Como explica Manuel Olveira, comisario de la muestra, las escuetas composiciones de Lara enfatizan la cualidad pictórica autorreferencial propugnada por Greenberg y los conceptos del color field painting o all-over painting, sin hacer concesiones ni a la ilusión ni a la anécdota. Con una gran economía de medios, dado que emplea casi exclusivamente líneas y bandas de varios colores, la granadina logra plasmar en lienzos y papeles un lenguaje sintético extremadamente depurado y refinado. Pero, a pesar de esa consciente restricción en los medios y las grafías que emplea  en su obra (su método de trabajo puede parecer a primera vista severo y hasta rígidamente programado), el resultado es emocional y evocador. Su obra no representa aspectos anecdóticos o fácticos de la realidad, pero consigue transmitir impresiones tan vívidas como sutiles.

De esa forma, sus pinturas y dibujos presentan una gran sutilidad cromática. El color vibra intensamente en la sucesión de líneas verticales u horizontales. Aparentemente silenciosas, sus piezas reclaman una interioridad y una intimidad muy alejadas de lo espectacular o lo anecdótico y se concentran en una intensidad abstracta y depurada que no le resta emoción. Todo lo contrario, la obra de Lara consigue transmitir sensaciones del día a día relacionadas con asuntos inefables como son la luz, el aire, la reverberación espacial, la cotidianeidad o la espiritualidad, entre otros.

Eliminando todo tipo de ilusionismo queda una realidad pictórica potente y aparentemente plana que afecta perceptivamente emitiendo vibraciones visuales y también táctiles que alteran la planitud hasta conseguir una apertura perceptiva que hace que la materialidad de la pintura y el dibujo sea tal, pero también sustancia transfigurada.

Lenguaje tan ascético como sugerente

MARÍA LARA. Sin título (2012) Acrílico sobre tela. 195 x 390 cm. Cortesía de la artista.

MARÍA LARA. Sin título (2012) Acrílico sobre tela. 195 x 390 cm. Cortesía de la artista.

De entre toda su producción, la exposición pone el foco en la obra sobre papel realizada desde finales de los años ochenta hasta la actualidad. Se abre con una serie de piezas de las décadas de los años ochenta y noventa que la artista había presentado en el espacio independiente Cruce en 1996. Una serie de dibujos abstractos en los que se pueden reconocer esquemáticamente unas hojas realizadas en varios materiales, sobre todo carboncillo, con los que produce una serie de líneas rítmicas sobre el papel hasta conseguir generar una imagen, contundente y a la vez aérea, de una hoja o una rama.

La muestra continúa con otro grupo de obras más recientes, mucho más abstractas, que se ligan con la temática de la luz en la que Lara viene ahondando desde finales de los años noventa. La suya es una abstracción muy aérea, lírica, sintética, analítica, cinética y, a la vez, muy sensitiva. Su apuesta estética parece beber de muchas fuentes de la historia contemporánea de la pintura, pero sin ser fiel a ninguna y consiguiendo mezclar referencias incluso contradictorias, desde las más analíticas hasta las más emocionales.

Esa trayectoria artística que la creadora ha fraguado en un lenguaje plástico tan ascético como sugerente es producto de un periplo vital que esta muestra trata de abordar para entender la historia y la intrahistoria de una producción que, en buena medida, ha ido concretándose al margen de las modas y las tendencias.