Dice madre que a mí se me hizo esta piel renegrida de andar todo el día de sol a sol, por las trochas; pero abuela, que no, que yo soy negro desde lo del asunto. Ya le explico luego, doctor, de qué asunto habla la abuela.

Las trochas llaman en mi pueblo a los caminos de arriba. Cuando las mencionan, lo dicen así a lo bruto, con un gesto de desgana o como de estar irritados. Pero están ahí desde antes que usted y yo, y que todos. Yo camino por ellas, y algunas piedrecillas y las hierbas y las hojas se me pegan a los zapatos; y hasta me suben, como si quisieran venir conmigo. Entonces corro, y me llevo en las piernas y el cuerpo un pedazo de trocha.

A padre no le gustaba que anduviera por ellas; pero cuanto más le daba a él por gritar y esas cosas que ya le dije, doctor, más me iba yo a recorrerlas. Porque si las trochas quieren venir y subirme por las piernas y el cuerpo todo, andamos ellas y yo acompasados.

¿Aquel día? Después de lo que sucedió, salí corriendo. Me fui a mi lugar, a los caminos de arriba, pasando junto a la fuente así como estaba, descalzo. Sentí la humedad que resbalaba desde el pilón. Es clara el agua, en la fuente, y al escapar de entre los muros, se hace negra en el reposo, se pega a la tierra. Corre y luego se vuelve oscura. Como yo, pensé. Y se me fue luego el pensamiento a lo que veía la abuela, cuando yo dormía y ella andaba a apretar los ojos, pero nada. Contaba que en las noches más frías del invierno se bajaban los lobos a la fuente, allí junto a la casa. Buscando en la noche un agua oscurecida.

¿Que si recuerdo lo que pasó? Los gritos de siempre, doctor, y esas cosas también de siempre. A madre la vi, vi su cara como si le hubiera dado mucho el calor. Pero ella no había andado todavía junto al fuego, solo había tendido la ropa, allí fuera. Siempre que madre vuelve del tendal me pone la mano en el cuello, yo me estremezco entonces y me da la risa, y su cara brilla del aire fresco que ha entrado a la casa, con ella. Su piel, doctor, la piel de madre es casi transparente, y yo se la vi muy roja.

¿La hora? Cuando yo salí por los caminos, estaba el cielo como en llamarada. Los matorrales y los pocos árboles, agachados en sombra, parecían venerar a todas aquellas nubes encendidas. Una lumbre, el cielo, doctor. Eeeh…, no le conté lo del asunto, que decía abuela.

Dice que tosía y tosía yo de muy niño. Se fue madre a no sé qué recado y me dejó en los brazos de Pepa, una vecina. Es una mujer algo curandera y de hierbas, la Pepa esta que le digo. El caso es que me dio la tos; abuela y esa vecina cogieron muchas ramas y…

Abuela entonces le da la vuelta al cuento y sigue por el final. Que llegó madre y, al no vernos, llamó: ¡Pepa, Pepa! Buscó por aquí y por allá, hasta que notó un olor a polvo viejo, azucarado. Entró en la cuadra y se le abrió la boca, eso cuenta la abuela. Ella y Pepa me habían ofrecido, como en altar, al humo del hinojo quemado, y a madre se le abrió la boca cuando vio que todo mi cuerpo niño se había vuelto tan negro. Dijo que era la última vez que les dejaba a la criatura, o sea, a mí, para esas barbaridades; y que se acabó el asunto, eso dijo. Por eso abuela dice que yo soy negro desde el asunto.

Sí, doctor, se fue haciendo de noche, y yo allí fuera. Pensaba en madre, en la casa; pero ya no habría gritos ni nada, eso seguro. Llegó a ser tan de noche que yo ya no veía mis caminos, y las piedras se me venían a los pies más que nunca, y tantas venían que me hacían daño, más duras por el frío y la oscuridad. Me acordé de la covacha, un pequeño entrante en el sitio que llaman de las Medas. Allí me recosté y quedé dormido.

Hasta que me agarraron las hormigas, así, desde muy abajo del sueño, que pensé yo que eran los alfileres de la abuela. Tiene ella muchos de esos, los clava en un trozo gordo de paño que llama acerico. Yo, desde bien pequeño, me quedaba mirando fijamente las manos de abuela sobre esa blandura, y pronunciaba la palabra para mis adentros, a-ce-ri-co, sintiendo los pinchazos sobre la tela mullida. Todo tan en silencio, como si nada, penetrando lo duro en lo blando. Así las hormigas, ahora. Me subían silenciosas y me pinchaban. Yo me acordé entonces del cuerpo de acerico blando y de piel transparente de madre.

Porque padre la pinchaba.

Sí, padre pinchaba aquel cuerpo de madre, le teñía de color las mejillas, y también hacía que se le mojaran muchas veces. Así que ese día, cuando vi la cara de madre con aquel color sin haber encendido el fuego…

No sé muy bien cómo ocurrió. Yo suelo taparme la cara, para que no me entre todo eso que hace padre ni a los oídos ni a los ojos. Pero había esperado la mano y el rostro frescos de madre… Por eso mantuve los ojos atentos. Vi a padre volverse otra vez a ella. El gancho de la lumbre me lo encontré sin querer, mirando que madre no había andado con el fuego; también porque yo tengo una querencia al humo desde aquella, cuando me tiznaron. Cogí el gancho, padre solo vino hacia mí, y… Vino muy fuerte hacia mí.

Cuando volví a casa, después de andar descalzo por las trochas, eran las seis de la mañana y padre ya estaba muerto.

Más sobre el III Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz congregó a alrededor de 250 personas. Foto: Rodrigo Valero.
Acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’. Foto: Rodrigo Valero.

hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, convoca la tercera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, que incluye un primer galardón dotado con 3.000 euros y un segundo reconocimiento dotado con 1.000 euros. Además se establecen dos accésits honoríficos.

Los trabajos, de tema libre, deben estar escritos en lengua española, ser originales e inéditos, y tener una extensión mínima de 250 palabras y máxima de 1.500 palabras. Podrán concurrir todos los autores, profesionales o aficionados a la escritura que lo deseen, cualquiera que sea su nacionalidad y lugar de residencia. Cada concursante podrá presentar al certamen un máximo de dos obras.

El premio constará de una fase previa y una final. Durante la previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará uno o más relatos que, a juicio de sus miembros, merezca pasar a la fase final entre todos los enviados hasta esa fecha. Los relatos seleccionados se irán publicando periódicamente en hoyesarte.com. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas y publicadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.

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Fechas clave

Apertura de admisión de originales: 10 de enero de 2022

Cierre: 24 de junio de 2022

Fallo: 10 de octubre de 2022

Acto de entrega: Último trimestre de 2022