La configuración de las calles del centro histórico mantiene prácticamente el trazado original de su época medieval, con tres espléndidos ejes casi paralelos que en su día unían cada uno de ellos con las correspondientes puertas que se abrían en la muralla que circundaba la ciudad antigua. Afortunadamente, Oviedo no sóo ha sabido conservar su patrimonio, sino que lo ha mejorado, en una perfecta sintonía con las necesidades actuales de una cuidad moderna y cosmopolita.

Unos vinitos, un par de raciones en sus originales y atiborrados bares –un bollu preñao y unos choricines a la sidrina, por ejemplo- y emprendemos el camino hacia Santa María del Naranco, apenas a tres kilómetros de la capital asturiana, sobre la ladera sur del Monte Naranco.

Declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en diciembre de 1985, en realidad se trata de un edificio civil, hecho construir por Ramiro I en el 848 como palacio de recreo y descanso y que sin duda representa la pieza más emblemática del Arte Asturiano y del Prerrománico Europeo. De hecho, el edificio reúne una importante serie de innovaciones constructivas resaltadas incluso por las crónicas de la época: bóvedas de cañón, arquerías murales ciegas, contrafuertes…. Es un edificio sujeto a unas exquisitas normas de proporción y armonía y a un cuidadoso estudio estético.

Entre sus muchas peculiaridades, especialmente un par de ellas han servido para levantar durante siglos un sin fin de especulaciones sobre su utilidad práctica: el aposento lateral de oriente que servía como un gran baño y el mirador oriental con un altar exterior dotado de funciones eucarísticas. Actualmente, la hipótesis más extendida sugiere que antes de las grandes batallas los Reyes se retiraban con su séquito a esta singular edificación a meditar, planificar la estrategia, tras lo cual recibían un baño ritual en el aposento lateral y finalmente asistían a la sagrada misa en el altar exterior, ante su ejército en formación.

¿Sería así? ¿O no? En cualquier caso la situación sugiere una excitante y bella escena cinematográfica, que bien podría estar firmada por Ridley Scott o George Lucas.