Articulada en torno a tres espacios del Museo –Espacio 1, Sala de Bóvedas y Sala de Protocolo–, la muestra pretende, casi de forma alquímica, crear un nuevo cosmos dentro de sus muros, siguiendo los preceptos de la magia natural que, mediante instrumentos o aparatos tales como espejos, reflejos, tubos sonoros, autómatas, etc., tenía la habilidad de trucar los sentidos, llevando al espectador a experiencias estéticas de un mundo nunca antes visto. Así propone una nueva realidad con lógica y reglas propias, que fluye y articula las distintas salas a través de un diálogo constante de prácticas y temporalidades espaciales, donde se despliega un mecanismo ilusionista localizado dentro del cuerpo –o del ojo– del espectador.

En concreto, el Espacio 1 acoge una gran proyección en vídeo que excede los límites de la pantalla para insertar en ella al visitante, quien pasa a ser parte de la escena. La Sala de Bóvedas, en un juego de traducciones materiales, alberga una proyección en 16 mm que, reflejada, atraviesa su arquitectura. Por último, el entarimado de la Sala de Protocolo deviene en un gran tapiz de jacquard, realizado con los patrones de la banda sonora de la obra en vídeo que inunda la Sala de Bóvedas.

Ilusionismo

«Todo este proyecto –explica la artista– está articulado alrededor de un pequeño poema de Gonçalo Tavares en el que habla sobre la relación que tenemos con los objetos y que se articula en torno a los puntos de vista. Con esto he jugado a la hora de posicionar las obras en los espacios. Tenemos los objetos situados en la línea del horizonte en el Espacio 1, los que están por encima de esa línea en la Sala de Bóvedas y los que se encuentran por debajo de la línea de la mirada en la Sala de Protocolo, con esos telares en los que te puedes tumbar o pisar. Quería crear una relación muy sutil con el espectador a partir de esos tres puntos de vista».

Este proyecto ha sido producido específicamente para el Programa Fisuras del Museo.

Entre lo performativo y lo teatral

Leonor Serrano Rivas estudió Arquitectura y Bellas Artes en Madrid y Londres, donde ha residido casi una década y desarrollado gran parte de su trayectoria artística. En su trabajo se sirve de la instalación como medio a la hora de generar espacios en los que el espectador deja de ser un mero agente pasivo para cobrar una función capital. De esta forma, su obra oscila entre lo performativo y lo teatral, entendiendo al público como elemento indispensable para que la experiencia artística acontezca, y precisando su presencia para que la pieza esté completa.