Miró, quien desde los años 20 se mantuvo en el centro del devenir del arte moderno vinculado a los círculos parisinos de vanguardia, inicia hacia mediados de la década del 50 un proceso de introspección, en el que alcanza la máxima simplificación de su universo. En 1956, el artista se traslada a su nuevo estudio de Son Abrines en Mallorca, diseñado por su amigo Josep Lluís Sert. En el taller-vivienda reúne por primera vez la totalidad de su producción, lo que le ofrece la posibilidad de revisar y redefinir, directamente, toda su obra.

En esta época, parte de un motivo casual o fortuito, que puede ser una mancha, una gota, una huella, un objeto encontrado o un elemento natural, recreando, por medio de este impulso, un tema frecuente en su obra: la representación de la naturaleza y de la figura humana. “Miró supera la realidad como referente para convertirla en materia y signo, y construye un lenguaje simbólico esencial que emplea en la resolución de problemas plásticos”, señala el texto curatorial que acompaña la muestra.

Directo en el lienzo

La exposición Miró: la experiencia de mirar permite acercarse a esta renovación de su pintura, en la que el artista intensifica el trabajo directo en el lienzo, abordando los grandes formatos e incidiendo en las posibilidades del gesto y las cualidades del material. Se encamina así a una simplificación, tanto en la definición de la forma como en el uso del color, para conseguir –según lo que el propio artista declaró en 1959– que “las figuras parezcan más humanas y más vivas que si estuvieran representadas con todos los detalles”.

La exposición interrelaciona las obras en dos y en tres dimensiones como un universo poético y artístico único en el que se aprecia el renovado acercamiento al proceso de lo fortuito del surrealismo, marcado por las formas ahora más contundentes, libres y gráficas, para crear un mundo personal, en el que las conexiones son evidentes.

Miró: La experiencia de mirar es una versión ampliada de la exposición que se organizó en la catedral de Burgos a finales de 2013 con motivo del 30 aniversario de la muerte del artista catalán. Posteriormente, durante 2014 y 2015, viajó a Estados Unidos, donde fue visitada por 226.960 personas en el Seattle Art Museum; en el Nasher Museum of Art. Duke University; en el Denver Art Museum y en el McNay Art Museum de San Antonio.

En Buenos Aires, la muestra ha sido organizada por el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo Reina Sofía con el apoyo de Abertis, así como con la colaboración de la Embajada de España en Argentina y la Asociación Amigos del Bellas Artes. Podrá visitarse hasta el 25 de febrero de 2018 en la capital argentina y después, en marzo de 2018, viajará al Museo de Arte de Lima.

Cortometrajes singulares

Como complemento a la revisión del universo plástico y poético del último legado artístico de Miró se incluye la proyección de dos cortometrajes singulares dentro de la filmografía dedicada al pintor, obra del realizador catalán Pere Portabella (Figueras, Barcelona, 1929). Se trata de Miró l’altre (Miró otro, 1969), documental realizado con motivo de la exposición de idéntico título en el Colegio de Arquitectos de Barcelona, dedicada al mural que el artista había pintado en los cristales exteriores del edificio, y que recoge la acción de su destrucción por parte del artis­ta, y del filme Miró parle (Miró habla, 1974), entrevista en primera persona sobre su personalidad creativa que se incluyó en la producción Miró un portrait, editada por Maeght.