El montaje, compuesto por 249 obras, sigue una ordenación preferentemente cronológica, desde el siglo XV a los albores del siglo XX, pero diluye la tradicional distribución por escuelas nacionales y plantea diálogos entre autores y pinturas separados por la geografía y el tiempo; asociaciones que nos hablan de influencias, admiraciones y rivalidades y señalan el carácter autorreferencial de las colecciones del Prado.

Carlos V y el Furor de Leone y Pompeo Leoni, excepcionalmente desprovisto de su armadura y representado desnudo como un héroe clásico, da la bienvenida al visitante conduciéndole a la Galería Central, en cuya antesala (sala 24) le esperan dos de las obras más importantes de la pinacoteca: El descendimiento de Van der Weyden y La Anunciación de Fra Angelico.

Se accede a continuación a un primer tramo de la gran galería (salas 25 y 26), con obras del Bosco, Patinir, Tiziano, Correggio, Rafael, Juan de Flandes, Veronés, Tintoretto y Guido Reni, entre otros grandes artistas italianos y flamencos de los siglos XVI y XVII. Los retratos de Tiziano de los primeros Habsburgo, presididos por Carlos V, a caballo, en Mülhberg, permanecen en el corazón de la Galería Central (sala 27) frente a dos de la Furias que flanquean el acceso a la Sala XII.

Emoción

Pocas veces este espacio del Prado ha merecido con tanta justicia el título de sanctasanctórum. La reunión por primera vez, desde al menos 1929, de Las Meninas y Las Hilanderas, junto a un “retablo” integrado por los bufones de Velázquez y retratos, escenas religiosas y grandes filósofos procuran uno de los momentos más emocionantes de la visita.

'Reencuentro'. Galería Central. Museo Nacional del Prado.

‘Reencuentro’. Galería Central. Museo Nacional del Prado.

La parte final de la Galería (salas 28 y 29) acoge la pintura religiosa y mitológica de Rubens, esta última con un guiño a Tiziano a través de su Dánae y un vibrante diálogo entre los Saturno de Rubens y Goya, y dota a Las Lanzas de Velázquez de un nuevo contexto mediante su inclusión entre los retratos ecuestres de El duque de Lerma y El cardenal infante don Fernando.

En las salas del ala norte que flanquean la Galería (salas 8B, 9B y 10B), Ribera y el naturalismo español -con Maíno y Zurbarán- conviven con el europeo (Caravaggio y Latour), como lo hacen Clara Peeters y los bodegonistas españoles coetáneos. El Greco, por su parte, lo hace con Artemisia Gentileschi y puede apreciarse reunida la labor de retratistas como Sánchez Coello, Sofonisba Anguissola y Antonio Moro.

La zona sur (sala 16B) acoge la obra de los maestros españoles dela segunda mitad del siglo XVII, con Murillo y Cano como principales protagonistas, junto a artistas contemporáneos de la escuela francesa, como Claudio de Lorena, y flamenca, como Van Dyck.

El punto de fuga de la Galería Central converge en la sala 32 con La familia de Carlos IV y el 2 y el 3 de mayo de Goya, que se exponen en paredes enfrentadas. El maestro aragonés, tras mostrar su actividad como retratista (salas 35 y 36) abre sus brazos con El perro semihundido a los artistas del siglo XIX.

El reencuentro

Por Luis Domingo y Javier López Iglesias

Emocionado reencuentro con la mirada.

La mirada vuelve a su ser. Se desentumece. Se reencuentra. Busca, indaga, descubre… Vuelven también a su ser los museos, inevitablemente adormecidos durante este tiempo de recogimiento y silencio.

Nunca nos faltó el arte. Pero sí el escalofrío del encuentro directo. Ese reencuentro que ahora dibuja nuevos horizontes cuando las salas vuelven a abrirse a los pasos conmovidos de sus visitantes.

El arte retoma el diálogo con quien acude a admirar. La luz recobra su esencia y los ojos, apagados durante este tiempo de confinamiento y oscuridad, a brillar deslumbrados.

Museos. Reencuentro. Arte. Vida. Emoción.