Eugène Atget (Libourne, Francia,1857) quiso ser marino de joven, actor ambulante de teatro y pintor. En ninguno de estos oficios tuvo suerte, así que finalmente se convirtió en fotógrafo especializado en suministrar material a los pintores de estudio de la época, los cuales incorporaban a sus cuadros los detalles, flores, objetos y árboles que Atget registraba con su cámara. También trabajaba para algunos organismos oficiales como la Comisión del Viejo París y la Biblioteca Histórica de la Villa de París, para los que realizó diferentes series: París pintoresco (1898-1900), El viejo París (1898), El arte en el viejo París (1900), La topografía del viejo París (1901) o París Pintoresco (1910).

Escenarios vacíos

Hacía sus fotos a primeras horas de la mañana (se le pedía expresamente que no aparecieran personas) ya que el interés oficial se orientaba hacia los monumentos históricos. Así, durante años, recorrió uno a uno los diferentes barrios de París y poco a poco fue ampliando su objetivo de reflejar los monumentos históricos a todo edificio o lugar que le despertara interés. No estaba interesado en el Gran París de Hausmann, sino en el París que cambiaba constantemente.

Desde 1898 hasta 1925, año de su muerte, realizó un número incontable de fotografías y al final de su vida se obsesionó con el París que estaba desapareciendo. Incluso en sus fotografías anotaba aquellos elementos que le parecía que estaban a punto de extinguirse. Lo más llamativo de sus imágenes es esa ausencia de personas o más bien la presencia fantasmal de las mismas. Son visiones frontales, con mirada fría y aséptica del objeto de la fotografía tal y como es, elementos que hoy nos transmiten una sensación de nostalgia y de drama. Este análisis de sus fotografías fue ya realizado en su tiempo por fotógrafos como Berenice Abbott y Man Ray a los que conoció. En 1968, el MoMA de Nueva York adquirió 10.000 de sus negativos. Muchos consideran que es el inventor de la moderna fotografía. 

Pionero de la fotografía moderna

Atget es un personaje casi legendario que nunca se preocupó por la fotografía. Durante mucho tiempo su imagen fue asociada a la del fotógrafo bohemio, medio vagabundo, que empujaba su carrito a través de las calles de París, un individuo absolutamente ingenuo, desconocedor del valor de su propio trabajo. También ha sido considerado un surrealista, si bien se limitó a ejercer una fuerte influencia sobre los jóvenes fotógrafos extranjeros, residentes en París en esa época, que se movían en el círculo surrealista. Tanto la composición temática de Atget, como su manera sistemática de tratar un lugar, influyó notablemente en esta generación. También fue considerado durante tiempo como un precursor, algo paradójico, ya que empleaba una técnica antigua y sus temas tampoco tenían nada de modernos. En las últimas décadas, la obra de Adget ha sido estudiada y revalorizada, tal y como se recoge en esta monografía editada por Lunwerg.

Pese a que sus fotografías tenían un evidente carácter comercial, incluso de encargo, su paciencia y minuciosidad en el desarrollo de su trabajo –con técnicas incluso obsoletas–, impregnaron su obra de un aire de sofisticada modernidad que aún hoy conservan. Sus imágenes de París, Francia y el espíritu de lo francés, constituyen un ejemplo de catálogo visual objetivo que ha sido imitado por muchos otros con posterioridad.