Paul y Simón en una noche que puede suponer la ruina de los tres.

Sonrisa e ironía

La versión española de Nos femmes está interpretada por tres actores más jóvenes que los del texto original, donde se presenta a hombres metidos en la sesentena). Planteada con los mismos conflictos principales de la obra francesa, aquí se incide en el aspecto más chispeante y juguetón de la obra teatral, en su esencia de vodevil, centrándose en una generación más dinámica, determinante en este momento social y político, aportando energía y vitalidad a la mirada generacional que subyace bajo el texto.

Con diálogos contundentes, que en ocasiones remiten a David Mamet y una estructura de hierro a la manera de Yasmina Reza, en Nuestras mujeres se subvierten las más íntimas convicciones y creencias, se desenmascara la falsa imagen que cada cual alberga sobre sí mismo, sobre la realidad, y todo ello con una sonrisa: aquí la reflexión profunda se presenta de manera leve, sutil, casi irónica, en la más pura tradición del vodevil francés.

Frente al pragmatismo, la mentira y la manipulación, todo vale con tal de salvarse, la reacción de los personajes se mueve desde el cinismo, que actúa como un sutil guiño a la actualidad política y económica de esta época convulsa, tanto en Francia como en España, a la falsa tolerancia, la comprensión sincera e incluso la venganza personal. Y también sugiere un debate particularmente polémico: la posibilidad de que el machismo y la permisividad ante el maltrato a la mujer no hayan desaparecido entre los individuos privilegados y cultos, las élites, ni siquiera en una sociedad civilizada.