en la exposición Pintura al plato, una iniciativa que pretende demostrar el valor de la cocina como proceso creativo y nueva especialidad artística que huye de la etiqueta de “arte efímero” demostrando que en la cocina existen texturas, sensaciones, colores y sabores que duran toda la vida.

Esponda ha fusionado la cocina española, especialmente la vasca, con la oaxaqueña que lleva en su sangre, utilizando un valor icónico de colores y formas que simbolizan alimentos concretos o determinados ingredientes fácilmente reconocibles en la memoria del espectador.

La exposición, que permanecerá abierta hasta el 5 de noviembre en el Centro de Cultura Casa Lamm de México, está formada por una selección de 25 piezas realizadas en cerámica al óleo, con los platillos como elementos más destacados.

“Hay cosas que he comido que jamás se me olvidan, ni cómo huelen, ni cómo saben", comentó la artista en referencia a la muestra, aclarando además que ha hecho un esfuerzo importante por alejarse de los clásicos bodegones y naturalezas muertas tan apreciados en estilos y siglos pasados.

Y es que, con un empuje ya imparable, la gastronomía actual va evolucionando hacia unos niveles de sofisticación y de participación artística del propio chef que está llevando a considerar la cocina de autor como un arte en sí mismo, en el que el cocinero dibuja, esculpe y hasta barniza sus platos como si de una obra artística se tratara. Basta si no recordar la discutida y polémica inclusión de nuestro gran Ferrán Adriá en la pasada edición de Documenta en Kassel.

En esta línea evolucionista y a través de las propuestas culinarias únicas de los destacados chefs José Luis Uribe, Pedro Eguía, Bruno Oteiza y Mikel Alonso del Biko,  Edurne Esponda ha querido captar y reproducir todo el color, el brillo, el volumen y las texturas propias de cada elemento que componen los diferentes platos propuestos por los cocineros: círculos que recuerdan a sabrosas emulsiones, manchas sueltas que nos llevan a los brochazos que adornan muchos platos, granulados como los contenidos en deliciosas salsas y colores tan rotundos como los rojos de la remolacha o del propio vino tinto, el verde de una salsa donostiarra o los sepias de unos magníficos chipirones.

En definitiva un espectáculo visual de formas y colores en una colección de pintura fresca y divertida que de ningún modo deja indiferente al que la visita.