“Lo único que esperaba es que fueras un poco más tolerante”, un poco más tolerante con su vida sexual, con su deseo inofensivo de querer a otras mujeres, con su sueño de convertirse en un catedrático que triunfa en una universidad de Viena y tratar de alcanzarlo al precio que fuera, con sus recurrentes olvidos de la fecha de cumpleaños de sus dos hijas, a las que cae mal y que le caen mal.

“Necesito tener la esperanza de algo, aunque sea mentira: dime que vas a volver, aunque sea mentira”, gritaba a diestro y siniestro una mujer apartada de su vida cuando se da cuenta de que todo lo que creía suyo se había esfumado. Sólo quedaba ese amor que no se va a ninguna parte, la figura de una pareja ficticia con la que convivía sin hacer preguntas, y un cajón de calcetines vacío.

Y así transcurre durante una hora y media aproximadamente una “comedia dramática” escrita por un incombustible genio del cine, Ingmar Bergman. Concebida como una miniserie para la televisión sueca, el producto, que constaba de seis capítulos y cinco horas de duración, atraviesa con una lanza los años de un matrimonio que va entendiendo como su relación se va deshaciendo hasta que ya no queda nada. Sólo los viajes al pasado.

Con un éxito parecido, los estadounidenses hicieron su propia versión, y la serie se redujo a 167 minutos en los teatros ingleses y norteamericanos, dónde ganó el Bafta y el Golden Globe.

Se reduce la historia, se concentra el dolor. Una versión teatral, que hoy abre y cierra telón con salas llenas y un público que aplaude entusiasmado.

“Eres la única razón por la que volvería a vivir todo de nuevo”, se queja Darín cuando ya está todo perdido. Qué viva el amor, también el que se muere.

Escenas de vida conyugal

  • Dirección: Norma Aleandro
  • Texto original: Ingmar Bergman
  • Reparto: Ricardo Darín y Andrea Pietra