Esta entrevista se establece cual encaje de bolillos en una agenda que le deja menos de 20 minutos para descansar antes del concierto. Así de generoso es Jordi Savall.

Entregado a la música antigua desde hace más de 40 años, es violista de gamba, director de las formaciones Hespèrion XXI, la Capella Reial de Catalunya y Le Concert des Nations, y sin duda alguna, uno de los musicólogos españoles de más prestigio internacional. Savall es a la música antigua española lo que el Departamento de Investigación de la Biblioteca Nacional al castellano antiguo o el de Restauración del Museo del Prado al arte.

En las distancias cortas el maestro tiene una mirada tierna y apacible, que esconde bajo unas gafas redondas y pequeñas propias de otra época. Es de esas personas que desprende una inmensa sabiduría en cada gesto, una percepción que se reafirma con cada palabra. Habla bajito, con un acento del mundo (no es catalán, no es francés ni inglés), con vocabulario sencillo y con toda la tranquilidad del mundo.

Intérprete, director, divulgador, investigador… ¿en qué faceta se siente más cómodo?

Músico. Es el nombre que incluye todas ellas. Como director soy músico, como violista soy músico, como investigador es mi parte musical la que investiga, la que enseña, la que trabaja, la que graba…El núcleo que hace mover todo es la música.

¿Se siente defensor de la música olvidada?

Siempre he sido un amante más que un defensor. Nadie ha atacado a la música en sí. Lo que sí he sido es un divulgador de instrumentos olvidados como la viola de gamba, y sobre todo, de músicas de todas las épocas que necesitamos para nuestra alma, para nuestra vida y para nuestro espíritu por su belleza, por lo que nos explican de nuestro pasado: de esas vivencias y de esas emociones únicas que ya no se repetirán nunca.

¿Cómo siente usted la viola de gamba, el instrumento que especialmente ha recuperado?

La viola de gamba es quizás de todos los instrumentos el que siempre se ha considerado, entre el Renacimiento y el Barroco, como el instrumento más cercano a la voz humana. Hoy en día en su lugar hablamos del violonchelo, pero no hay que olvidar que empieza a tener una voz solista a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la viola de gamba comienza ya su ocaso. Así, durante todos los siglos XVI, XVII y parte del XVIII la viola de gamba es el instrumento que exprime con más belleza las emociones del ser humano: la dulzura, la tristeza, la melancolía… Me gusta recordar como ejemplo más característico La Pasión Según San Juan de Bach, donde la viola de gamba toca una sola aria. En esta obra de Bach es donde está todo terminado, donde Jesús muere. Es la viola de gamba la que tiene la voz y la que tiene que dialogar con el contratenor para expresar toda esta tristeza y todo este momento tan emocionante.

Música antigua vs. otras artes

¿Cree que no se valora de la misma forma la música del siglo XVI o XVII que la pintura o la arquitectura perteneciente a estos siglos?

En nuestro país, la música siempre ha tenido un rol de pariente pobre por el hecho de que necesita siempre de un intérprete. Así, si no tenemos intérpretes que la ejecuten bien no podemos conocer y apreciar la música del Renacimiento o la antigua. Todavía es necesaria una labor muy importante para desarrollar esta interpretación y muchas veces las personas que no son conocedoras no consideran esos patrimonios tan importantes como en realidad son. Creo que España tiene un gran repertorio medieval, renacentista, del siglo XVIII… Todo lo perteneciente al medievo y al Siglo de Oro. Es un patrimonio que en gran parte aún está por conocer y aquí las autoridades tienen una responsabilidad muy grande porque tendrían que ayudar a los intérpretes a estudiar, a grabar y dar a conocer estos patrimonios.

¿Se necesitan más escuelas de música antigua para estos intérpretes?

En este momento hay muchos intérpretes que han estudiado en grandes escuelas en España como la escuela Superior ESMUC o incluso fuera: en Suiza, en Holanda, en Bélgica, en Alemania… Ese no es el problema. El problema es que muchos intérpretes no pueden ganarse la vida haciendo conciertos porque no tienen ninguna ayuda, porque sus medios para crear conjuntos y trabajar son insuficientes, y no tienen ningún apoyo de las ciudades en las que están trabajando. Creo que estos instrumentos antiguos requieren de una tarea para la que habría que concienciar a los responsables culturales: ya sea del Estado, ya sea de las provincias, de las diputaciones, etc.

Usted, que está más fuera que en España, ¿en qué lugar estamos en relación a otros países de Europa en cuanto a música antigua se refiere?

España, con relación a otros países, tiene uno de los patrimonios del medievo renacentista más importantes del mundo. En el Barroco ya tenemos menos importancia y en el siglo XVIII no tenemos el mismo impacto quizás que los compositores de países como Italia, Francia o Alemania. Pero a nivel de intérpretes, en España, aunque hay buenas formaciones y también buenos solistas y pequeños grupos estables, no hay una presencia española en el exterior que sea realmente fundamental.

Quizás mis grupos y yo seamos los que tenemos una presencia constante porque llevamos una media de 140 conciertos al año y esto nos sitúa con regularidad en Roma, en París, en Ámsterdam… También es cierto que hay algunos grupos que están empezando y que están haciendo cosas interesantes, aunque les falta este apoyo institucional. Todas las orquestas del mundo están ayudadas por las instituciones estatales y por eso la competencia es imposible. Es algo que hay que tener muy en cuenta. En España ayudamos a todo el repertorio clásico o romántico y lo que es más nuestro, ese repertorio barroco y renacentista, no tienen ayudas. Creo que esto es una falta grave realmente.

¿De dónde saca tiempo para 140 conciertos al año, seis grabaciones de discos y un sello propio?

Cuando hay mucha ilusión, cuando hay mucha pasión y cuando uno disfruta mucho haciendo las cosas, se saca tiempo. Además, tengo un equipo de 14 personas en Barcelona que ayuda a que esto funcione. Mis tres conjuntos ya tienen una antigüedad y los músicos ya nos conocemos desde hace años. Esto es una maquinaria bien rodada y que funciona muy bien.

El Nuevo Mundo

¿Si de la música antigua aún queda mucho por conocer en España, de la música del Nuevo Mundo mucho más?

Ese es precisamente el rol que España podía tener en el mundo si fuera consciente de sus riquezas [el de dar a conocer otras músicas como la del Nuevo Mundo]. Somos el país europeo que tiene más contactos con el exterior: con el mundo mediterráneo, con el mundo oriental por la época del Al-Ándalus, con el mundo europeo a partir del reinado de Carlos V y, además, con el Nuevo Mundo. Si cuidáramos de esto último podríamos permitirnos –que es lo que estoy haciendo en mis últimos conciertos en España–, unir las fuerzas de grupos de diferentes partes de España con músicos de México, Colombia, etc. Eso es lo que hago yo con la agrupación Tembembe Ensamble Continuo. Unimos nuestras fuerzas y es maravilloso. Se trata de un proyecto de memoria histórica pero también de creación actual porque lo que es bonito de esas músicas es que al mismo tiempo que conservas esta memoria histórica creas una dinámica de renovación y de creatividad porque esas músicas necesitan de la improvisación, de darse al momento con toda la riqueza del instrumento.

¿Qué poso dejan estos sones?

Lo más bonito es recordar que todas las músicas expresan el alma de los pueblos que las crean. Cuando escuchamos estos sones o estos villancicos escuchamos las voces criollas, las voces los negros que iban a la iglesia y a los que les hacían cantar las coplas, las voces de los indianos que también se unían… Escuchamos las voces de esos pueblos que creyeron que la música era un lenguaje para hablar con Dios, para poder disfrutar y para poder compartir, entre otras cosas. Nos recuerdan que son las músicas que han servido a unas personas para sobrevivir.

¿Qué momento de su carrera recuerda especialmente?

Evidentemente la película Todas las mañanas del mundo fue un momento de máxima difusión. Poder hacer la música para una película que han visto millones de personas en todo el mundo ha sido una forma de abrir puertas y ventanas. Estoy muy orgulloso de haber hecho esto porque además lo hicimos con todo el rigor y toda la exigencia que conllevan estas músicas. Creo que el mundo de la música barroca se ha beneficiado mucho de Todas las mañanas del mundo y hoy en día hay muchísima gente en todas partes que va a conciertos, que les gusta esta música, que la estudia y la toca gracias a haberla descubierto en esta película. Me siento muy orgulloso y pienso que ha sido un milagro haber sido escogido para hacerla.

¿Cómo se describiría usted?

Creo que la música nos transmite siempre una paz interior, un equilibrio y una fuente de energía y de armonía. Creo que cuando tienes la posibilidad de hacer música y estar siempre al lado de grandes maestros como Bach, Monteverdi y tantos otros, algo te toca.

Para poder interpretar la música tienes siempre que controlarte, que encontrar una gran paz para poder sacar lo que llevas dentro y poder expresarlo con la máxima libertad. Por tanto, el oficio de músico implica conocerte a ti mismo y controlarse. Un buen músico es una persona que sabe expresar con la música lo que es. Para transmitir belleza, emoción y paz tienes que llevar todo esto dentro porque si no no lo puedes transmitir.