Esto lo sabe bien Nathalie Azoulai (Nanterre, 1966), que ha decidido echarse una risas a costa de las situaciones ridículas en que nos enredamos a partir de una cierta edad, dejando claro las diferencias por sexo, que haberlas haylas. Con Juvenia, la escritora francesa, inédita hasta ahora en español, se ha marcado una de esas novelas distópicas que en apenas cien páginas te hacen pensar más que las obras completas de un filósofo consagrado.

La imaginación feminista de Azoulai no ha forjado un país en el que, a la manera de El cuento de la criada de Margaret Atwood, las mujeres son cruelmente oprimidas. Aquí el castigo es para todos. Si en Fahrenheit 451 Ray Bradbury inventaba un mundo en el que los libros estaban prohibidos y los bomberos se esmeraban en quemarlos, en Juvenia, “antigua república europea largo tiempo agazapada a la sombra de Francia”, la ley prohíbe aquellas uniones en las que el hombre saca más de veinte años a la mujer. Se condena también lo contrario aunque sea menos frecuente: que haya parejas donde ella parece la madre de él. Entre los objetivos del Estado, evitar que los neonatos crezcan con un padre anciano o que las mujeres maduras se vean abocadas a la soledad. El castigo, detenciones y envío a grandes barracones habilitados en la periferia.

Conocidas las leyes, se inicia la comedia: entran en escena media docena de personajes conectados entre sí que ven sacudidas sus existencias con la aprobación de la nueva norma. El productor de cine cincuentón que deja a su esposa de toda la vida, profesora de literatura, para rejuvenecerse en brazos de una veinteañera de cuerpo escultural que quiere convertirse en actriz de éxito. La pediatra sesentona que abraza la promiscuidad. El matrimonio de mayores que un día se juraron fidelidad eterna. Todos cambian. Irrumpen nuevos miedos y fantasmas, y nuevas maneras de afrontar la vida que resultan de verdad cómicas. Así, de un día para otro, los gimnasios y las clínicas de cirugía plástica empezaron a no ser un gran negocio. Los profesores (varones) universitarios dejaron de recibir en sus despachos y fueron recuperando los jerséis de colores neutros.   

Azoulai se recrea en el impacto del nuevo régimen sobre la sexualidad colándose en los dormitorios y contando lo que pasa allí donde el protagonismo ya no lo tienen los pechos firmes y las caderas estrechas sino las calvas, las barrigas desbordadas y las piernas grasas, las pelambreras entrecanas y las vulvas descoloridas. Un erotismo que evita mirarse en el espejo, que constata que la flacidez es una putada pero también que es compatible con lo gozoso y con otras formas de emparejarse.

Una sátira breve, lúbrica y contundente sobre el modo en que la sociedad aún mira e incluso valora de forma distinta una misma decisión si la adopta un hombre o una mujer.

Juvenia
Nathalie Azoulai
Traductor: Elia Maqueda López
Editorial AdN
112 páginas
17,50 euros