«El arte nuevo nunca es tan nuevo como parece; nunca surge del vacío, sino que se crea en el montón de escombros y en el suelo fértil de un pasado que está en constante proceso de reinvención», escribió el historiador Kenneth E. Silver, a quien cita Tudelilla. Bien lo sabe Noguero, cuya trayectoria tiene ante todo un propósito experimental activo desde sus inicios, en la década de 1990, hasta la actualidad.
De aquellos principios dio testimonio la exposición individual organizada en 1996 por la Diputación, adonde regresó con un nuevo proyecto en 2002, tras obtener la beca Ramón Acín. Desde entonces, sus obras han figurado en diferentes colectivas e integran la colección de arte de la institución.
La comisaria considera que «ante la selección de obras del artista que integran este proyecto, al igual que ante las imágenes de su estudio, lugar de epifanías, conviene demorarse por ser reveladoras de los intereses que en la actualidad le ocupan, quien, como en él es habitual, convierte el espacio expositivo en prolongación de su taller, en el deseo de mantener su permanencia».
Es precisamente en este anhelo cuando determinados conceptos adheridos a sus obras ocupan su lugar en un escenario para la reflexión: la belleza aliada con la jovialidad, con lo intempestivo y el extrañamiento, con el silencio y la quietud; argumentos que también son actitudes en defensa del arte en medio del ruido, sostiene Rafael Argullol, a quien Chus Tudelilla toma la palabra para brindarla al análisis de los especialistas que colaboran en la publicación que acompaña este proyecto expositivo: Pedro Medina, Alberto Ruiz de Samaniego, Frederic Montornés, Javier González de Durana, Julián Díaz y Marta Llorente, cuyas voces profundizan en la experiencia artística de José Noguero.
Además, la DPH ha organizado un amplio programa didáctico, con visitas guiadas, actividades para centros educativos y talleres familiares, que pretenden acercar la obra de Noguero a públicos de todas las edades.
























