En sus 17.852 hectáreas de superficie se desarrolla el bosque y matorral mediterráneo, junto con la dehesa, resultado del aclarado de este tipo de bosque para usos agrícolas y ganaderos. El monte bajo está compuesto por jara, brezo, romero, cantueso, tomillo y madroño. El pasto es aprovechado por piaras de cerdo ibérico, ganado de lidia y razas autóctonas, como la oveja merina o la vaca blanca cacereña, tan bien adaptadas a este tipo de clima.

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Foto 2: EOS 5D, EF17-40, 1/200 seg, f/11, iso 200.

Los arroyos, acompañados por alisos, fresnos, álamos, chopos, almez y olmos en su viaje hacia las grandes cuencas, forman pequeños bosques de galería. El sonido del agua, la humedad del ambiente y el canto de los pájaros invitan al descanso y a la relajación.

Estas densas masas de bosque pierden su continuidad por el afloramiento de grandes bloques de piedra, que son aprovechados por la avifauna para hacer sus nidos. En el roquedo del Salto del Gitano, como vecinos en un edificio de una gran ciudad, conviven nidos de diferentes especies. Con unos buenos prismáticos, en primavera, podemos disfrutar del ir y venir de una pareja de cigüeñas negras al nido, donde un par de poyuelos crecen ajenos a la expectación generada en la orilla de enfrente. La cigüeña negra es un animal muy tímido y, en condiciones normales, difícil de observar, de ahí lo especial de este lugar.

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Foto 3: EOS 5D, EF17-40, 1/200 seg, f/11, iso 200.

El vuelo planeante de la colonia de buitres, residente en el roquedo, desafiando al vacío, insufla vida a las frías y agrestes paredes de piedra. En su vuelo circular ascendente también los acompañan alimoches. Otras especies que anidan en los roquedos del parque son el búho real y el buitre negro, una especie difícil de ver por el escaso en número de ejemplares que sobreviven en la Península.

El mirador del Salto del Gitano nos da la oportunidad de evadirnos durante un tiempo, sumergiéndonos en un escenario vivo donde contemplamos en directo las vidas de estas aves sin necesidad de que pierdan su libertad, compartiendo una parte de su intimidad con nosotros.

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Foto 4: EOS 40D, EF500+1.4x, 1/1250 seg, f/7.1, iso 400.

Junto al Salto del Gitano existe otro cortado rocoso, coronado por el castillo de Monfragüe. Esta fortificación fue construida por los musulmanes en el año 811, llamando a estas tierras Al-Mofrag, “abismo”. Es exactamente la sensación que nos invade al subir a lo alto de la torre, mejor conservada, que data de la época cristiana. Nos rodea una gran inmensidad que se pierde en la profundidad del horizonte, sentimos el vacío y los buitres pasan a la altura de nuestros ojos acentuando aún más este sentimiento.

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Foto 5: EOS 40D, EF100-400, 1/800 seg, f/7.1, iso 400.

Monfragüe invita a ser recorrido por senderos que nos acercan a rincones donde descubrimos tesoros naturales como un gigantesco ojaranzo, bosques de umbría, centenarios acebuches, arroyos llenos de vida o vistas espectaculares del paisaje.

El paseo a la caída de la tarde es un placer para los sentidos, el aire se vuelve más fresco y la luz tiñe de un intenso dorado el monte, comienzan a verse las siluetas grises de los ciervos bajando a las riberas, las bandadas de golondrinas alimentándose en un vuelo frenético y acrobático de las nubes de insectos que se concentran sobre las superficies acuáticas y el vuelo planeante de las rapaces iniciando su caza crepuscular.

Una vez más la naturaleza se convierte en un puente que nos ayuda a llegar a la orilla, donde nuestro interior vuelve al equilibrio perdido en nuestra ajetreada vida urbana.

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Foto 6: EOS 40D, EF100-400, 1/400 seg, f/5.6, iso 400.