En lugar de seguir un canon cronológico, el libro está organizado por orden alfabético. Cada artista está representado por una de sus obras clave y un texto que resume su vida y producción. Esta disposición permite que todos sean abordados en igualdad de condiciones y facilita que surjan yuxtaposiciones inesperadas.

Como puntualizan Rebecca Morrill y Maia Murphy, editoras del volumen, el mismo término latinoamericano es tan complejo como las historias que engloba esa parte de América, «que ni siquiera es un continente en el sentido estricto del concepto acuñado en la Grecia clásica».

En la introducción, el comisario y escritor brasileño Raphael Fonseca explora los orígenes de la idea de América Latina y sigue su desarrollo en el arte. Comienza en el siglo XIX, cuando las naciones recientemente independizadas basaban la infraestructura de las escuelas de arte y museos en modelos eurocéntricos, y llega hasta el complejo panorama actual, en el que destacan las políticas identitarias y el impacto global de internet, que ha transformado de forma irreversible el mundo del arte.

Para responder a los retos de este libro transhistórico, participan en la selección de los artistas incluidos en la obra un grupo de 68 expertos que pertenecen a generaciones distintas, trabajan desde diferentes perspectivas y viven en lugares diferentes. Para Fonseca, «esta diversidad no solo ha permitido la inclusión de los artistas más relevantes del concepto de América Latina, sino la de otros más jóvenes que se encuentran en un proceso de institucionalización o se consideran la serie B de la expresión histórico-artística de la zona».

Artistas latinoamericanos se diferencia de las publicaciones existentes sobre el tema al profundizar en una visión sustancialmente más amplia de las variadas historias del arte de Latinoamérica. Creado, como se ha apuntado, en estrecha colaboración con un panel de asesores, incluidos historiadores del arte, críticos, curadores, escritores, coleccionistas y otros especialistas, el volumen incluye nombres conocidos junto con aquellos que aún no han ganado atención más allá de sus fronteras.

Desde el comienzo de la era poscolonial hasta la actualidad, se han incluido artistas que han nacido o han vivido la mayor parte de su vida en los veinte países latinoamericanos. Desde el retratista peruano hijo de esclavos libertos José Gil de Castro, nacido en 1785, hasta la pintora brasileña Paula Siebra, que con veinticinco años es la más joven de las incluidas.

Y creadores destacados en el mundo del arte universal, desde Sebastián Salgado, Fernando Botero, Doris Salcedo, Diego Rivera, Violeta Parra, Guayasamín, Alfaro Siqueiros, Frida Kahlo y Remedios Varo hasta otros representantes del arte contemporáneo como Adriana Varejão, Ernesto Neto y Tomás Saraceno, pasando por artistas como Félix González Torres, Jorge Pardo o Ana Mendieta.

Como concluye Fonseca: «Las discusiones de más de un siglo que llevaron a la solidificación de la idea del arte latinoamericano fueron fundamentales para forjar una noción de colectividad que posibilitó encuentros, publicaciones exposiciones, e instituciones de los más variados tipos… una comunidad se convirtió en imagen, y varias generaciones de artistas pudieron empoderarse y demostrarle al norte hegemónico que sí hay producción de arte en esta región». Una creativa que ha ido adquiriendo cada vez más relevancia internacional.