En las obras de André Derain (1880-1954), Balthus (Balthasar Klossowski, 1908-2001) y Alberto Giacometti (1901-1966) subyace una continua revisión de los códigos de representación de la pintura: el estilo, el claroscuro, la claridad formal del dibujo y la geometría. Los tres se insertan a contrapelo en la figuración y reivindican el pasado en un entorno artístico que consagra los movimientos abstractos y el surrealismo.

Las miradas de estos tres artistas, nunca antes confrontadas, coinciden en la misma exigencia de lo que debe ser la obra de arte. Mucho más allá de la admiración mutua y el sincero afecto que les unieron durante toda su vida, la profunda comunidad estética que existe entre ellos es el hilo conductor de la exposición.

Su recorrido se inicia con La mirada cultural, en la que pueden admirarse obras que representan la visión común que tienen estos tres artistas y que dirigen a la tradición figurativa y a las culturas primitivas, y cuyo fruto son obras que mezclan simultáneamente estas influencias, como Le Joueur de cornemuse (El gaitero) de Derain o Femme qui marche (Mujer que camina) de Giacometti. Prosigue con las Vidas silenciosas de sus paisajes, figuras y bodegones, que repasan los códigos de representación en la historia del arte, desde el neoclasicismo hasta Courbet y Corot.

En la sección El Modelo se incluyen los retratos cruzados realizados a amigos y modelos comunes. Mientras que en Entreacto introduce a los visitantes en el mundo del espectáculo, en el que los artistas se convierten en libretistas, decoradores y figurinistas. En este apartado se encuentra un extenso número de obras que muestran la participación de Derain en la creación de decorados y figurines para ballet y teatro.

Las obras que se incluyen en El sueño, visiones de lo desconocido unen el tema clásico de la mujer acostada con el tema del sueño, en una síntesis de tradición y modernidad. Las jóvenes pintadas, figuras dormidas o soñadoras –Derain, Nu au chat (Desnudo con gato); Balthus, Jeune fille endormie (Muchacha dormida)–, lánguidas o incluso extáticas –Balthus, Les Beaux Jours (Los días felices), se entregan con indolencia a la mirada del espectador.

En Balthus el tema del sueño abre la puerta de lo imaginario a la realidad, mientras que en Giacometti la escultura-ideograma condensa la ondulación del cuerpo femenino y la suavidad de un paisaje apenas descubierto. Por último, el apartado La garra sombría reúne las obras marcadas por una investigación de las posibilidades de la realidad frente a la tragedia de de la Segunda Guerra Mundial.

Esta exposición, concebida por el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris, Paris Musées, se ha organizado con Fundación MAPFRE y está comisariada por Jacqueline Munck, conservadora jefe del Musée.

La muestra, fruto de varios años de investigación y estudio, ha contado con el apoyo de numerosas colecciones particulares e instituciones internacionales, entre las que destacan la Fondation Giacometti, París; Musées d’Orsay y de l’Orangerie, París; Albright-Knox Art Gallery, Búfalo; Minneapolis Institute of Art; The Pierre and Tana Matisse Foundation, Nueva York; Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, Washington D.C.; Musée Picasso, Antibes; Musée National Picasso, París; Musée d’Art moderne de la Ville de Paris; Tate, Londres; Fondation Beyeler, Basilea, o Kunsthaus, Zúrich.

En sus mismas palabras

Derain, Balthus y Giacometti siguen pautas similares en su trabajo, sobre todo en cuanto a su visión común del pasado del arte. Los tres comparten un fuerte anhelo de modernidad, se interesan apasionadamente por la pintura antigua y el arte de las civilizaciones lejanas, sienten fascinación por «las fuerzas oscuras de la materia» (Derain) y, en general, prestan mucha atención a la realidad «maravillosa, desconocida» que tienen ante sí (Giacometti).

En 1920, cuando vuelve del frente, Derain es un artista de gran éxito. Tras haber sido uno de los más importantes entre los fauvistas, aquel movimiento que a principios de siglo había creado un arte basado en colores puros y brillantes, su mirada se dirige a la tradición y a los secretos de la pintura, dirige su atención hacia un estilo realista que se conoce como “estilo bizantino”.

A principios de los años 1930, Giacometti y Balthus, dos artistas de una generación más joven, quedan fascinados por este Derain diferente, radicalmente nuevo pero a la vez atento al arte del pasado. Las visitas a los estudios y las conversaciones van trabando una amistad entre los tres, que se consolida con los sucesivos encuentros y proyectos.

A través de la pintura y la escultura de Derain surge un verdadero afecto entre los tres, basado en una admiración recíproca de la que darán fe Balthus y Giacometti a lo largo de su vida, ya que Derain será el primero en fallecer, y el mayor y referente en esta relación.

  • Balthus sobre Derain: «Le conocía bien. Era uno de los hombres más extraordinarios con los que he tratado nunca». Nicholas Fox Weber, Balthus. A biography.
  • Balthus sobre Giacometti: «Alberto era como dos personas. Una persona que era él mismo y otra que se reía de sí mismo». Nicholas Fox Weber, Balthus. A biography.
  • Giacometti sobre Derain: «Derain es el pintor que más me apasiona, el que me ha aportado más y me ha enseñado más desde Cézanne; para mí, es el más audaz». Alberto Giacometti. Derain, Derrière le Miroir, 1957.