Entre ellas destaca, sin duda, Temple Bar, una zona del centro de Dublín en la que se concentra la vida nocturna de la capital de Irlanda. Durante el siglo XVIII, la zona fue cobijo de delincuentes y centro de la mayoría de los  prostíbulos de la ciudad. Con el tiempo, este ambiente fue cambiando, pasando a estar ocupado por artesanos de todo tipo, como impresores, relojeros, pintores, escritores, etc.

El barrio

Pero a partir de la Segunda Guerra Mundial el barrio sufrió tal nivel de despoblación que se pensó en tirarlo abajo y construir cocheras para el servicio municipal de autobuses. A esta triste propuesta reaccionó de forma inmediata la clase más progresista de Dublín, alquilando los viejos locales y almacenes para todo tipo de actividades artísticas. Estudios de grabación, tiendas de ropa, productoras de cine, librerías y pubs, sobre todo pubs y restaurantes, surgieron en pocos años como de la nada, obligando a las autoridades a retirar la indigna propuesta de derribo.

Hoy en día en Temple Bar se concentran visitantes de todo el mundo para disfrutar de multitud de locales comerciales variopintos, como el primer restaurante motero de Irlanda, el Thunder Road Café, locales de copas, espontáneos grupos de música tocando en la calle y, sobre todo, un ambiente joven y desenfadado que atrae a las personalidades más diversas sin ningún tipo de frontera.

Un paseo por Dublín

Limitando con el río Liffey, con Dame Street y con la Catedral de Christchurch, Temple Bar se encuentra también a un paseo de la calle O´Connell, la más ancha de Dublín, donde se encuentra la legendaria estatua en bronce en homenaje a James Joyce. También a un paso está  la zona del Trinity College, la universidad fundada en el siglo XVI por la que pasaron Oscar Wilde, Jonathan Swift y Samuel Beckett (Joyce no, porque entonces los católicos no eran muy bienvenidos). Aunque sólo sea por su tradición, su extraño pavimento a base de tacos de madera incrustados en el suelo y sus hermosos edificios de los siglos XVIII y XIX contrastando con esculturas modernas -como la de Henry Moore- ya merece la pena una visita.

Y después, sin dudarlo… A Pint of Guiness en Temple Bar. Cheers !!!

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