Uslé es uno de los pintores españoles contemporáneos más personales y reconocidos del panorama artístico internacional. Si bien su obra suele enmarcarse en la llamada “Nueva Abstracción”, va más allá de las categorías y su férreo inconformismo convierte la práctica de la pintura en una búsqueda única y absolutamente personal que trata de extender los límites de la representación abriendo fisuras hacia nuevas formas de interpretación del entorno. A través de la utilización de recursos expresivos propone una deconstrucción de los procesos de representación de la realidad.

Más de veinte años después de Open Rooms (2003), el Museo revisa así la trayectoria de esta figura clave de la abstracción lírica contemporánea. Durante la presentación, el comisario destacó que este proyecto transita a partir del aprendizaje acumulado en todas las exposiciones previas dedicadas al artista, subrayando que ha sido un lujo acompañar este proceso durante años de trabajo conjunto. Su obra —marcada por el ritmo, la respiración y la memoria— se despliega en un recorrido circular de 11 salas que se plantean desde la configuración de un relato no cronológico, construido a partir de idas y vueltas, de retroacción y prospección, con un sutil acercamiento a los vínculos que su pintura establece con otros medios.

El itinerario sugerido vincula la vida del artista con su obra, establece paralelismos entre períodos y «familias», denominación que Uslé suele dar a las diferentes piezas de series que crea. Aparentemente distintas, presentan sin embargo una coherencia en el propósito con el que han sido realizadas, dando muestra de su versatilidad. El propio artista define la exposición como «una travesía, un periplo, ya que el propio discurso físico de las salas nos recuerda a un óvalo, espiral o círculo, se puede leer de varios modos, se puede empezar y seguir empezando al revés, revisar o volver, o buscar el centro».

Viaje circular

Su punto de partida es un recuerdo fundacional: el hundimiento del buque Elorrio en 1960 en la costa de Langre, un episodio que marcó la infancia del artista y reaparece de forma recurrente en su imaginario. Ese hecho, situado entre el asombro y la incertidumbre, funciona como eje poético entre lo vivido y lo soñado, entre la nitidez del recuerdo y el territorio ambiguo del sueño.

El recorrido comienza con obras tempranas de finales de los ochenta puestas en diálogo con un gran lienzo reciente de Soñé que revelabas, una de las series más conocidas del artista. A partir de ahí, la muestra avanza en ocasiones cronológicamente, pero también mediante cruces y resonancias entre «familias» de obras que Uslé ha ido desarrollando a lo largo de cuatro décadas.

La Sala 2 reúne piezas realizadas entre 1986 y 1989, un periodo de tránsito geográfico y emocional marcado por su inminente traslado a Nueva York. Obras como 1960 Boat at Sea o Casita del norte anticipan un giro hacia un paisajismo inquietante y lírico, donde la memoria del Elorrio reaparece con fuerza antes de cruzar el Atlántico en 1987.

La llegada a Nueva York, con su primera residencia junto al puente de Williamsburg, marca un punto de inflexión en sus series Engo NY, The Book of Landscapes, Ojo y paisaje o las pequeñas pinturas negras que definen esa etapa. Este momento, reflejado en la Sala 2 y la Sala 3, inaugura un lenguaje que avanza desde lo gestual hacia una abstracción más introspectiva.

Evolución y riesgo

En la Sala 3 destacan obras como Gulf Stream (1989), Etelvina (1990) o Veneno (1990-91), que consolidan la transición hacia un paisaje interior más sombrío, donde la pincelada deviene espectro y la atmósfera gana protagonismo. En este contexto surgen también pequeños formatos como Ryder Blue o Amapola (1991), antesala de pinturas más monumentales.

La Sala 4 se centra en su participación en Documenta IX (1992), con obras donde ya aparecen elementos que se volverán esenciales: verticalidades, aguadas, gamas profundas y cuadrículas rítmicas que desembocarán en la serie Celibataires. De este momento emergen piezas clave como Red Works o Mi-Món, que abren la puerta a una sintaxis más abierta y vibrante.

Precisamente, el director del Museo, Manuel Segade, ha anunciado la donación de tres de las obras que se expusieron en Kassel ese año, y que se encontraban en depósito en el Reina Sofía, y que a partir de ahora formarán parte de su colección permanente. Guess-who, Pio-Peo y Engo-Engo 1992 se pueden ver en esta cuarta sala.

El siguiente espacio profundiza en la consolidación de Namasté y Peintures celibataires, donde cada cuadro funciona como un organismo autónomo. La influencia de Miró o Mondrian aflora en metáforas visuales que mezclan intuición, ironía y rigor formal. También figura The Little Human Element (1998-1999), pieza rara vez expuesta y esencial en el paso hacia lo rizomático.

Memoria, olvido y pintura

El recorrido ofrece a continuación obras como Amnesia (1992), que revelan el interés del artista por lo que desaparece, lo que se borra y vuelve apenas como rastro. Uslé habla de cuadros «amnésicos», donde solo permanece la huella de la pincelada, el peso del gesto que ya no recuerda su imagen.

A lo largo de estas 11 salas, la exposición muestra cómo el artista ha abordado la abstracción como un territorio de descubrimiento continuo. «La intención de no quedarse en la zona de confort del estilo», asegura el artista, es uno de los principios que guían una obra que, aunque diversa, mantiene una coherencia profunda.

Ese barco en la montaña sitúa al visitante en un espacio intermedio entre realidad y ensoñación, donde el tiempo, la memoria y la experiencia vital se trenzan en un corpus visual que ha definido buena parte del arte español contemporáneo.


La exposición cuenta con un catálogo que profundiza en las claves de su trayectoria. Con más de un centenar de obras reproducidas, esta monografía sobre el artista es la más completa realizada hasta la fecha y reúne ensayos del comisario, Érik Bullot y Andrea Soto. La obra concluye con una conversación inédita que Uslé mantuvo, entre 2000 y 2003, con el crítico y poeta Kevin Power.

Santander, Valencia y Nueva York

La formación de Juan Uslé tuvo lugar en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, en Valencia, donde entró en contacto con el sentimiento y la cultura mediterráneos. Allí encuentra «la otra luz», complementaria a la del norte. Durante su etapa en Valencia alterna su pasión por la pintura con la fotografía. A su vuelta a Santander reafirma su compromiso con la pintura. En 1980 recibió la Beca para Artistas Jóvenes y, en 1982, la Beca para la Investigación de Nuevas Formas Expresivas, ambas del Ministerio de Cultura. En 1986 se traslada, junto a su compañera Victoria Civera, a Nueva York y establece su estudio en Brooklyn. Desde 1987 alterna su residencia entre Nueva York y Saro (Cantabria).

En 2002 recibe el Premio Nacional de Artes Plásticas «por su actividad como pintor que ha sabido conciliar geometría y lirismo, desde principios de los ochenta hasta la actualidad, y le ha confirmado como una de las voces más sólidas y singulares de la pintura abstracta internacional». Esto, junto a su participación en la Documenta IX de Kassel en 1992 y en la 51.ª Bienal de Venecia en 2005, convierten a Uslé en uno de los artistas más importantes de su generación.