Cuando Gainsbourg falleció de un infarto hace justo treinta años (2 de marzo de 1991), la fachada de su casa acabó convertida en un lienzo plagado de grafitis y entre los mensajes que dejaba el personal hubo uno que le habría hecho ilusión leer al gran crápula: “Serge no está muerto. Está en el cielo, follando”.

¿Una familia adicta al escándalo? Puede ser. ¿Una familia sobrada de talento? Sin duda; desde el primer elepé de papá hasta el último de su hija hay mucho donde elegir para demostrar que la creatividad, el arte, el brillo y la gracia han circulado por los genes de esta familia sin par.

Disco

Rest, de Charlotte Gainsbourg

rest gainsbourg

Jane y Serge tuvieron solo una hija, Charlotte (Londres, 1971), pero criaron además a Kate Barry, hija del primer matrimonio de Jane con el compositor de bandas sonoras John Barry (Memorias de África, Goldfinger). Kate, fotógrafa que había tenido problemas con las drogas, se suicidó en 2013 tirándose por el balcón de su casa de París. El dolor por la pérdida llevó a Charlotte a poner rumbo a Nueva York por ver si, con muchos kilómetros de por medio, conseguía recuperar las ganas de vivir.

La desaparición de la hermana trajo el recuerdo de la del padre, y ambas figuras están en Rest, su álbum más personal (esta vez todas las letras son suyas, menos un regalo de Paul McCartney) y también el más francés tras varios discos cantados mayormente en inglés con ayudas de lujo (Jarvis Cocker, Beck). En el fondo, estos 11 temas no dejan de ser chanson clásica envueltos en una producción tan moderna como la que más, con atinados arreglos que refuerzan el intimismo en unos casos y favorecen el baile en otros.

Libro

Elefantes rosas. Gainsbourg, de Felipe Cabrerizo

En términos de popularidad, Gainsbourg fue dios en Francia (“fue nuestro Baudelaire, nuestro Apollinaire”, dijo el presidente Mitterrand) y en cambio prácticamente un gran desconocido fuera de su país; y si no lo fue del todo ha sido y es gracias al éxito y uso planetario de su lúbrico e inmarchitable Je t’aime moi non plus.

Probó todos los géneros (jazz, rock sinfónico, afrocubano, dance, funk reggae, rap…) y en todos dio muestras de una capacidad innata para la melodía pegadiza y los juegos de palabras brillantes. Supo además rodearse de arreglistas enormes, pero como quiera que su lengua era el francés el conocimiento de su obra ha sido siempre minoritario fuera del país galo.

En español hay dos biografías –la inglesa de Sylvie Simmons traducida en Reservoir books y la más reciente de Felipe Cabrerizo en Expediciones polares– que facilitan la introducción a una trayectoria musical que se apuntó a todas las modas sin perder nunca personalidad y dejó discos inolvidables como Gainsbourg percussions, Initials B.B. o Histoire de Melody Nelson.

Es probable que su propia vida, tan llena de excesos, haya contribuido a eclipsar en cierto modo sus hallazgos como compositor y letrista superdotado. Pero es que son un regalo para cualquier biógrafo sus amores, manías, adicciones, pasotes (“I want to fuck you”, le dijo en directo en un programa de televisión a Whitney Houston) y declaraciones (“la fealdad tiene algo superior a la belleza: dura más”, dijo en una ocasión; “mi vida es un triángulo de alcohol, Gitanes y mujeres”, dijo en otra). También sus contradicciones, que le hacían aún más fascinante: se mostraba lascivo sin interrupción y al tiempo era el hombre más pudoroso del mundo; le daba una pereza infinita sentarse al piano y, sin embargo, compuso con éxito y abundancia para todo tipo de artistas. Joan Sfarr, autor de cómics tan estupendos como El gato del rabino, debutó en el cine hace unos años con un biopic más que original (Serge Gainsbourg, vie héroïque) que retrata a la perfección su faceta de icono de la provocación como motor vital.

Película

La bella mentirosa, de Jacques Rivette

Aparte de compositor de bandas sonoras y canciones para el cine, Gainsbourg dirigió e interpretó películas poco convencionales que por lo general no fueron bien recibidas por público y crítica. Charlotte, por su parte, cuenta ya con una amplia filmografía que incluye algunos de los filmes más controvertidos del siempre controvertido Lars von Trier (Anticristo, Melancolía y, sobre todo, Nymphomaniac), aparte de otros trabajos notables con Michel Gondry, Todd Haynes o Alejandro González Iñárritu (21 gramos).

Birkin siempre ha sido crítica con parte de su labor como actriz por haber aceptado muchos bodrios injustificables en los que lucía bellísima. No sabemos qué le parece en concreto La miel (1979), donde compartía plano con José Luis López Vázquez y Jorge Sanz. En el ecuador de su filmografía destaca una de esas películas graves que de vez en cuando despachan los franceses: La bella mentirosa, sobre la mística del artista y su modelo. En ella, el cuerpo (desnudo) protagonista ya no es el suyo sino el de una deslumbrante Emmanuelle Béart cuando aún no había fiado su rostro a la dichosa cirugía estética.