Jimena tiene treinta años y estudia en una escuela de cine. Allí conoce al narrador de esta novela. Empiezan a salir, comparten vino, viajes, conversaciones, películas malas de sobremesa y todo lo que leen y escriben. Se van a vivir juntos, proyectan identidades, hablan del futuro. Pero el futuro llega y el fantasma de la decepción se manifiesta al preguntarse cuestiones como: ¿Es esta la persona con la que quiero compartir mi vida? ¿No existe nadie mejor ahí fuera? ¿Por qué asumimos que una relación fracasa si no dura para siempre?

En Ciencia ficción no hay futuros alternativos, naves espaciales o viajes en el tiempo. Mediante guiños a diversos géneros (comedia romántica, cine-ensayo, drama, fantasía y ciencia ficción), el narrador ejecuta una autopsia parecida a la que todos hemos practicado alguna vez después de una ruptura: una mezcla de memoria y mito y análisis y pura especulación.

– Estamos ante un libro que mezcla géneros, ¿lo ha hecho de forma premeditada?

Más que la historia de un amor, mi libro es la historia de un recuerdo y en los recuerdos las cosas se mezclan. Por eso de forma inevitable, y como sucede en la vida, se mezclan cosas y géneros.

– ¿Estamos ante un relato de pura ficción?

No sé lo que es lo puro pues desconfío bastante de la idea de pureza, pero esta es una novela de ficción que, como ocurre en cualquier cosa que se escribe, seguro que tiene cosas de quien lo ha escrito. Pero, acorde con el título, esta es una novela de ficción.

– ¿Por qué considera que no se debe de hablar de amor en general, sino que cada persona lo siente de un modo diferente?

Por supuesto, hay que hablar de amores pues cada uno vive el amor de un modo distinto y con cada persona también es diferente. Si le preguntáramos a una pareja que ha roto qué recuerda seguramente manifestaría cosas muy distintas o lo haría cada cual de una forma diferente. Eso forma parte de la vida y tiene que ver con el relato que hacemos de las cosas que, evidentemente, es una cuestión individual que cada persona siente a su manera.

– ¿Es el universo de cada pareja irrepetible?

Cuando una pareja se rompe se muere un universo. Se muere una forma de relación pero creo que siempre quedan trazas, quedan restos en cada una de las dos personas y esos restos los vamos acarreando para bien y para mal cuando nos encontramos con otra persona y establecemos una nueva relación. Hay un universo y un lenguaje que desaparece, pero quedan rastros que permanecen.

– Dicho esto, ¿a qué le llama amor Daniel Remón?

El amor es pasión, un vínculo, un deseo. Sobre todo es deseo e intento poner en valor el deseo. No sólo en relación con otra persona, sino el amor por los libros, por el cine, por la conversación, etc. De lo que estoy absolutamente seguro es que es absolutamente necesario para estar en el mundo.

– ¿Qué idea le gustaría que permaneciese en el lector tras la lectura de Ciencia ficción?

Todos hemos tenido pareja, o la seguimos teniendo o, si ya no la tenemos, nos gustaría tenerla. De algún modo todos hemos tenido ese tipo de vínculo y creo que nos vamos a sentir muy reconocidos en muchas de las situaciones de las que habla el libro. Ciencia ficción cuenta una historia muy habitual, muy de cada día, pero de un modo creo que novedoso. Es un libro que tiene sus parcelas de tristeza y oscuridad pero intenta poner en valor el tiempo presente en el sentido de sacudirnos la idea de que cuando hay una ruptura y una pareja se termina eso es necesariamente un fracaso. Puede no serlo, puede ser simplemente un cambio, un avance. Es positivo no someterse a la presión de la idea de la duración eterna y de la pareja para siempre. Creo que eso es anticuado e injusto para con nosotros mismos. La gente joven tiene la idea de que el amor es efímero por naturaleza, algo que la vida demuestra cada día. Eso no quita que haya parejas muy felices de por vida pero no es lo más habitual.

– Guionista, dramaturgo, novelista, ¿en qué ámbito se siente más cómodo?

Si hablamos de comodidad, quizás en el mundo del guion, simplemente porque llevo más años haciéndolo. Llevo más años en ello y he escrito muchos más guiones. Para bien y para mal me siento muy cómodo en ese género. Digo para bien y para mal porque cuando uno se siente demasiado confortable en un sitio acaso sea conveniente salir y explorar otras cosas. Eso me ocurre y por eso el territorio de la novela es en el que más centrado estoy ahora y en el que, como acabo de empezar, voy a estar tiempo.

– ¿Recomiéndonos un libro y el guion de una película que le haya impactado?

Estoy con Cuando cumplí cuarenta, de Gonzalo Maier, un escritor chileno que me gusta mucho. Autor de obras breves que tienen algo de novela, de ensayo, de autobiografía. Magníficamente escritos, con mucho sentido del humor y mucha profundidad. Me cuesta mucho quedarme con un solo guion pero voy a mencionar una película muy reciente, La zona de interés de Jonathan Glazer, director y guionista al que admiro. Una película que aparentemente no tiene un guion espectacular ni deslumbrante, pero en su sencillez radica su grandeza. El guion es un medio para llegar a otro lado. Una herramienta. Hay películas increíbles con guiones aparentemente sencillos.

¿Puede ser el ejemplo de Intemperie, la novela de Jesús Carrasco de la que usted fue guionista para la pantalla?

El trabajo fue muy agradable porque Jesús dejó mucha libertad. Es un novela muy desnuda y muy depurada. Carrasco trabaja mucho con el lenguaje y eso es muy difícil de traducir al cine. En este sentido, esa novela permitía muchas películas posibles. Se podía haber hecho una película intimista o la que hicimos, que tenía un propósito más amplio, cercano al western. Fuimos buscando el tipo de filme que queríamos hacer en ese momento pues, repito, es una novela que esconde un número muy amplio de adaptaciones diferentes.


Pendiente del estreno de Hamburgo, película de la que es coguionista, Daniel Remón no para y en la despedida confiesa que está enredado en el comienzo de una nueva novela, además de rematando otro texto para la pantalla.