En el contexto de los cambios sociales y culturales acaecidos tras la Gran Guerra surgieron movimientos artísticos como el dadaísmo que buscaban nuevas expresiones acordes con una sociedad moderna impulsada por la ciencia, la industria y la tecnología. Los dadaístas crearon obras que fusionaban elementos de maquinaria, materiales industriales y fragmentos, creando collages abstractos que simbolizaban la sociedad fracturada de la época.

La cámara fotográfica y la fotografía misma comenzaron a ser reconocidas como medios de expresión artística gracias al trabajo del visionario Alfred Stieglitz, quien también introdujo la vanguardia en Estados Unidos a través de Photo-Secession, The Little Galleries y las revistas 291 y Camera Work, que sentaron las bases del arte estadounidense y su identidad.

En ese momento, el arte miraba hacia una América industrializada y efervescente. El encuentro de artistas rebeldes refugiados en Nueva York a raíz de la guerra, como Marcel Duchamp o Francis Picabia, a los que se les unió un estadounidense de origen, Man Ray, configura el nacimiento del movimiento Dadá antes de que surja en Europa. El objeto industrial seriado, fruto de la máquina, aparece por vez primera en la historia del arte para quedarse definitivamente.

Stieglitz, Picabia, Ray y Duchamp

Surrealismos. La era de la máquina se centra en cuatro figuras clave que representan el diálogo entre el surrealismo y la máquina: Alfred Stieglitz, Francis Picabia, Man Ray y Marcel Duchamp.

Estos artistas son el reflejo de la dinámica transformadora de la sociedad moderna. Transgredieron el concepto tradicional de arte, experimentaron con la innovación tecnológica de su tiempo, y su obra es el resultado de su fascinación y ambivalencia hacia esa acelerada e imparable industrialización.

 

El afianzamiento de las nuevas conquistas científicas y técnicas constituye un momento histórico que marcará para siempre la obra posterior de estos artistas que evolucionarán hacia el surrealismo. Precisamente será Dalí quien, más adelante y dentro del surrealismo, aportará el concepto del arte como «máquina del pensamiento», una ventana abierta a un mundo onírico, al inconsciente, a lo irracional y a lo artificial. Para Pilar Parcerisas, comisaria de esta muestra, el surrealismo «descubre el cuerpo como máquina que elabora sueños, que genera el deseo erótico y desvela la fuerza del inconsciente y la irracionalidad como fuerza creativa».

Esta exposición incluye más de cien obras que abarcan una amplia gama de técnicas y prácticas surrealistas, incluyendo fotografía, pintura, escultura, grabados, dibujos, revistas, catálogos, libros y objetos ready-made, complementadas con tres audiovisuales. Se divide en cuatro secciones temáticas –El nuevo mundo y la «fotografía pura»Del desnudo artístico al cuerpo como máquina, De la abstracción a la máquina y Eros y máquinas– en las que se testimonia la explosión creativa que marcó el inicio del siglo XX en Nueva York y que sigue siendo uno de los períodos más fascinantes en la historia del arte.

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