«Picasso ansiaba verme llorar una y otra vez, una y otra vez, sin fin; llanto y sangre, mis mejillas y el toro revolcado en la arena, agónico en los coágulos. Picasso escupía palabras como cuchillos, como dardos con la intención de dañarme, para retratarme incólume, para recrear la brusquedad del acontecimiento en el lienzo. Mis lágrimas se convirtieron en diamantes, y gustosa las obsequié tiempo después a todas las mujeres que él cortejó». Así suena, dolorida y angustiada, la voz de Dora Maar en la última novela de Zoe Valdés.

La mujer que llora relata la historia íntima, terrible y, al mismo tiempo fascinante, de una de las mujeres claves del surrealismo. En los años treinta, Dora era una joven fotógrafa en París, una artista relevante y muy considerada por personajes como Man Ray o Paul Éluard. Conoció a Picasso con veinticuatro años, treinta menos que el pintor, e inició con él un viaje a los infiernos del que saldría diez años después para ingresar en una clínica psiquiátrica flanqueada por Picasso, su amigo Éluard y Lacan, quien la sometió a terribles sesiones de electrochoque.

Venecia

Como hilo conductor de la novela, la autora recrea los días que Dora pasó en Venecia con James Lord y Bernard Minoret. Ambos eran homosexuales, ambos habían sido amantes y ambos quedaron fascinados por la mujer de mediana edad que brilló por última vez durante esos días y que, de vuelta a París, se recluyó para siempre, alejada de todo y de todos.

James Lord fue el hombre con quien quizá hubiera podido revivir, y con quien mantuvo una relación intermitente y siempre platónica a lo largo de los años. También Lord había amado a Picasso y quizá fue eso lo que finalmente los separó.

Misterioso viaje

Zoé Valdés indaga en ese misterioso viaje de ocho días del que se sabe muy poco. Y lo hace a través de las fuentes más directas: los protagonistas, Bernard y el propio Lord, poco antes de su muerte.

Dora llegó a Venecia en 1958, recién cumplidos los cincuenta y un años. Era una mujer agotada, gastada por la vida; poco quedaba ya de su alegría, dulce, generosa, atenta. Quería, sobre todo, olvidar, crear nuevas experiencias que desplazaran a las antiguas. Quería asumir el viaje a Venecia como una forma de huída, de terapia. Y para ello lo mejor era recordar. Sus caminatas por Venecia serán cada vez más cortas y sus caminatas por el recuerdo más largas. La belleza líquida y decadente de la ciudad, retratada con maestría por la autora, creará el marco necesario para que Dora inicie un proceso de introspección que la acompañará hasta su muerte.

Arte y literatura

La mujer que llora no es la única obra de Zoe Valdés en la que se hace referencia al mundo del arte, tanto en su poesía, como en sus novelas y en sus relatos ha tocado este tema en diversas ocasiones, como La Cazadora de Astros, sobre Remedios Varo, artista surrealista catalana. Y Una novelista en el Museo del Louvre, libro de relatos que homenajea otro libro, el de Un novelista en el Museo del Prado.

Zoe Valdés

Zoé Valdés nació en La Habana en 1959 y desde 1995 vive exiliada en París. Es filóloga de formación. Entre 1983 y 1988 trabajó en la Unesco y en la Oficina Cultural de Cuba en París. En 1988 regresó a Cuba, donde participó en el movimiento pictórico habanero, trabajó como guionista y fue subdirectora de la revista Cine Cubano.

Ha publicado cinco poemarios y veintidós novelas entre las que se encuentran: Todo para una sombra (poesía, Editorial Taifa, Barcelona, 1986),  Respuestas para vivir (poesía, Letras Cubanas, 1986), Sangre azul (novela,  Letras Cubanas y Actes-Sud, 1993), La nada cotidiana (Emecé, 1995), La hija del embajador (novela, Bitzoc, 1995 y Emecé, 1996),  Ira de ángeles (noveleta, Lumen, 1996),  Te di la vida entera (Finalista del  Premio Planeta 1996), Vagón para fumadores (poesía,  1996), Café Nostalgia (Planeta, 1997), Traficantes de belleza (cuentos,  Planeta, 1998), Querido primer novio (Planeta, 1999), Cuerdas para el lince  (poesía, 1999), Los aretes de la luna (noveleta infantil, Everest, 1999), El  pie de mi padre (novela, Gallimard, 2000), Milagro en Miami (Planeta, 2001).