Para el director del Área de Cultura de la Fundación, Pablo Jiménez Burillo, «estamos ante una de las figuras más destacadas de la historia de la fotografía, cuyo trabajo en el período de entreguerras enriqueció enormemente el potencial de esta disciplina como forma de expresión artística. Además, sus imágenes contribuyeron a la definición del espíritu de la ciudad de París en la década de 1930».

Galassi, uno de los mayores expertos mundiales en la obra del artista, recuerda que en los años veinte y treinta del siglo pasado algunos fotógrafos iniciaron en Europa y Estados Unidos una nueva tradición basada en el reconocimiento novedoso del potencial artístico de las fotografías cotidianas. «Uno de los fundamentales pioneros que descubrieron que estas imágenes sencillas podían articular la relación entre el individuo y el mundo es el protagonista de esta exposición de Fundación MAPFRE, una institución que en poco tiempo se ha convertido, gracias a una labor valiente y sólida, en un referente mundial de las muestras fotográficas».

El trabajo de Brassaï, ya reconocido a principios de la década de 1950, es considerado una de las piedras angulares del nacimiento y evolución de una nueva tendencia en la práctica fotográfica que surgió entre las dos guerras mundiales, trascendiendo su carácter documental para recuperar la concepción de la fotografía como medio creativo.

Organizada en 12 secciones temáticas, la muestra incluye más de 200 piezas (fotografías de época, varios dibujos, una escultura y material documental). Las dos primeras secciones, dedicadas al París de los años treinta, son las grandes protagonistas.

Brassaï ha sido posible gracias a los préstamos de instituciones y de colecciones particulares europeas y americanas: The Art Institute of Chicago, The Museum of Fine Arts (Houston), The Metropolitan Museum of Art (Nueva York), The Museum of Modern Art (Nueva York), el Musée National d’art moderne-Centre Pompidou (París), The Philadelphia Museum of Art, The San Francisco Museum of Modern Art, David Dechman y Michel Mercure, ISelf Collection (Londres) y Nicholas y Susan Pritzker.

París

Brassaï (seudónimo de Gyulá Halász, 1899 – 1984) se trasladó a París en 1924 para dedicarse a la pintura, tras estudiar arte en Budapest y en Berlín. Pero muy pronto encontró una fuente de ingresos estable en la venta de artículos, caricaturas y fotografías a periódicos y otros medios ilustrados, y dejó a un lado el dibujo y la pintura, disciplinas por las que, no obstante, seguiría sintiendo una gran devoción y que iría retomando a lo largo de su vida.

París se convirtió en el tema principal de su trabajo: su día a día, y especialmente su apariencia y su vitalidad nocturnas. Su extraordinario tratamiento de la luz y la sutilidad de los detalles capturados en sus imágenes le hicieron célebre; con estas herramientas logró instantáneas que se convertirían en iconos culturales, símbolos de una época y testimonios de su irresistible fascinación por la capital francesa.

Su obra alcanzó enseguida un incuestionable reconocimiento en los círculos de la fotografía artística, aunque también en la industria turística y los circuitos fotográficos comerciales.

El 12 de junio de 1940, dos días antes de que el ejército alemán entrara en París, Brassaï abandonó la ciudad. Pero regresó en octubre y permaneció allí durante el resto de la ocupación. El hecho de negarse a colaborar con los alemanes le impidió fotografiar abiertamente, así que el encargo de Picasso de fotografiar sus esculturas se convirtió en su única fuente de ingresos. Además, y tras un paréntesis que había durado veinte años, Brassaï volvió a dibujar y a esculpir, y empezó a explorar su notable talento como escritor.

A partir de 1945, gracias a los numerosos encargos de la revista norteamericana Harper’s Bazaar, volvió a dedicar parte de su tiempo a la fotografía y empezó a viajar regularmente. Edimburgo, España, Marruecos, Italia, Grecia o Turquía son algunos de los lugares que visitó durante estos años.

A principios de la década de 1950 ya era un fotógrafo plenamente reconocido. En 1955, el Art Institute of Chicago acogió la primera de sus exposiciones individuales en un museo estadounidense, que después itineraría por otras ciudades. Un año después, el MoMA inauguró Language of the Wall. Parisian Graffiti Photographed by Brassaï.

Su trabajo fue reconocido como una de las piedras angulares de la nueva corriente fotográfica, surgida entre las dos guerras mundiales. Descubriendo el potencial de las escenas cotidianas y recuperando la concepción de la fotografía como medio creativo, generador de imágenes de una fuerte evocación poética y visual que trascendía su carácter meramente documental.

Alejados de la emulación de las artes tradicionales propias de la fotografía de principios de siglo, estos artistas pusieron de relieve el potencial artístico de la disciplina. Cuando esta tradición empezó a ser celebrada en los años setenta, el trabajo de Brassaï fue reconocido como uno de sus grandes referentes, convirtiéndose en figura fundamental de la historia de la fotografía del siglo XX.

  • Tras su paso por Barcelona y Madrid, la exposición viajará al San Francisco Museum of Modern Art (del 17 de noviembre de 2018 al 17 de febrero de 2019).

Cuatro claves de una exposición

París. Tras estudiar en Budapest y Berlín, Brassaï se trasladó a París en 1924. En 1949 adoptó la nacionalidad francesa y nunca regresó a su país natal. La ciudad le cautivó; los artistas y escritores de Montparnasse, pero también los maleantes, prostitutas, chulos y otros habitantes de los bajos fondos parisinos contribuyeron a que quedara inmediatamente prendado del tejido de la capital. Su día a día, su apariencia y vitalidad… se convirtieron pronto en la temática principal de la intensa actividad que mantuvo durante la década de los treinta.

Nadie fotografió París de noche tan exhaustiva y acertadamente como él, aunque también acumuló una colección considerable de imágenes de París de día. Pero, en todos los casos, estas creaciones respondieron siempre a un mismo objetivo: capturar los mejores signos de lo que para él se presentaba como una tradición perdurable, desarrollada de manera continua e ininterrumpida, sin alteraciones y generación tras generación.

Noche. Su libro Paris de nuit, publicado en diciembre de 1932, tuvo pronto un gran éxito a pesar de no incluir muchas de sus mejores fotografías nocturnas, que se harían o publicarían con posterioridad. Cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, Brassaï reorganizó su trabajo en grupos temáticos, agrupó todas sus escenas de la vida nocturna parisina bajo el epígrafe Plaisirs (Placeres).

El mundo expuesto tan vívidamente en ellas era tanto una realidad como un sofisticado mito. Los personajes retratados hacen generalmente de sí mismos pero, sin embargo, la obra de Brassaï no tiene carácter de reportaje: su objetivo y su logro más perdurable consistieron en revitalizar una rica mitología que ya existía en la literatura y en las artes visuales tradicionales, trasladándola al nuevo medio de la fotografía en su aspecto más visceral e inmediato.

Artes. Aunque Brassaï se instaló en París para dedicarse a la pintura, muy pronto empezó a conseguir ingresos esporádicos vendiendo artículos, caricaturas y fotografías a periódicos alemanes y húngaros. Las posibilidades que estos encargos le brindaban, junto a la fascinación que sentía por la vida fuera del estudio, hicieron que ya desde sus primeros años descuidara en cierta medida su objetivo principal. Así fue cómo, a principios de los años 1930, descubrió su gran y original talento para la fotografía, medio que antes había despreciado. Entonces decidió conservar su nombre auténtico para sus cuadros, y firmar sus fotografías como «Brassaï», es decir «de Brassó».

Durante la ocupación alemana de París abandonó la práctica fotográfica y volvió al dibujo y a la escritura. Al igual que la mayoría de los dibujos conservados de su estancia como estudiante de arte en Berlín en 1921-1922, la mayoría de los que hizo durante y justo después de la ocupación, en 1943-1945, son desnudos femeninos. Lo mismo sucede con muchas de las esculturas que empezó a realizar después de la guerra. Tras el conflicto retomó la fotografía, aunque su romance con el París nocturno había terminado. Sí mantuvo, no obstante, el estilo que había forjado en los años treinta: directo, franco, comprometido con la magia de los hechos al desnudo.

Prensa ilustrada. Cuando llega a París, a mediados de la década de 1920, el proceso de sustitución de las tradicionales ilustraciones por fotografías en periódicos y revistas estaba en pleno auge. El trabajo de Brassaï para ellos le llevó a improvisar, en sus inicios, una agencia fotográfica en la que él era el único empleado. Él proporcionaba a estos medios las fotografías que otros capturaban. Paulatinamente, al comprender las posibilidades de este fenómeno, Brassaï empezó a realizar y vender sus propias fotografías, y a obtener pronto un gran reconocimiento por ello.

El proceso coincidió, por otra parte, con el surgimiento de una incipiente tendencia en la fotografía: a diferencia de los fotógrafos con inclinaciones artísticas de principios de siglo, que emulaban a las artes tradicionales, los líderes del nuevo movimiento descubrieron el potencial artístico de las fotografías cotidianas. Cuando esta tradición empezó a ser celebrada en los años setenta, el trabajo de Brassaï fue reconocido como una de las piedras angulares de su surgimiento y su evolución.