La muestra Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla se estructura en tres ámbitos que abordan, respectivamente, la producción de Murillo, la contribución de Valdés Leal, que incluye sus célebres postrimerías, y las esculturas de Roldán, Cornejo y otros autores creadas para esta iglesia. En total se exponen diecisiete obras –diez pinturas y siete esculturas–, fiel reflejo de la espiritualidad y el arte del siglo XVII en Sevilla.
Entre las piezas expuestas se encuentran siete pinturas de Murillo —como La multiplicación de los panes y los peces y San Juan de Dios transportando a un enfermo— y tres de Valdés Leal, Finis gloriae mundi, In ictu oculi y el retrato póstumo de Mañara. Además, se exhiben siete esculturas de los retablos, entre ellas la Virgen de la Caridad, los ángeles lampararios de Duque Cornejo, el Ecce Homo de los hermanos García y tallas de Pedro Roldán.
Valdés Leal
Juan de Valdés Leal (1622-1690) ingresó como hermano de la Caridad en agosto de 1667 y puso a su servicio una gran diversidad de técnicas artísticas: pinturas sobre lienzo, decoración mural, policromía, escultura e, incluso, la decoración de los libros de protocolos e inventarios.
En el bajocoro desplegó toda su capacidad expresiva en dos de sus mejores obras: In ictu oculi y Finis gloriae mundi. Conocidas como los Jeroglíficos de las Postrimerías, las pinturas inciden en la idea de la inminente llegada de la muerte, que a todos alcanza sin importar las glorias mundanas. La muerte antecede al momento en que el hombre va a ser juzgado según sus actos de virtud o sus vicios, y recompensado o castigado por ello. Es la puerta a la eterna recompensa y, a partir de esa realidad, Mañara quiere mostrar que la caridad es el modo de alcanzar la salvación.
Más allá de la pintura de caballete, el programa iconográfico que desarrolló Valdés incluye las pinturas murales de la bóveda y los muros del presbiterio, que decora con ángeles, los cuatro evangelistas y varios santos de vocación caritativa. Se ocupa también de la policromía del retablo mayor, de espléndida calidad, donde el dorado contrasta con las esculturas pintadas y estofadas, y se complementa con el gran bajorrelieve del fondo, en el que una escena de gran efecto pictórico acentúa la perspectiva.
Una vez fallecido Mañara, Valdés realizó dos retratos póstumos con la intención de preservar su memoria, así como el encargo del gran cuadro La exaltación de la Santa Cruz, llamado también Heraclio entrando en Jerusalén. Su mensaje es claro, ningún rico entrará en el cielo sin haber practicado la caridad. Su último trabajo para la Hermandad fue una escultura de la Virgen del Rosario realizada para la enfermería.
Murillo
Mañara encargó a Murillo (1617-1682), que había ingresado en la Hermandad en 1665, una serie de cuadros sobre las obras de misericordia, que pintó entre 1666 y 1670 para que sirvieran de guía y ejemplo de conducta para lograr la salvación.

El conjunto se disgregó en 1810 por el expolio que llevó a cabo el mariscal Soult durante la invasión francesa. Afortunadamente, cuatro de ellas todavía pueden contemplarse en los muros de la iglesia. Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos y San Juan de Dios transportando a un enfermo apuntan, respectivamente, al cuidado y al traslado de los enfermos al hospital, obligaciones específicas de los hermanos de la Caridad. Las dos apaisadas de gran formato, La multiplicación de los panes y los peces y Moisés y la roca de Horeb, aluden a las obras de dar de comer al hambriento y de beber al sediento, a la vez que tienen un significado eucarístico.
Las otras cuatro pinturas expoliadas por los franceses se exhiben hoy en museos extranjeros: La curación del paralítico por Cristo, en la National Gallery de Londres; Abraham y los tres ángeles, en la National Gallery of Canada; El regreso del hijo pródigo, en la National Gallery of Art de Washington, y San Pedro liberado por el ángel, en el Ermitage de San Petersburgo, si bien han sido sustituidas en su lugar de origen por copias para preservar el sentido iconográfico del conjunto.
Las obras de Murillo que se exhiben se complementan con tres pinturas que no forman parte del programa iconográfico ideado por Mañara y que se encuentran en retablos menores. Se trata de un Niño Jesús Salvador y un San Juanito, que se sitúan en sendos áticos de dos retablos laterales, y del lienzo que preside el retablo de la Anunciación, que ingresó como donación en 1686.
Roldán
Pedro Roldán (1624-1699) realizó para el Hospital de la Caridad las esculturas del magnífico retablo mayor, presidido por la escena del Entierro de Cristo, donde culmina todo el programa iconográfico de la iglesia. Es mostrada como la obra de misericordia de enterrar a los muertos, misión específica de la Hermandad desde su fundación a mediados del siglo XV: sepultar a aquellos difuntos de los que nadie se hacía cargo. Desde Mañara, esta misión se amplió a la atención de enfermos desvalidos.

La directora del Museo de Bellas Artes de Sevilla, Valme Muñoz; la consejera de Cultura y Deporte, Patricia del Pozo, y el hermano mayor de La Caridad, Félix Arenado.
El retablo, contratado en 1670, es fruto de la afortunada colaboración del tracista Bernardo Simón de Pineda, Roldán y Valdés Leal, quien lo dora y policroma, invirtiendo en su ejecución más de dos años. Está concebido como una escenografía arquitectónica, efectista y teatral, que presenta la dramática escena del entierro de Cristo. En sus extremos, más cercanos al espectador, José de Arimatea y Nicodemo, como modelos para los hermanos, depositan a Cristo en el sepulcro, mientras que detrás, a modo de friso, se despliegan las figuras de la Virgen, san Juan y las santas mujeres. El fondo lo constituye una vista del calvario, donde bajorrelieve y pintura se confunden. La policromía de Valdés refuerza la expresividad e ilusionismo de las esculturas y el bajorrelieve, mediante un inteligente uso del colorido y las sombras.

La escena central está flanqueada por grandes columnas salomónicas, donde se sitúan las esculturas de san Jorge, patrono titular de la iglesia, y san Roque, protector ante enfermedades y epidemias. En ellas se constata el talento desplegado por Roldán como escultor, sorprendiendo su monumentalidad y su intensidad expresiva. En el ático, las virtudes teologales, infundidas por Dios para la salvación eterna, coronan el conjunto: la Fe y la Esperanza, a ambos lados, mientras que en el centro la Caridad es mostrada con mayor relevancia, recordando el nombre de la Hermandad y el mensaje del mandamiento nuevo de Jesús, eje del programa iconográfico.
El Cristo de la Caridad, realizado hacia 1673, manifiesta la estrecha colaboración de Roldán con Mañara, cuyo pensamiento supo interpretar para transformarlo en magistrales imágenes.
– La muestra Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla ha sido organizada por la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, el Museo de Bellas Artes de Sevilla y la Hermandad de la Santa Caridad.
El Hospital de la Caridad

La consejera de Cultura y Deporte, Patricia del Pozo, y el hermano mayor de La Caridad, Félix Arenado.
Gracias al impulso de Miguel Mañara, la iglesia del Hospital de la Caridad es uno de los conjuntos cumbre del arte barroco. Mañara había ingresado en la Hermandad en 1662, llegando a ser hermano mayor al año siguiente y hasta su fallecimiento en 1679. La muerte de su esposa en 1661 le hizo reconsiderar su vida y el futuro de su alma. Sus meditaciones sobre el sentido de la vida, la realidad de la muerte y la práctica de la caridad como camino para alcanzar la salvación dan lugar a un mensaje que traslada como guía de vida a los hermanos de la institución. Su ideario queda por escrito en la Regla de la Hermandad y, sobre todo, en la obra titulada Discurso de la Verdad. Esos pensamientos quedaron al mismo tiempo reflejados en su programa artístico. Para ello elige a los mejores artistas del momento, quienes ingresan en la Hermandad para así reducir los costes de tan ambiciosa tarea, y a los que guiará en el proyecto.
El conjunto comienza con la consideración de la muerte con la impactante visión de las dos pinturas de las postrimerías de Valdés Leal, situadas al acceder al templo. Señalan el momento de la muerte y el juicio particular. Continúa en la nave, subrayando la importancia de la práctica de la caridad mediante el ejercicio de las obras de misericordia, donde Murillo representa distintas escenas en los muros y retablos laterales. Culmina el programa el retablo mayor de Pineda y Roldán, que está presidido por la escena del Entierro de Cristo. El resultado muestra uno de los conjuntos artísticos e iconográficos más completos del Barroco español, al servicio de un mensaje espiritual que perdura hasta hoy.














