El libro recoge un conjunto de fotografías –algunas de particular dureza como las ejecuciones llevadas a cabo por los ejércitos alemán, japonés o americano– que cubren todos los frentes de batalla: impresionantes tomas de campos de refugiados y de ataques aéreos que a nadie dejarán indiferente porque, como escribe Jorge M. Reverte en su prólogo, «durante la Segunda Guerra Mundial, la fotografía de guerra se hizo mayor de edad, pero los frutos de ese trabajo arriesgado y técnicamente admirable no se pudieron ver y apreciar en todo su valor hasta que acabó el desastre».

Las imágenes, agrupadas por años, van precedidas por un texto introductorio en el que Paco Elvira resume la evolución del fotoperiodismo a lo largo de aquellos años decisivos, el perfil de los fotógrafos más destacados que cubrieron el conflicto y los detalles de algunas de las fotografías más icónicas de la guerra.

Un arma para la guerra

Uno de los aspectos más importantes del fotoperiodismo de la época fue su enorme difusión y su carácter propagandístico. La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto armado internacional que afectó a cinco continentes y tuvo hasta una docena de frentes, planteando toda una serie de problemas hasta la fecha desconocidos. Sin embargo, a diferencia de la Gran Guerra de 1914, las nuevas tecnologías permitían transmitir imágenes individuales por radio a través de los océanos, y por cable a lo largo y ancho de los continentes. El desarrollo de la aviación posibilitaba el transporte de material sensible impresionado y miles de copias fotográficas a largas distancias.

Las cámaras Speed‐graphic, que utilizaban placas sensibles de 9×12 cm, se vieron complementadas con las pequeñas Rolleiflex que empleaban película de 6 x 6 cm, o incluso las más pequeñas y rápidas cámaras de película de 35 mm, con lentes intercambiables. El reto fue organizar la toma y distribución de las imágenes de manera que se cubrieran todos los frentes y todas las publicaciones tuvieran acceso a las imágenes. Los fotógrafos tenían que cubrir las exigencias de un público cada vez más sediento de información, pero a la vez estaban subordinados a los intereses de la propaganda.

Fin del conflicto

En Estados Unidos muy especialmente, la fotografía fue un medio para tener informados a los ciudadanos de todo lo que ocurría en unos campos de batalla tan alejados. Tanto el ejército como la marina usaron fotógrafos alistados como combatientes junto a unos pocos fotógrafos civiles representantes de las agencias Associated Press (AP), Acme Newspictures, International News Pictures y revistas ilustradas como Life.

Especialmente crudas son las escenas del fin del conflicto, desde las que sirvieron como icono para simbolizar la victoria (el desembarco en Normandía, la entrada de las tropas aliadas en París de las humillaciones de la población a los colaboracionistas, el dolor sufrido por los judíos o las conocidas escenas multitudinarias de alegría en Times Square o los icónicos besos, como el de la enfermera y el marinero (Alfred Eisendtaedt) que cerraron simbólicamente el trágico episodio de la Segunda Guerra Mundial.

La Segunda Guerra Mundial. Imágenes para la historia

Paco Elvira. Prólogo de Jorge M. Reverte

Lunwerg