El Tolmo de Minateda en Hellín, Albacete, se encuentra situado en un espectacular peñasco elegido por diferentes grupos humanos para llevar a cabo sus asentamientos desde la Edad de Bronce hasta el siglo X d.c. La ocupación más antigua es una fosa común para enterramiento, que se mantuvo en uso hasta la civilización íbera, a base de túmulos y monumentos funerarios.

La ciudad romana de Segóbriga en Saelices, Cuenca, construida en la segunda mitad del siglo I, donde se conservan las ruinas de la antigua ciudad, con los restos del santuario dedicado a la diosa Diana, el teatro, el anfiteatro y, sobre todo, el foro, el centro urbano con su plaza pavimentada, recientemente sacado a la luz.

La villa romana de Carranque en la provincia de Toledo, para muchos arqueólogos el enclave más importante y mejor conservado del final del Imperio Romano, con un gran conjunto de edificaciones realizadas a finales del siglo IV, la iglesia cristiana más antigua de España y el conjunto de mosaicos más impresionantes del Imperio.

La ciudad visigoda de Recópolis, en Zorita de los Canes, mandada construir por Leovigildo en el año 578, conserva un núcleo urbano de gran valor histórico, una muralla conformada por lienzos de sillarejo, y en la parte superior una iglesia y un gran conjunto palatino.

Y por último, el óppidum ibero-medieval de Alarcos en Ciudad Real, con asentamientos fechados entre los siglos V al III. A. C, propios de la cultura ibérica y, por otro, la etapa medieval centrada en el siglo XII.

En definitiva, un recorrido que es toda una lección didáctica de historia, con centros de interpretación fácilmente accesibles para los visitantes y con el añadido extra de que los cinco parques arqueológicos se encuentran ubicados en parajes naturales de gran valor ecológico, con lo que tratándose de Castilla-La Mancha… miel sobre hojuelas.