Este archipiélago fascinó al artista, que recorrió sus playas rescatando los objetos creados por el hombre que el mar ha reclamado y luego devuelto a las costas. En palabras del Alfredo Mateos Paramio, comisario de la exposición, «Carrió toma esas maderas que el abandono ha desnudado y les da un nuevo cuerpo, nuevos ojos y nueva boca para que nos hablen de su paso por la inmensidad y el olvido».

La exposición incluye desde Restos, agrupaciones de formas desgastadas por el hombre y el mar, hasta Caras, rostros extrañamente humanos que Carrió ha construido con materiales de deshecho que encuentra en los rastros, grandes playas sin agua donde van a terminar las pertenencias de tantas personas cuando mueren.

Entre las obras de la exposición destaca una caja compuesta de imágenes de sandalias desparejadas que el artista se encontró en las costas de Cabo Verde. Desgastadas tanto por el hombre como por el mar, remiten a la ausencia y constituyen a la vez un mensaje de permanencia, como la famosa sandalia que Empédocles de Agrigento dejó en el borde del Etna antes de arrojarse al volcán.

En palabras de Antonio Muñoz Molina, «Pep Carrió tiene una pasión por las acumulaciones dispares que le recuerda a uno las cajas de Joseph Cornell, un talento para los choques visuales que viene de Max Ernst y de René Magritte, un humorismo y un amor esmerado por las caligrafías meticulosas del dibujo aprendidos tal vez de Paul Klee».

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