En sus trabajos habitan temáticas como «el mar, los ojos, los animales, los cerebros, las cabezas, las flechas, las extremidades deformadas, que desprenden vitalidad, entre la melancolía y el optimismo’, como explica en el catálogo de la muestra Ángel Antonio Rodríguez. Son pinturas en las que utiliza el blanco y negro en su primera fase; y el uso imprescindible de los colores primarios en una segunda.

Entre estos trabajos destacan las series Retrato de mujer o Dancine, además de obras como Silencio o Teatro circo, «que parecen seguir una organización compleja, un universo íntimo orientado a imaginar nuevas estructuras del territorio (de su territorio), un fantástico mundo de matices donde prima, como trasfondo, la exuberancia cromática, una suerte de matriz interna que diseña conjuntos y subconjuntos variables, diagramas espaciales e intercambios experimentales», escribe Rodríguez.

La soledad, el miedo, el anonimato, la incomunicación, la alienación mediática, los homenajes étnicos, la ciudad… subyacen como lecturas más o menos ocultas entre decenas de ejemplos de pintura fundamentalmente lúdica, en pequeño formato. Son composiciones habitadas por un horror vacui permanente. Bajo su mirada emergen jeroglíficos, crucigramas, gestos aparentemente incontrolados o voluntariamente precipitados. Son composiciones efusivas, comunicativas y sinceras.