Abre sus ojos por primera vez en el frío invierno de 1934, más específicamente en la ciudad de Klagenfurt. Su infancia, como la de tantos otros niños de su tiempo, transcurre entre el sonido acompasado de los ejércitos nazis que marchan bajo su ventana y las instrucciones militares para infantes que se imparten en aquellos días; le dicen que hay un enemigo terrible llamado Inglaterra, algo que viene a ser como un panal de avispas, y que esas avispas pueden sobrevolar en cualquier momento los techos de las casas arrojando bombas fulminantes. Su padre, un joven industrial que ha asistido a quemas colectivas de las obras de Marx, y su madre, una pianista de belleza latina que compone versos en secreto, lo mandan a la casa de campo. Allí vive con sus abuelos hasta el verano de 1944, cuando el fogonazo de una bomba destruye parcialmente la propiedad, salvándose de milagro.

En 1952 Hans es un muchacho alto, apuesto y de cabello rubio. Su mirada, azul y fogosa como las aguas del mar, intimida y encandila a las muchachas, que ven en él a un rebelde encantador. Sus padres no están muy contentos con su proceder. Se levanta tarde todos los días, se niega a asistir a las reuniones con las personalidades más eminentes de la ciudad y prefiere pasarse las noches encerrado en su cuarto, dibujando máscaras y flores del trópico. Su padre, que sueña con verlo convertido en un gran abogado, lo abofetea de vez en cuando. Su madre, entristecida, trata de aconsejarlo, diciéndole que lo mejor para él es que ingrese en la universidad. El muchacho, como buen rebelde, lleva dentro de sí un corazón palpitante de bondad. Le asegura a su madre que si no le ponen trabas, si lo dejan ser libre, ella podrá estar segura de una cosa: donde quiera que él esté tratará de ser una buena persona.

Una noche se escapa dejando una carta sobre su cama. Les promete a sus padres que volverá pronto y explica que si se marcha no es para otra cosa que para encontrarse consigo mismo. El padre rompe la carta, pese a las protestas de su esposa, y asegura que a partir de ese momento su hijo está muerto. La madre se desmaya un par de veces y tiene que ser reanimada con sales. Pasada una semana guarda los trozos de la carta en un guardapelos que lleva en el pecho. Sabe que su hijo, al igual que ella, es sensible como un niño pero terco como sus propias intentonas de dominar el piano.

En 1957, Hans Müller aparece en el panorama intelectual de la ciudad de Viena. Sus maneras elegantes pero poco afectadas, su espesa chivera y la extrema devoción que profesa a su pipa de roble, así como sus comentarios burlones y sus amores de ocasión, causan admiración y antipatías entre los jóvenes artistas de la ciudad. Los viejos lo miran como si se hubiera escapado de un manicomio. Uno de ellos, que reconoce su talento, lo tilda de enfant terrible. A Hans los motes lo tienen sin cuidado. Solo quiere convertirse en un gran artista. Ha estudiado la técnica del escultor italiano Marco Buonarotti, el cual esculpe bellos rostros de mujer con huesos de animales; aduce el maestro que “la piedra y el bronce son la triste superficie de un inmenso iceberg de posibilidades”. Inspirado en Buonarotti, adquiere periódicamente grandes cantidades de unas conchas de mejillón azul, con las que comienza la que será, en sus propias palabras, “mi primera -y definitiva- producción artística”.

A partir de ese momento su vida entra en un declive que muy pocos saben explicar. La señora Hanna Levi, su casera, refiere que el señor Hans sale pocas veces de su taller. Algunas veces se asoma con la excusa de la limpieza y lo encuentra cubierto de pies a cabeza por un polvillo blanco, martillando sin cesar.  Las primeras veces la recibe con entusiasmo.  En 1960, cansado de sus intrusiones, le arroja una concha en la cara y le grita que es una hija de puta. La pobre mujer, aterrada, hace énfasis en este hecho, asegurando que el señor nunca había sido tan grosero. Afirma que la obra del escultor, “una horrible figura sin pies ni cabeza”, es la culpable del cambio repentino de su personalidad.

En enero de 1961, Hans Müller es un hombre malgastado por la humedad de su taller. Su espléndida musculatura se ha vuelto flácida. Su cabello rubio ahora parece una estopa de limpieza. El fulgor de sus ojos se ha ido apagando en una mirada desconfiada y cansada. Una mañana de primavera se sorprende a sí mismo, frente al espejo, con una cara de imbécil. Una noche, cenando con la señora Hanna, olvida la forma de tomar la cuchara, hundiendo el cabo en la espesura humeante de la sopa. Ante la mirada atónita de su casera, sonríe vagamente. Al incorporarse de la silla las piernas no le responden y cae pesadamente contra el borde de la mesa.

El escultor Hans Müller muere en el otoño de 1961 en el Hospital General de Viena. Semanas después se revelan los resultados de la autopsia: envenenamiento involuntario a consecuencia de altas dosis de mercurio, plomo y otros químicos provenientes de las conchas de mejillón azul de su primera -y definitiva- producción artística.

Más sobre el III Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz congregó a alrededor de 250 personas. Foto: Rodrigo Valero.
Acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’. Foto: Rodrigo Valero.

hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, convoca la tercera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, que incluye un primer galardón dotado con 3.000 euros y un segundo reconocimiento dotado con 1.000 euros. Además se establecen dos accésits honoríficos.

Los trabajos, de tema libre, deben estar escritos en lengua española, ser originales e inéditos, y tener una extensión mínima de 250 palabras y máxima de 1.500 palabras. Podrán concurrir todos los autores, profesionales o aficionados a la escritura que lo deseen, cualquiera que sea su nacionalidad y lugar de residencia. Cada concursante podrá presentar al certamen un máximo de dos obras.

El premio constará de una fase previa y una final. Durante la previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará uno o más relatos que, a juicio de sus miembros, merezca pasar a la fase final entre todos los enviados hasta esa fecha. Los relatos seleccionados se irán publicando periódicamente en hoyesarte.com. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas y publicadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.

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Fechas clave

Apertura de admisión de originales: 10 de enero de 2022

Cierre: 24 de junio de 2022

Fallo: 10 de octubre de 2022

Acto de entrega: Último trimestre de 2022