La muestra está dividida en cinco capítulos temáticos que reúnen obras significativas de la colección del IVAM como ejercicios pictóricos y fotográficos diferentes a través de los que se desea formar el retrato del mar: El mar como figura. Una premisa histórica; En el mar como icono; El mar como distancia; El mar como materia y El mar como desaparición: la línea del horizonte.

El mar como figura. Una premisa histórica reúne desde las imágenes de Joaquín Sorolla a la sensualidad pre-impresionista de Julio González o las vistas disgregadas de Ignacio Pinazo. En el mar como icono se camina hacia el imaginario pop y las manifestaciones publicitarias de Josep Renau Berenguer y de Germanine Krull, los abandonos oníricos de Grete Stern, los ensamblajes disonantes de Richard Hamilton y el maremoto post-clásico de Miquel Navarro.

En la exposición también se contempla el mar como distancia. En este capítulo se agrupan un conjunto de obras que reproducen el tema de lo lejano, como las imágenes apocalípticas del Equipo Realidad, de Robert Frank, de Joan Fontcuberta, de Gabriele Basilico y de Ian Wallace. En ellas, el mar está ahí, delante de nosotros, y, sin embargo, está irremediablemente mucho más allá. Nunca se detiene, es imposible contenerlo.

Así, encontramos en la cuarta sala de la muestra, El mar como materia, encrespaduras plásticas llenas de alusiones a las poéticas informales. Nudos de color en los que se cancelan los detalles: con autores como André Masson, Karel Appel, Juana Francés y Sanleón. Sus relatos se hallan impedidos, son incompletos. Semejanzas diferentes donde se celebra el triunfo de la imprecisión, la cual, a diferencia de la causalidad y de la aproximación, es el ámbito en el que los sentimientos adquieren valores semánticos inesperados, entre superposiciones y matices.

Y, finalmente, El mar como desaparición: la línea del horizonte. Cuando agua, tierra y cielo se rozan dibujando hilos de luz. Aquí, del paisaje marino sólo queda una línea, en la que se depositan éxtasis detenidos: graduaciones de las mismas tonalidades se rozan, se acarician, se encuentran. Es el horizonte, que revela la esencia misma de una lejanía destinada a convertirse en presencia, sin perder su condición. En un primer momento, las olas devoran los límites (en Lothar Schreyer y en Eduardo Arroyo), para adquirir después autonomía arquitectónica en Herbert List, Gerhard Richeter, José Julian Ochoa, Óscar Molina Pérez y Ramón de Soto.

 

Tema común

Muchos artistas han quedado cautivados por el mar, han querido representarlo como símbolo máximo de la realidad pero, también, de la abstracción, ejecutando acrobacias con el fin de cancelar la posibilidad de reconocimiento inmediato y, a su vez, de anular toda presencia. Asistimos a un diálogo con resultados inesperados. En la mayor parte de los casos, los artistas ya no se enfrentan de forma frontal con el tema elegido: al ir más allá de los modelos impresionistas, deciden no unirse al objeto. Se mantienen a distancia. Tratan de utilizar líricamente el agua, aunque tratan de no perderse en el desierto de la abstracción absoluta. Estamos precisamente ante un gran reto poético e incierto. Estamos ante un camino que lleva de lo concreto a lo abstracto. El mar se convierte en un icono habitual y manido que se vuelve desconocido y se encuentra en continua metamorfosis. 

 

Valencia. Pintar sobre el mar. El mar como pretexto: obras de la colección del IVAM. IVAM.

Hasta el 18 de mayo de 2010.