La obra de Tucker representa una vuelta a la escultura figurativa desde una interpretación personal basada en la simplicidad orgánica e interesada por cuestiones de masa y escala.

Esta retrospectiva, comisariada por Kosme de Barañano, incluye 48 esculturas –12 de gran tamaño, 12 de tamaño medio y 24 maquetas para piezas en espacios abiertos–. Además se muestran 57 grandes dibujos figurativos, realizados a lo largo de los últimos treinta años de su carrera artística, que ayudan a comprender el proceso creativo de sus piezas.

A pesar de la aparente abstracción, Tucker repasa los temas clásicos de la mitología y de la historia del arte –cabezas humanas o animales, torsos, pies…– y culmina una visión que enfatiza la energía de la materia escultórica, en una sencuencia emprendida por otros escultores del siglo XX como Auguste Rodin y Medardo Rosso.

Instituciones como la Whitechapel (1965), la Tate Gallery (1971 y 1987), la Serpentine Gallery (1973), el Arts Council of Great Britain (1973) o la Tate Liverpool (2011) han dedicado exposiciones a Tucker, quien recibió en 2010 el prestigioso Sculpture Lifetime Achievement. Ha desarrollado también una importante labor docente en el campo de la Historia del Arte y en 1974 publicó The Language of Sculpture, un manual de referencia en los estudios sobre escultura contemporánea.

Tucker tiene también presencia en la escultura pública de Bilbao con el bronce de 3,5 toneladas de peso y 3 metros de altura titulado Maia (1997), situado en el paseo de Abandoibarra.

Dibujos y esculturas

Esta exposición presenta un recorrido que no sigue un orden estrictamente cronológico por sus últimos 30 años de trabajo, desde 1985 hasta el presente. Reúne esculturas y dibujos para mostrar al espectador dos formas de abordar el modelado y de expresar el sentido escultórico de toda superficie.

En todo el recorrido se exhiben grandes dibujos a lápiz, carboncillo, tinta o tiza negra, y monotipos (estampas producidas de manera única) que sirven al escultor como investigación paralela a su escultura. El artista dibuja de pie frente a un papel clavado a la pared, lo que da un resultado similar al de un relieve frontal en el que se recoge la energía de su creador.

En todas estas obras, Tucker, siguiendo un camino que inició Rodin, huye de la escultura que tiene como fin monumentalizar la figura humana y hacer de la representación de un tema su razón de ser. Su obra, además, supone un repaso a la historia de la mitología y a los temas de la historia del arte. Las esculturas son volúmenes enigmáticos que el espectador tiene que desvelar a partir de indicios más o menos reconocibles o del conocimiento de referencias literarias o a la historia del arte.

Son presencias físicas, masas en las que el modelado en yeso o arcilla de las manos del escultor traza gestos incompletos que conforman una superficie con la ambigüedad deliberada del non finito. Todas parecen abstractas, aunque una mirada más atenta revela que son cabezas, torsos o manos con una cualidad monumental y un perfil cambiante que obligan al espectador a moverse a su alrededor y relacionarse no sólo visualmente sino también corporalmente con ellas.