Desde luego, hay ciertos viajes que prácticamente nos garantizan esa idea de intimidad. ¿Quién no ha visto alguna vez esas idílicas imágenes de una pareja paseando por una playa al atardecer, acurrucada frente a una rústica chimenea en una cabaña de montaña o simplemente perdidos entre una multitud en algún rincón empedrado de un pueblecito medieval?

Y es que hay sitios, que por sí mismos, casi sin necesidad de poner ni el más mínimo esfuerzo por nuestra parte, parecen estar hechos para enamorados. Hoy proponemos de entre una infinidad de posibilidades 15 destinos variados que por una u otra razón cumplen con esta definición.

El único requisito es asegurarse bien de llevar a la persona adecuada.

Fez, Marruecos.  Ideal para una escapada espontánea. Aunque a menudo está eclipsado por Marrakech, su vecino de moda en el sur, esta ciudad medieval es el alma de Marruecos.

Nueva York. Un retiro urbano. De avenidas bulliciosas, sin embargo disfruta de una zona residencial muy tranquila. Las empedradas calles de la ciudad ofrecen sin duda un interesante estudio de contrastes.

Chassignolles, Francia. Una especie de pueblo secreto. Perdido en la cabecera de un macizo montañoso en el Livradois-Forez, el parque nacional más grande de Francia, a tan solo 100 kilómetros al suroeste de Lyon.

Granada, España. Una propuesta urbano-poético-histórica, con sus estrechas calles moriscas, las montañas nevadas al fondo y, sobre todo, la Alhambra, única e irrepetible. Una experiencia para el espíritu.

Valle de Napa, California. Para disfrutar de un buen vino diferente al nuestro, entre muchas otras posibilidades. Una mezcla perfecta de bodegas, restaurantes y hoteles que parece especialmente diseñada para sibaritas.

Vico Equense, Italia. Un pequeño y encantador pueblo con un castillo almenado de color rosa pálido, junto a impresionantes acantilados y playas de grava en plena costa de Sorrento.

Whidbey Island, Washington. Una bonita zona costera a tan sólo 20 minutos en ferry de las afueras de Seattle Mukilteo. Parece como si fuera la última frontera de la región noroeste del Pacífico, una especie de tiempo perdido en un lugar de enormes secuoyas y tranquilas calas.

Bora-Bora. El prototipo de escapada a un destino lejano. Y es que es cierto que no hay nada como este idílico espacio en el Pacífico Sur, donde los arrecifes forman una barrera de increíbles lagunas de cobalto y los picos volcánicos se elevan por encima de la selva tropical y las playas de suave y fina arena.

Estambul. Un retiro urbano-oriental. Restaurantes al aire libre, bazares repletos de gente, una ciudad hecha para deambular por ella. Y una ubicación, en el Bósforo, frontera con la lejana Asia, que al atardecer parece trasladarnos a otros mundos.

Hobart, Tasmania. El reciente y súbito interés por el original vino de Tasmania y sus múltiples industrias de alimentos artesanales han hecho de esta isla con forma de corazón (un buen punto de partida para un viaje romántico) un perfecto destino gastronómico-chic.

Bali. Una tierra de belleza casi imposible: amplias playas, complicados y barrocos templos hindúes y unos geométricos arrozales situados en terrazas que le dan la apariencia de un infinito un tablero de ajedrez jugando contra la montaña tan cercana.

Kerala, India. Este exuberante estado situado en el sur de India es la cuna de la Ayurveda, una intrincada red de aguas estancadas, en calma, atravesada por nada menos que 44 ríos.

Patmos, Grecia.  Idílica isla griega de tan sólo 14 kilómetros cuadrados, situada en el archipiélago del Dodecaneso y sólo accesible por barco. Tranquilidad absoluta garantizada.

Grenada. En pleno caribe, ya hace unos 200 años el escritor Henry Nelson Coleridge definió esta isla como "un poema". Impresionante el recibimiento que los nativos dan a los barcos que llegan a puerto, sacando preciosas melodías de simples barriles de petróleo. El paraíso de las especias.

Makgadikgadi, Botswana. Un lugar que parece estar situado en medio de ninguna parte. Un paisaje austero muy diferente a cualquier otro lugar de la tierra. Nada de hierba, ni árboles, ni hojas, ni piedras. Nada más que una inmensa superficie lisa de arcilla dura que se extiende por todas las direcciones. Es la tierra de los Pan Makgadikgadi.