Cuando en 1924 Breton funda el grupo surrealista a partir del núcleo de Dadá París,  Picabia -miembro destacado del dadaísmo y alérgico a todo movimiento organizado-  sin romper plenamente sus relaciones, se distancia de ellos no sólo intelectual sino físicamente, trasladándose en 1925 de París a Chateau de Mai, cerca de Mougins, en la Costa Azul. A esta época corresponden fundamentalmente sus Monstruos y Transparencias.

Picasso, por su parte, también utilizó de algún modo este pequeño pueblo como refugio, tras la repercusión mediática y el aplastante impacto que supuso el Guernica como retrato denuncia de los horrores de la guerra. A finales de 1937 se alejó de la escena pública, instalándose junto a su mujer Marie Therese y su hija Maya en una casa alquilada en Mouguins. Y fue ya metido en sus 80 años cuando de nuevo se traslada a la zona, en esta ocasión comprando una propiedad y casándose con la que sería su última mujer, Jacqueline Roque. Fue allí donde, el 8 de abril de 1973, después de unos días convaleciente de una gripe, sufrió un infarto que acabó, a los 91 años, con la vida del más influyente pintor del siglo XX.

Otra obra de arte… gastronómica

Y en este escenario de artistas encontramos también una obra de arte, pero en esta ocasión en el ámbito de la gastronomía mundial: Le Moulin de Mougins. Un antiguo molino del siglo XVI restaurado, pintado de blanco puro moteado con pinceladas de color ciruela y convertido desde 1969 en un maravilloso restaurante por Roger Vergé, el legendario chef francés. Con varias salas luminosas abiertas a un aromático y frondoso jardín, Vergé ofreció sus mejores delicias culinarias hasta 2004, fecha en que, tras muchas deliberaciones para elegir a su sucesor, dejó el establecimiento en manos del también genial Alain Llorca, hasta entonces chef del mítico Negresco de Niza.

Este mágico entorno, una carta con tres opciones -clásica, contemporánea o ligera- y una prestigiosa y completísima selección de vinos se complementan con un pequeño pero exquisito hotel donde descansar después de una magnífica velada gastronómica.