En 1998 no había tantos móviles y los que había no hacían fotos. Como tampoco había redes sociales, resultaba complicado compartir tanta genialidad impresa; así que los abducidos por esta novela podíamos llegar a memorizar pasajes e incluso fotocopiar páginas del libro para hacer partícipes a los colegas de tanta guasa y que se echaran unas risas con ese locuaz creador de teorías a cual más hilarante y políticamente incorrecta. Los que ya habíamos alucinado con el Ignatius Reilly de La conjura de los necios descubrimos que Benítez Reyes nos había regalado un personaje en nuestro idioma a la loquísima altura del inventado por John Kennedy Toole.

Las editoriales están para descubrir talentos ignotos pero también para rescatar joyas que merecen una segunda oportunidad o libros de culto capaces de enamorar a varias generaciones. Este último es el caso de El novio del mundo, que ha vuelto este año a las librerías en una nueva edición de la Fundación José Manuel Lara con epílogo inédito del autor.

No hay que concederle muchas páginas a la novela para quedar atrapado en sus redes. Es más: bastan las primeras líneas para intuir que el tono y el contenido de esta historia son especiales. “Tras haberse acostado en un hotel de Ámsterdam, Walter Arias se despertó a la mañana siguiente tendido en la acera de una ciudad modernista y medio africana que resultó ser Melilla”. Acto seguido –continuamos en la primera pagina- se presenta el propio Walter como narrador y su vida y milagros pasan a ser contados en primera persona. Empieza entonces el testimonio de “una conciencia demasiado peculiar y bastante desmesurada, con sus derivaciones anómalas de pensamiento, palabra, obra y omisión”, en palabras del propio autor.

No tiene sentido intentar resumir el argumento de un texto tan desmesurado y concebido siguiendo los patrones de la novela picaresca; y no tiene sentido hacerlo probablemente porque lo mejor de ella no es la peripecia por accidentada y absurda que sea, sino por las mil digresiones que cada calamidad vivida genera en la mente extrema de Walter. Si este hombre, que es un ejemplo claro de antihéroe, fuera un superhéroe, no hay duda de que su principal superpoder sería una capacidad infinita para satirizar todas las costumbres, lugares comunes y comportamientos habidos y por haber. Es más fácil enumerar de qué no se burla que lo contrario.

Con pocas obras de ficción pasa que uno pueda abrirla al azar como si fuese un libro de poemas y empezar a buscar alguna de esos pensamientos y definiciones que Walter tiene para cualquier asunto, ya sea el voyeurismo, el amor, el abuso del alcohol o las relaciones de pareja. El novio del mundo esconde en sus páginas una buena colección de greguerías. Cuando recuerda sus temores adolescentes nos dice que “el miedo es algo así como un alfiler clavado en una uña que se rompe dentro de la uña” y cuando va cumpliendo años confiesa que “a partir de los treinta, los años son conejos asustados que corren hacia el desfiladero perseguidos por la banda de los conejos zombis”. Conozcan a Walter, no es un tipo ejemplar ni un modelo a seguir, pero es el gran divagador de la moderna literatura española. Y el más divertido.

El novio del mundo
Felipe Benítez Reyes
Editorial Fundación José Manuel Lara
624 páginas
19,90 euros