autor al que la Fundación Mapfre le dedica su primera y más completa retrospectiva realizada hasta la fecha en sus salas de exposiciones de Azca en Madrid, para dar a conocer las claves de este fotógrafo, consagrado por la crítica internacional pero casi desconocido en España.

 

¿Existe un antes y un después en su carrera con esta primera retrospectiva sobre su obra?

Lo que suele pensar la gente es que algo va a cambiar en mi forma de trabajar pero, sin embargo, es muy difícil medir de manera tangible cuál puede ser el impacto de tu obra. Lo que espero es que con esta muestra la gente tenga la posibilidad de enfrentarse con su propia sensibilidad, con sus propias ideas preconcebidas, sus ideas… en definitiva, plantear un diálogo para cambiar sus percepciones poco a poco.

¿Cree, por tanto, que el arte o, en concreto, la fotografía puede intervenir activamente en la política y en la sociedad?

Como artista, sería arrogante decir que vas a cambiar algo en el mundo, pero si cada uno de nosotros intentamos presentar nuestra obra de una manera honesta, poco a poco pondremos nuestro granito de arena para cambiar las cosas e ir en una dirección mejor. No conviene tener ambiciones demasiado grandiosas respecto a la obra que haces. Si ocurre y cambias algo, fenomenal, pero no creo que sea útil declararlo y decir que con el arte se puede cambiar el mundo.

Pero, sin embargo, usted se encuentra en una situación privilegiada para valorar las dificultades de algunos países, puesto que ha vivido en ciudades subdesarrolladas, pero también en Nueva York o Suiza…

Es cierto que mi educación y mi situación ha sido privilegiada. El hecho de viajar a lugares donde la gente tiene dificultades para vivir, como los campos de refugiados de Sudán, donde sabes que, aunque la gente no se puede ir, tú puedes marchar de un sitio a otro cuando quieras, al principio me hacía sentir culpable. Llegó un momento en que me di cuenta de que eso no tenía sentido y de que lo que tenía que hacer era utilizar ese privilegio como una ventaja. Gracias a eso, y a tener unos padres de países diferentes, lo cierto es que me siento conectado y cómodo en casi cualquier sitio.

¿Y qué encuentra más difícil de estos viajes?

Lo más difícil para mí es la transición anterior, cuando paso de un sitio a otro, la distancia, las diferencias entre unos sitios y otros… la verdad es que es algo difícil, es un trayecto psicológico muy duro. Cada sociedad tiene sus pro y sus contras, sus puntos débiles y fuertes. No se puede comparar una sociedad con otra, no tiene nada que ver.

¿De qué se compone el equipo que lleva consigo Fazal Sheikh cuando afronta un proyecto? ¿Cámara digital o analógica? ¿Una o varias?

Tengo varias cámaras pero todas analógicas, a la antigua, aunque en algún momento de los próximos años probablemente no tenga más remedio que empezar a utilizar equipo digital, pero me interesan y utilizo procesos muy sencillos.

Entonces, ¿dónde revela?

Normalmente revelo cuando llego a casa, aunque en algunos sitios, como en India, sí lo he hecho, depende de la oportunidad que tenga. Es igual que con el medio digital, el tener la oportunidad de ver pronto las fotografías que has tomado y dar el siguiente paso informado está muy bien. Antes, se tomaban las imágenes, volvías a casa, tenías tiempo para revelarlas y entonces se producía un desfase, volvías en un segundo viaje al lugar de las fotografías.

¿Cómo cree que ve la gente su obra?

A veces, cuando la gente ve mi obra le cuesta conectar con ella porque en cierto modo es como situarte tú mismo en una posición vulnerable. A mí me preocupa y no me gusta la idea de presentar al retratado de una manera compasiva o que dé pena. Puede ser complejo, pero espero que las imágenes resulten aleccionadoras y positivas.

¿Cuáles son las imágenes más duras que ha tomado?

Las imágenes más fuertes son las que ni siquiera te puedes imaginar. Son aquellas que la gente muestra de manera espontánea, que tú reconoces y que nunca habrías intuido desde el principio.