Volcado en sus inicios, a comienzos de los años cincuenta del pasado siglo, en una pintura de paisaje de signo expresionista, Ortiz de Elgea fue un pintor precoz y autodidacta. En sus primeras obras estuvo influido primero por el paisajismo de la Escuela de Madrid, sobre todo por la obra de Benjamín Palencia, y después por el informalismo abstracto y la pintura matérica de Antoni Tàpies.

A mediados de la década de los sesenta se interesó durante un tiempo por el pop art, del que adoptó una paleta de colores planos y brillantes, así como el uso de elementos tipográficos, de collages fotográficos y de imágenes procedentes de la figuración cartelista. Por esa época, en 1966, fue uno de los miembros fundadores del grupo Orain de artistas alaveses de vanguardia.

Tras esta etapa, y ya a finales de esa década, su pintura se concretó en una figuración original, muy imaginativa y con referencias autobiográficas, con personajes de distinta morfología y escala que se mezclan en un espacio ajeno a las leyes de la perspectiva.

En 1973 dio un nuevo giro a su trayectoria y comenzó a hacer una pintura abstracta estructurada en grandes planos de color que configuran una especie de paisajes, a medio camino entre el naturalismo y la geometrización, en los que ha desaparecido toda referencia a la figura humana. Esta etapa fue breve porque a comienzos de los años ochenta regresó a la figuración, incluyendo en su obra paisajes más o menos esbozados y abstracciones a menudo derivadas de acciones pictóricas aleatorias. Incluyó también imágenes de su entorno cercano o procedentes de sus numerosos viajes.

Éste es el registro en el que Carmelo Ortiz de Elgea se ha mantenido desde entonces, centrando sus intereses pictóricos en su vocación primera por la relación entre la figura y el paisaje, en un mundo de enorme energía creativa regido por el color y por el gesto pictórico, que fluctúa entre la imaginación y los referentes propios del artista.

La muestra, comisariada por Javier Viar, director del Museo de Bellas Artes, repasa toda la trayectoria y explica su conexión con algunos de los movimientos plásticos del siglo XX a través de una selección de las piezas más destacadas de su producción.

Ave del Paraíso, 1984. Óleo sobre lienzo. 200 x 276 cm. Colección del artista.

Ave del Paraíso, 1984. Óleo sobre lienzo. 200 x 276 cm. Colección del artista.