Me acordé de ustedes, claro, y pensé en glosar la actuación de los maestros, en describirles la maravilla que disfrutamos gracias al ciclo Conciertos y Solistas Extraordinarios, organizado por Juventudes Musicales de Madrid con el patrocinio de Telefónica.

Pensé en transmitirles la calidez y calidad del Stradivarius de Joshua Bell, ese sonido de trescientos años que dejó callada e inmóvil como nunca a la platea, su medido atrevimiento en las variaciones o cadenzas del Concierto de Violín, ya de por sí uno de los más exigentes del repertorio clásico, las diez veces que el público hizo salir a saludar a Bell para recoger su reconocimiento. Para qué, me dije. Hay cosas que no son fáciles de contar, y menos para alguien como yo, que se aplicó la reflexión de Pavarotti cuando dijo aquello de que aprender música leyendo teoría musical es como hacer el amor por correo… (conste que soy consciente de que Pavarotti no era un intelectual, precisamente).

Hacerles partícipes

Pero tras el pertinente descanso previo al segundo acto saqué fuerzas de flaqueza, olvidé mis limitaciones y me dispuse a tomar nota de lo que se presumía otra perla memorable. Estas cosas no se pueden contar en el bar, me lamenté, y tengo la suerte de tener a quienes hacerles partícipes y se merecen una crónica a la altura de su sensibilidad musical.

Vaya crónica voy a hacer, me dije a mí mismo. El siguiente recuerdo, sin embargo, es mi imagen de pie, como todo el auditorio, con un hormigueo en las palmas de las manos, calientes de tanto aplaudir, con la excitación futbolera de gritar y escuchar bravos como goles, Riccardo Muti entrando y saliendo, la orquesta levantándose y sentándose, las cuerdas, los metales, las maderas, la percusión, todos saludando.

Lo siento. Me hubiese gustado ejercer de crítico musical, contarles la absoluta precisión de los londinenses, el perfecto ensamblaje de todos los pasajes y fraseos, la exquisita delicadeza del Adagio, la grandeza poderosa del Allegro Molto del Finale, la sonrisa de Muti cuando el público desahogaba sus pulmones entre cada movimiento por no romper la magia del espectáculo interpretativo. Todo eso me lo tuvo que contar al final mi acompañante, porque yo me dejé llevar por el Romanticismo, el musical, que se inventó un tal Ludwig Van Beethoven con su Tercera Sinfonía, la Heroica. Lástima. La próxima vez les prometo que intentaré estar más atento para poder contárselo como Dios manda.

En compensación por mi negligencia les propongo esta semana que sigamos alimentando bibliotecas musicales, llenando discos duros y haciendo crecer playlists, wish lists, y shopping carts.

Entre cajones

Como ya saben, esta sección pretende proponer música nueva, reciente o antigua de todos los estilos y descubrir artistas que no suelen frecuentar lugares comunes. Esta semana, mujeres, bossa nova, country y soul. A ver qué les parece:

 

Rosa Passos & Ron Carter
Entre Amigos / Among Friends
Chesky Record, 2003

Si les gusta la bossa nova, este disco les encantará. Si no les gusta, es un gran disco con el que empezar a saborearla. Rosa Passos, ahijada musical de Joao Gilberto, lleva cuarenta años cantando y reinventando la música brasileña. De Ron Carter, qué decirles; es el bajista por excelencia del jazz de los últimos cincuenta años, junto con Stanley Clarke y pocos más. Tocó durante años con desconocidos como Miles Davis y Herbie Hancock, así que su presencia con Rosa Passos nos da pistas de la grandeza de ésta. Del disco me quedo con una Insensatez, de Jobim, interpretada con tal dulzura y sentimiento que te invade de amor y de esperanza. El saxofón de Desafinado es también una maravilla, y el homenaje al Eu Sei Que Voi Te Amar de Vinicius de Moraes es de quitarse el sombrero. Bossa nova que no cansa y que enamora.

http://www.rosapassosmusic.com/

 

 

Bettye LaVette
A Woman Like Me
Blues Express, 2003

¿Les gusta Tina Turner? Pues la Turner es un ruiseñor comparado con la LaVette. Soul duro, soulful blues le llaman los críticos, gutural, al estilo de Aretha Franklin y de Mavis Staples, con la vena del cuello hinchada, desconocida para el gran público pero aclamada por el público que ella busca.  Sufrió la paradoja de vender pocos discos y llenar todos sus conciertos, así que durante veinte años no grabó nada y se dedicó a cantar en directo. Hasta este disco, seguramente el mejor. Su forma de cantar no deja a nadie indiferente, con el corazón en la garganta y con calidad incluso al desgarrarse. Su Through The Winter es una balada de las que impactan, aunque no sabría decirles cuál es el mejor corte. Otis Redding estaría orgulloso, igual que yo si, como presumo, me dicen que les ha gustado.

Home

 

Alison Krauss & Union Station
Live
Rounder / UMGD, 2002

Hasta ahora la música country no había tenido hueco en esta sección, pero no se me ocurre mejor presentación en Melofilia que con este discazo. Alison Krauss y Union Station en concierto, nada menos. Country moderno, con un barniz de bluegrass –ese estilo tan pegadizo en el que el banjo es protagonista–, que transmite energía y hace que te descubras moviéndote al ritmo de la música en ese viaje por la route-66 americana. Choctaw Hayride es el mejor ejemplo de lo que quiero  decir, y Let Me Touch For A While, y Baby, Now That I’ve Found You, y todas. Alison Krauss es la jefa del country, con una voz preciosa y un sentido musical con mucho gusto y sensibilidad que le ha permitido salir del rancio circuito de este estilo para acceder a públicos mucho más variados. Es uno de los mejores conciertos que pueden ustedes escuchar, comprar y regalar.

http://www.alisonkrauss.com/site.php

 

De sofá y copa de vino

Carol Sloane
Dearest Duke
Arbors Records, 2007

A veces resulta difícil encontrar ese disco que se puede disfrutar desde la primera a la última canción, que acompaña, que relaja, que inspira, que enternece, que emociona, ese disco que parecen tener siempre a mano los protagonistas de las pelis cuando llegan a casa después de una secuencia de mucha acción, o cuando lleva a la chica a su apartamento y le cocina algo mientras comparten un copa de vino, o cuando ella mira nostálgica la lluvia por la ventana mientras se calienta las manos con una taza de café. Pues bien, se lo he encontrado. Una diva de las minorías, doña Carol Sloane, con su voz acogedora y hospitalaria, como una manta en invierno, homenajea a Duke Ellington, uno de los grandes compositores y pianistas de las historia del jazz. Le acompaña, además, Ken Peplowski, midiendo con el saxo la distancia y el tiempo que necesita la Sloane para poder acariciarnos como una madre. En esta ocasión pueden cambiar el vino por el gin tonic y soñar con lo que harían si tuviesen pareja, a esa pareja. Para los que tengan, les propongo que prueben a bailar agarrados en el salón.

http://www.carolsloane.com/

 

El pasado también existe

The Dave Brubeck Quartet
Time Out
Sony, 1959, 1997

Seguramente unos de los cinco discos más importantes de la historia del jazz. De hecho, fue el primero en vender más de un millón de copias, todo un éxito hoy, y mucho más hace cincuenta años. Dave Brubeck al piano y Paul Desmond con el saxo se inventaron una nueva forma de jazz, fresco, fluido, fácil, generoso con el oyente, e influyeron sobremanera en todo lo que vendría después. Destaca el corte Take Five y, tras él, Blue Rondo a la Turc, aunque es complicado destacar unos de otros en este fantástico disco. Al igual que ocurre con Kind Of Blue, de Miles Davis, y A Love Supreme, de John Coltrane, este disco no debería faltar en la discoteca de un aficionado a la música. Además de importante, es bueno, muy bueno.

 

¿Clásicos? ¿Qué clásicos?

Erik Satie – Jean Yves Thibaudet
The Magic Of Satie
Decca, 202

Algún lector me ha invitado a proponer también en este apartado algo distinto a lo normal de vez en cuando y, aunque el objetivo aquí es recordar que los clásicos, incluso si mil veces oídos, siempre serán los clásicos y merecen ser continuamente revisitados y admirados, esta semana les propongo una joyita musical no muy conocida. Erik Satie, un francés del siglo XIX, se atrevió a romper con el estilo hegemónico alemán de entonces y creó una nueva forma de hacer música. Su músico es puro impresionismo conceptual, fue capaz de con unas pocas pinceladas musicales, con la sencillez del minimalismo en sus composiciones, describir los distintos estados de ánimo del ser humano: melancolía, tristeza, alegría, esperanza. Muchas de sus obras han llegado a nuestros días como melodías que nos acompañan en las cosas más habituales, cuando las oigan seguro que les suenan. Sus Gymnopédies y Gnossiennes son buena prueba de ello, y en manos del fantástico pianisto Jean Yves Thibaudet, más aún. Dispónganse a disfrutar esta música íntima, espiritual, cruda, bella. Espero que les guste.

 

La música, como la literatura, es peligrosa. Eso he visto en la obra que Iván Solbes  que nos regala esta semana. Leonard Bernstein decía que la música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido, incluso lo que no que no queremos nombrar ni conocer, añadiría yo. Las llamas del alma, querido Iván. Muchas gracias.

 

 

Buzón de sugerencias

Gracias por sus sugerencias y recomendaciones musicales. Espero poder escucharlas para dar mi opinión en futuras entradas. Mientras tanto, como siempre, les invito a que opinen y compartan con todos los lectores sus comentarios, impresiones y opiniones. Aquí o, claro, en su casa: melofilia@hotmail.com