Comienzos del siglo XX: época de agitación. La sociedad está marcada por el miedo y la esperanza. Los primeros desertores, entre los que se encuentra el joven Hermann Hesse, buscan su paraíso y lo encuentran en el sur de Suiza, en Monte Verità. Los reformadores se despojan no sólo de sus ropas sino también del corsé mental que amenaza con estrangular a la sociedad.

En 1906, la joven madre Hanna Leitner siente como se ahoga, obligada a cumplir un papel social encorsetado y lleno de limitaciones. Para escapar de su “noble” vida también huye a Monte Verità, donde descubrirá la naturaleza idílica y, con valentía, se atreverá a dedicarse en cuerpo y alma al arte. Dividida entre los sentimientos de culpa hacia la familia que dejó atrás -¿podrá volver con los suyos sin renunciar a sí misma?- y la fascinación de una vida en la que puede tomar sus propias decisiones, Hanna descubre no solo su pasión por el arte de la fotografía, sino también su propia voz.
 
La fotógrafa de Monte Verità cuenta la historia de una mujer valiente que, torturada por su conflicto interior, encuentra su propio camino. Este drama histórico basado en hechos reales da lugar a la pregunta, que como recuerda su director Stefan Jäger lamentablemente sigue plenamente vigente, de cuánta autodeterminación se le permite tener a una mujer en su vida sin ser abiertamente criticada por la sociedad.

Encuadres, diálogos, la incontestable belleza de los lugares reales en los que la acción transcurre hacen que la película cale hondo en el espectador. Para que esa huella permanezca juega papel clave Maresi Reigner, la protagonista, que se declara atrapada por la magia del entorno en el que se realizó el rodaje: “Desde el principio para mí fue un lugar que irradia algo muy poderoso. Hay una energía fuerte pero también paz y una gran magia. Ver y experimentar las huellas de ese tiempo con tanta inmediatez me conmovió. La naturaleza salvaje también me recordó mi propia infancia. Crecí junto al Danubio, con sus prados. Para mí ese siempre fue un lugar poderoso: los árboles, el agua, el viento… Junto a todo eso, en Monte Verità también sentí todo lo que debió pasar allí en el siglo pasado y cuánta energía creativa aún se almacena allí hoy. Por otro lado, la forma de vida en Monte Verità es muy moderna: comida vegana, igualdad entre la mujer y el hombre, las formas de la libertad, el amor libre y cualquier tipo de amor, sin juzgarlo, pero teniendo la libertad de decidir. Para mí todo eso no puede ser más moderno”.

Por su parte, al referirse a los orígenes de la película, Stefan Jäger recuerda que “desde la primera vez que estuve en Monte Verità, a finales de los años 80, las imágenes en mi cabeza han permanecido y me han acompañado a lo largo de los años. Cuadros de silencio y concentración, pero también de caos y despertar. Durante mucho tiempo dudé si todo era consecuencia de la dicha que me provocaba la contemplación de aquella colina cerca de Ascona donde los artistas encontraban inspiración, o si yo mismo había encontrado realmente una fuente que pudiera influir en mi creación artística. Cuando la autora Kornelija Naraks se acercó a mí con el material supe que era para mí. Vi que a través de su mirada en este lugar había sucedido algo que siempre me ha interesado en el cine como es la posibilidad de narrar temas del pasado relacionándolos  con nuestro presente”.

Retorno a la naturaleza

La historia real de Monte Verità es la del retorno a la naturaleza. En 1900 siete hombres y mujeres se dirigieron a los Alpes suizos en busca de un lugar donde dar forma a su ideal de convivencia. Encontraron una colina cerca de Ascona, un pequeño pueblo del cantón de Tesino. Desde su cima se divisaba un amplio horizonte sobre el valle y el lago Maggiore.

Entre aquellas personas figuraba Henri Oedenkoven, hijo de un próspero industrial belga, y su pareja, Ida Hoffman. Compraron la propiedad y le dieron el nombre de Monte Verità: el Monte de la Verdad.

En pocas décadas aquella iniciativa se convirtió en deseado destino para artistas e intelectuales que buscaban un refugio espiritual y creativo. Entre los bosques y las colinas que dominan el Lago Maggiore encontraron un lugar para imaginar y crear un nuevo mundo.

La historia de Monte Verità es, por tanto, una historia pionera en la que algunas de las personalidades más importantes del siglo XX entraron contacto directo con la naturaleza, reflexionando sobre la necesidad de que el hombre construya un estilo de vida en armonía con el planeta. 

Cuna de una existencia basada en los ritmos primitivos, la película cuenta cómo este lugar se convirtió en el laboratorio de una nueva cultura, nacida como respuesta al conformismo burgués y al pensamiento dominante, que atrajo a pensadores y anarquistas, filósofos y teósofos, hombres de letras, artistas y arquitectos de todo el mundo. Quienes acudieron asumieron un modelo de vida comunitaria promovido por el movimiento alemán de la Lebensreform (reforma de la vida).

En su organización social, basada en el sistema cooperativo, primaba  la emancipación de la mujer, la autocrítica, nuevas formas de cultivar la mente y el espíritu y la unidad del cuerpo y el alma. La intensidad de los ideales únicos fusionados en esta comunidad era tal que pronto se corrió la voz y se convirtió en una especie de sanatorio frecuentado por teósofos, reformistas, anarquistas, comunistas, socialdemócratas, psicoanalistas, personalidades de la cultura, escritores, poetas, artistas y, finalmente, emigrantes de ambas guerras mundiales.

Entre la multitud de personalidades que allí se dieron cita y declararon haber encontrado un refugio espiritual y creativo: Raphael Friedeberg, el príncipe Peter Kropotkin, Erich Mühsam, que declaró a Ascona ‘’la República de los sin techo’’; Otto Gross, que planeó una ‘’Escuela para la liberación de la humanidad’’; August Bebel; Karl Kautsky; Otto Braun; Hermann Hesse; Jean Arp; Paul Klee; Mary Wigman; Isadora Duncan; Hugo Ball; Hans Arp; Rudolf von Laba o Carl Gustav Jung.  

La vocación de quienes acudían al Monte Verità representa la primera reacción histórica real a los consecuencias de la modernidad. Todo se analizó críticamente: el progreso tecnológico y científico que condujo a la industrialización y la urbanización, el individualismo y la explotación de los recursos naturales, las brechas sociales, la represión de las opiniones diferentes y el militarismo.

El sueño de un nuevo mundo en armonía pastoral tiene sus raíces en el mito del “buen salvaje” y se mezcla con los temas difundidos por Paul Signac y Camille Pissarro a través de sus obras. Los artistas de Monte Verità, desde Segal hasta Arp, se han nutrido de la misma utopía, llevándola hacia nuevas formas, que les condujeron del naturalismo a la abstracción.

La fotógrafa de Monte Verità capta ese ambiente. “Quiero llevar a los espectadores emocionalmente al personaje de Hanna -declara su director-, acompañarla y permitirles sumergirse en un mundo que fue fundado por una pareja de idealistas con el objetivo de permitir la recuperación (psicológica y física) de cada individuo para, al final, poder conocerse mejor a sí mismos. Al hacerlo quiero llegar a todos los géneros e identidades, porque nuestras preguntas son universales, inmediatas y actuales”.

La fotógrafa de Monte Veritá

Dirección: Stefan Jäger

Guion: Kornelija Naraks

Intérpretes: Maresi Riegner, Max Hubacher, Julia Jentsch, Hannah Herzsprung, Joel Basman, Philipp Hauss, Daniel Brasini

Fotografía: Daniela Knapp

Música: Volker Beltermann

Suiza / 2021 / 116 minutos

Distribuidora: Surtsey Films