Pikovaia dama fue estrenada en el Teatro Mariinski de San Petesburgo en 1890, con libreto del hermano del compositor, Modest Ilich, quien se basó en un libro de Aleksandr Pushkin de título La dama de picas. Este escritor fue el gran impulsor de la literatura rusa, pero, además, sus obras fueron fuente de inspiración para múltiples óperas para compositores como Stravinski, Rachmaninov, Rimski-Kórsakov, Glinka, Mussorgsky o Dargomijski, entre otros, o como el francés Halevy, que compuso en 1850 una ópera sobre el tema que nos ocupa titulada La reina de espadas.

Pushkin como inspiración

El libreto se aparta en varios aspectos del libro de Pushkin, y relata la obsesión por el juego de un militar (Hermann) enamorado de Lisa, nieta de una condesa, de quien se dice que posee el secreto de las tres cartas que harán ganar siempre en el juego a quien las conozca, aunque cuando la condesa sea interrogada al respecto por tercera vez morirá. Hermann será el tercero (previamente, la condesa ya lo había hecho con su marido y un amante). Cuando Hermann le interroga al respecto, la vieja condesa muere sin revelarle el secreto, pero posteriormente se le aparece su espectro y le comunica las tres cartas (tres, siete y as). Mientras tanto, Hermann había conseguido enamorar a Lisa, a pesar de que ella estaba comprometida con el príncipe Yeletsky, pero nuestro militar ya solo piensa en el juego, lo que inducirá a Lisa al suicidio.

Hermann juega a las cartas teniendo como oponente a Yeletsky y gana con el tres y el siete, pero finalmente en la tercera aparecerá la dama de picas (en cartomancia significa malevolencia secreta) y Hermann se suicida.

Amor, fatalidad, perdición por el juego, destino, secreto, junto a referencias musicales a Mozart y Bizet, combinado todo ello con ambientes de la vida social de la época en Rusia, son descritos por Tchaikovsky con una música de gran belleza. Sin abandonar sus raíces, el compositor se distingue del grupo de los cinco por tener una influencia sinfónica alemana y un cierto afrancesamiento bastante al uso en su tiempo en Rusia.

La producción (Gilbert Deflo) que presenta el Gran Teatro del Liceu de Barcelona es una reposición de la que se presentó en las temporadas 1991-92 y 2002-03. Nueve escenas diferentes para los tres actos que provocan que, aparte de los dos entreactos, se produzcan algunos intervalos en la representación. No parecieron excesivos y a situaciones similares he asistido en el Met de Nueva York.

Los decorados son de corte clásico y, si bien no producen la impresión del año 92, resisten bien el paso del tiempo. La puesta en escena viene condicionada por un cambio de última hora y quizá por la falta de ensayos. Misha Didyc (Hermann) sustituyó al anunciado y esperado Ben Heppner. Didyc mostró tener una bonita voz y gran estilo de canto, pero no posee la amplitud ni el volumen suficiente para ser un referente en este papel. Hace un año y medio tuve oprtunidad de ver a Heppner en este papel en Nueva York y, aunque ya no estaba en su mejor momento, me pareció mucho más adecuado que su sustituto.

Condesa admirable

Lado Atanelli, en su doble papel de Tomski y Zlatogor, no tuvo el mejor de sus días, y decepcionó en las dos bellas intervenciones que para este papel compuso Tchaikovsky. Ludovic Tezier fue un correcto Yeletsky que no logró redondear en la brillante página que a este personaje le corresponde.

La condesa fue interpretada admirablemente por Ewa Podles, tanto desde el punto de vista teatral, que fue entregado, intenso y creíble, como del musical, que hizo que pudiéramos disfrutar de sus cualidades de emisión y la todavía indudable calidad timbre de su voz.

Emily Magee fue una Lisa discreta y tuvo algunos problemas con Didyc en el dúo del primer acto, seguramente debido a la falta de ensayos por la tardía incorporación del tenor.

Del resto de los cantantes, en el marco de la discreción general, destacar a Stefania Toczyska (gobernanta) y a Emily Zaremba, quien asumió el personaje de Polina.

El coro masculino obtuvo un rotundo éxito en la escena de las cartas del tercer acto, mientras que las féminas estuvieron en una línea más irregular. Michael Boder dirigió a la orquesta, no logrando, excepto en la introducción del tercer acto, la implicación y la emoción que requiere la brillante partitura.

Barcelona. Pikovaia dama. Gran
Teatro del Liceu
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19 de junio de 2010.