El origen de este proyecto se remonta a la investigación emprendida en 2008 por el departamento de Colecciones del Museo con el objetivo de reivindicar las experiencias excluidas del discurso institucional de la historia del arte español de la década de los 70.

Con esta muestra, que pone el acento en lo participativo, reivindicativo y colectivo, se rememora un periodo en el cual, junto a las demandas civiles en favor de las libertades democráticas, la justicia social y el autogobierno, surge una nueva estética vinculada a prácticas culturales innovadoras que buscan subvertir el orden franquista y los diseños institucionales que tratan de heredarlo.

De la Bienal a lo contracultural

La muestra se articula en torno a dos acontecimientos poco estudiados: la Bienal de Venecia de 1976 y el surgimiento de la subcultura urbana a mediados de la década de los 70. Tras el homenaje que la Bienal había dedicado en 1974 a la resistencia contra Pinochet, sus responsables decidieron convocar a la España del tardofranquismo para la siguiente edición. Para llevar a cabo el proyecto, el director, Carlo Ripa, encargó la organización de una muestra a una comisión de expertos, liderada por Tomás Llorens y Valeriano Bozal e integrada por Oriol Bohigas, Alberto Corazón, Manuel García, Agustín Ibarrola, Antonio Saura, Rafael Solbes, Antoni Tàpies y Manuel Valdés, que se conformó gracias al apoyo del pintor Eduardo Arroyo, residente en Italia y miembro de la Comisión de Artes Visuales de la Bienal.

Las últimas ejecuciones del Régimen y la muerte de Franco cambiaron la naturaleza de la exposición. El periodo histórico que se abría impulsó la configuración de una relación entre arte y política diferente, así como la aparición de nuevos agentes. El proyecto de Llorens y su equipo dejaba fuera de la muestra a numerosos artistas, muy conocidos en el momento, pero incluía a los propios artistas organizadores, lo que desató una tormenta de críticas. El comité de comisarios organizó una muestra militante de izquierdas que bajo el lema España. Vanguardia artística y realidad social (1936-1976) pretendía transformar el relato histórico oficial construido por 40 años de dictadura.

La primera sala con la que comienza la exposición del Reina Sofía reconstruye, 42 años después, el espacio principal de la muestra veneciana recuperando obras de la época que allí estuvieron presentes, como Ronda de noche con porras, de Eduardo Arroyo; La mujer, de Alberto Corazón; Amnistía, de Agustín Ibarrola; Venecia, de Eusebio Sempere; El abrazo, de Juan Genovés; Dos pueblos dos miradas, de Andreu Alfaro; una serie de serigrafías de Antonio Saura, o varios cuadros de la serie Paredón de Equipo Crónica, entre otros.

A continuación, una sala de carácter documental intenta retratar la Bienal, desde su gestación a su instalación, a través de un conjunto de materiales: textos, carteles, manifiestos, fotografías, vídeos del archivo de la Bienal o el plano de Bohigas del pabellón italiano. Se completa con obras de Picasso, Renau, Miró, o la escultura de Alberto, Reclamo de alondra. También se pueden ver documentos relativos a otras manifestaciones artísticas de programas organizados en paralelo a la Bienal: música, cine, poesía y representaciones teatrales de varias compañías como Els Joglars, Tábano, o la de Nùria Espert.

En las siguientes salas se recuperan otras obras presentes en Venecia como Sí, sí entraremos en el Mercado Común de Eduardo Arroyo, varias piezas de la Serie Mussolini de Manolo Millares o serigrafías de Juan Genovés. Artistas que mostraron una línea antifranquista y de corte social y marxista, como Josep Albert Ràfols-Casamada con Morir pel Vietnam, Antoni Tàpies con Paja prensada en X y Cadira i roba o Luis Gordillo con Cabeza roja y Mano en ojo, por ejemplo, también están representados en estas salas.
El espacio denominado Reducción Conceptual incluye la instalación de Grup de Treball, compuesta de documentos facsímiles y recortes de prensa relativos a la Bienal.

Frente a la institucionalidad

La segunda parte de Poéticas de la democracia se centra en las corrientes que emergen durante la Transición, cuando surge una contracultura juvenil y ciudadana que cuestiona el lugar y las funciones de las instituciones existentes y de los dispositivos ideológicos que las sostienen, de la familia a la cárcel, de la escuela al ejército, de la iglesia a la fábrica y del partido a la psiquiatría o a la sociedad de consumo.

Las nuevas formas de organización de la sociedad civil (asociaciones vecinales, agrupaciones de barrio, movimientos nacionalistas, feministas, ecologistas y pacifistas, etc.) dan lugar a nuevas prácticas estéticas contraculturales que proporcionan lenguajes y estrategias comunicativas a estos espacios.

Toma auge la red de información alternativa basada en medios de comunicación paralelos –revistas como Ajoblanco o Vindicación Feminista, fanzines, radios libres, pintadas, documentales, adhesivos, murales, performances, détournements–. Es el momento del cine militante de grupos como Colectivo de Cine de Clase o Colectivo de Cine de Madrid.

La poesía, la música, el teatro independiente, el cómic, los collages, pero también la ficción, el cine y las artes plásticas, suponen nuevos vehículos para la exploración de las ansiedades y esperanzas propias de este periodo. En este contexto se inscriben las obras que conforman el segundo bloque de la exposición y que comienza en una sala que se abre con la proyección de La Cabina de Antonio Mercero y que lleva por título La crisis de la masculinidad.

Carteles de la época, las fotografías de la serie de Alberto Schommer sobre los líderes de los partidos políticos o las fotografías de Lluís Casals ilustran esta crisis del “personaje político”. La sala se cierra con la instalación de Carlos Pazos Ni se compra ni se vende, que pone en tela de juicio el modelo de familia tradicional que ha dominado hasta ese momento.

El espacio denominado La calle es nuestra, estética de la protesta reivindica la vía pública como un teatro de la democracia que pasa a ser un espacio de expresión público y centro de multitud de actividades, que se visualizan en las manifestaciones, las protestas callejeras, los activismos vecinales, los grafitis, las performances, etc. Esta ocupación de la calle se refleja en el trabajo de fotoperiodistas como Pilar Aymerich y Anna Turbau o en las fotografías de Manel Armengol.

Jóvenes artistas entre los que se encuentra Ceesepe, Raimundo Patiño o Salvador Costa i Valls están representados en la sala La juventud en transición, donde se muestra a un nuevo tipo de ciudadano que se encuentra de repente con un amplio abanico de libertades. Es el momento también de los espacios alternativos de creación; la cultura se expande por bares, festivales disidentes, pisos francos o ateneos, ajenos a toda institucionalidad. Es el contexto de películas como Deprisa, deprisa de Carlos Saura o
la obra de Ocaña. En estos lugares proliferan el cómic, la música, los fanzines y nuevas revistas como Ajoblanco o Euskadi Sioux.

Autodestrucción

La sala dedicada al “vampirismo” está relacionada con la autodestrucción, la droga, los excesos y la proliferación de una gran multitud de tribus urbanas que ocupan los espacios de la ciudad. Se refleja en los óleos y litografías de Victor Mira, en los dibujos y collages de Ceesepe, en las fotografías de Alberto García-Alix y en la película Entre tinieblas, de Pedro Almodóvar, que se proyecta en la sala, y cuyo cartel, realizado por Iván Zulueta, también se expone.

Esta exposición presta especial atención al Movimiento Feminista que en estos años adquiere gran protagonismo. Se proyecta la pieza realizada por la Cooperativa Cinema Alternatiu sobre Les Jornades Catalanes de la Dona (1976), junto a un gran número de carteles relativos a dicho encuentro. Obras de Mari Chordá, los foto-libros Anfifémina y Obrera de Colita; la serie de fotografías sobre las cárceles de mujeres de Pilar Aymerich; el cómic de Elsa Plaza; libros y revistas como Vindicación feminista de Lidia Falcón o el número de la revista Cuadernos para el diálogo dedicado a Las Mujeres, de Isabel Vilar o el Bar-Biblioteca La-Sal situada en el Raval, son un claro ejemplo de la nueva iconografía que reclamaba el movimiento feminista para su difusión.

La “anormalidad democrática” es el título de una de las salas de la muestra en la que se intenta llamar la atención acerca de los ciudadanos que no eran considerados como tales: los que no participaron en la aprobación de la Constitución, los apartados de la sociedad y considerados peligrosos o los que quedaron excluidos de la norma jurídica.

Como denuncia de estas situaciones figura la serie de fotografías de Anna Turbau sobre el Psiquiátrico de Conxo en Santiago de Compostela, los dibujos de ‘Toto’ Estirado o el cómic Esquizoide de Antón Patiño. Se acompañan estas obras de algunos ejemplares de revistas (que empiezan a publicar sobre la psiquiatría y la “despenalización” de la locura), y de la instalación El Mental, compuesta por dos proyecciones con 160 diapositivas de 35 mm y una grabación en audio.

Finaliza el recorrido expositivo con la sala 1978, que gira en torno al Referéndum sobre la Constitución, tanto en sus manifestaciones a favor como en contra. Se exhiben en este espacio fotografías, libros, carteles y pintadas pidiendo el Sí o el No en el Referéndum, junto con varias versiones de la Carta Magna.

Exposición relacionada. El poder del arte. Obras de la colección del Museo Reina Sofía. Congreso de los diputados y Senado. Hasta el 2 de marzo del 2019.