Laura ha vuelto a caer. Siempre dice que esta vez será la última, pero al cabo de dos, tres meses, vuelve al mismo sitio. No lo puede remediar. Mientras conduce va dejando atrás los cielos grises y lluviosos y piensa en su marido y en su hija y en lo mucho que los quiere, pero esto, se convence, no tiene nada que ver con ellos. La habitación está reservada a su nombre. El hotel es íntimo y acogedor, alejado de todo.  

―Entonces, ¿no vienes hoy? ―le pregunta su marido, mientras ella le oye trastear por la cocina.

―Imposible ―responde, entrando en la habitación y desperdigando sus cosas por ahí: el bolso, las llaves, la chaqueta―. Tengo otra reunión en cinco minutos y luego ha surgido una cena a la que no puedo faltar, pero no quiero aburrirte, cielo. ¿Qué tal tú y la niña? ¿Os apañáis bien? 

―¡Todo controlado! He llevado a Martina al parque y he estado un rato con las demás madres. 

―Y, ¿qué tal?

―No sé cómo puedes ir todos los días. Es tan aburrido ―dice él remarcando el tan

―Voy al parque por la niña ―se justifica ella. 

―Una de las mamás me ha dado una invitación para el cumpleaños de un tal Aarón, ¿sabes quién es?

―Él y Martina van juntos a clase desde la guardería, y tú juegas al pádel con su padre. 

―¿Sí? Me suena el padre, pero no le pongo cara al crío ―dice Jorge distraído―. Otra cosa. En el cole me han recordado que hay que entregar el disfraz el próximo lunes, ¿sabes de qué va?

―Jorge, pero ¿tú me escuchas? Te lo enseñé hace unos días. Es el disfraz de medusa hecho con materiales reciclados. 

―¿Eso era un disfraz? ―pregunta Jorge en tono burlón― ¡Pobre Martina! 

―No te rías ―le reprende Laura―, me ha costado hacerlo más de dos semanas. 

―¿Y no hubiera sido mejor comprarlo y asunto arreglado?

―Desde luego que me hubiera ahorrado un montón de horas de trabajo, pero se trata de que la niña entienda el concepto de reciclaje.

―¡Tiene cuatro años, cari!

Laura está a punto de contestar un me encantaría ser como tú, pero no lo hace, en cambio empieza a tener ganas de colgar.  

―Da igual, ya está hecho. ¿Algo más? ―responde con prisas.  

―Sí, una profesora, rubia, bajita, con voz de pito…

―¿Merce, su tutora? 

―Supongo. Me ha dicho que hoy Martina tenía que haber llevado puesto el chándal. 

―¡Claro! Como todos los jueves. Te dejé la ropa fuera, a los pies de la cama. 

―Pues no me di cuenta. Le puse uno de los vestidos que había colgado en el armario. 

―¿Para el ir al colegio?

―Lo primero que vi. 

―¡Madre mía!

―Tú no te preocupes, cari, que yo me encargo. 

―Eso espero. 

―Una última pregunta ―le dice Jorge.

―¿Sí?

―¿Qué toma Martina para merendar?

Laura resopla y pone los ojos en blanco. Después de despedirse, cuelga y deja el móvil sobre el escritorio. 

―Ya está ―dice en voz alta.  

Se gira hacia la maleta abierta que está sobre la cama y piensa en lo que se va a poner. Mira por la ventana. Sol. Mira el reloj. Tiene tiempo de sobra. 

De la maleta saca unos vaqueros gastados, los más cómodos que tiene, una camiseta que ya está un poco vieja, pero le gusta por el tacto suave y unas zapatillas sencillas para caminar. Se cambia de ropa y guarda la tarjeta de la habitación en uno de los bolsillos traseros del pantalón. Al salir del hotel, la luz de la bahía le ciega y la atrapa al mismo tiempo, esa luz tan limpia, tan azul y tan serena que no existe en ningún otro lugar. Solo tarda unos segundos en relajar el ceño fruncido y sonreír. Sube un tramo de escaleras y se da de bruces con las vistas que lleva días soñando. Laura respira profundamente queriendo retener para siempre el olor salado del mar, la frescura de la espuma blanca que todo lo impregna y el salvaje murmullo del Atlántico al caer la tarde. Comienza su paseo sin rumbo fijo y transita entre calles estrechas, fachadas antiguas y plazas que respiran historia. Por aquí y por allá, saca fotos con su móvil de los patios y los balcones acristalados que luego borrará.   

Cuando Laura regresa al hotel lo hace llena de vida y tan ágil que, en vez de tomar el ascensor, sube a pie las escaleras hasta su planta. En la habitación, se descalza y prepara la bañera. Mientras se llena, elige en su móvil la banda sonora de La misión de Ennio Morricone. Luego, se desnuda y va introduciéndose despacio, dejando que su cuerpo se acostumbre poco a poco al agua caliente que casi quema. Ya sumergida, cierra los ojos y pone su mente en blanco, concentrada únicamente en las sensaciones. 

Cuando sale de la bañera, saca del neceser las cremas que nunca tiene tiempo de ponerse y se las va aplicando una a una: reafirmantes, hidratantes, aceites y lociones. Después de colgar el cartel de «No molestar», se sienta en la cama y se da cuenta de lo cansada que está. Laura alcanza el teléfono que está en la mesilla de noche y pulsa la tecla 9 de Recepción.

―¿Me podrían traer mañana el desayuno a la habitación, por favor? A las ocho.

Luego, se retira la toalla del cuerpo y se pone un camisón de satén blanco que en casa nunca tiene la ocasión de ponerse. Se mete en la amplia cama de dos metros. Escucha el sonido que emiten sus piernas al deslizarse entre las sábanas pulcras y recién planchadas solo para ella, para ese momento. Su cabeza va descansando en la almohada mullida y cálida. Toda su piel se arrulla entre los pliegues ligeros de la colcha, buscando la posición perfecta para zambullirse en un sueño salpicado de mar y de azul, mientras casi huele el café humeante que le traerán por la mañana, casi saborea la naranja recién exprimida y casi escucha la mantequilla fundirse sobre el pan crujiente de las tostadas.

Solo entonces, volverá a casa. 

Nadie tiene por qué enterarse. 

Esta es la última vez.  

Más sobre el II Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocaron la segunda edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, dotado con 4.000 euros y cuyo plazo de presentación de relatos concluye el 7 de julio de 2021.

Durante la fase previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha. El relato seleccionado se publicará posteriormente en hoyesarte.com. Este procedimiento se repetirá cada semana, durante las 27 semanas (tantas como las letras del abecedario de la lengua española) comprendidas entre el 2 de enero de 2021 y el 7 de julio de 2021. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.

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Fechas clave

Apertura de admisión de originales: 2 de enero de 2021

Cierre: el plazo concluyó el 7 de julio de 2021

Fallo: 6 de agosto de 2021. Modificado el 14 de julio. Nueva fecha para el fallo: 17 de agosto

Acto de entrega: 21 de agosto de 2021. Modificado el 14 de julio. Nueva fecha para el acto de entrega: 4 de septiembre

Nota de los organizadores publicada el 14 de julio: Dado el gran número de relatos recibidos durante las últimas semanas, que ha rebasado todas las estimaciones, se hace imprescindible modificar la fecha del fallo del premio y del acto de entrega para asegurar que el trabajo de valoración del Comité de Lectura pueda ser realizado en las mejores condiciones posibles y de esa forma garantizar la igualdad de oportunidades de todos los participantes. Muchas gracias por su comprensión.