Pese a ser conocida principalmente como una de las actrices más destacadas del cine francés de las décadas de los 60 y los 70, -alcanzó popularidad internacional por su participación en peliculas de Joseph Losey, Francois Truffaut, Luis Buñuel y Alain Resnais-, figurando como símbolo de una feminidad sofisticada, Seyrig se convirtió a lo largo de los años en una activista que trabajó en estrecha colaboración con el movimiento de liberación de la mujer.

Como apuntan las comisarias de la muestra, Natasa Petresin-Bachelez y Giovanna Zapperi, «en paralelo a su proceso de concienciación del sexismo que existía en la industria cinematográfica, Delphine descubrió las posibilidades que ofrecía la nueva tecnología del vídeo portátil como herramienta de acción política. Como medio entonces aún sin historia, el vídeo permitía reinventar modos de producción audiovisual no sexistas y dar visibilidad a la especificidad y complejidad de las experiencias de las mujeres». Siempre muy activa y comprometida, la posibilidad de colaborar con cineastas como Chantal Akerman, Marguerite Duras o Ulrike Ottinger le permitió explorar otros papeles femeninos y deshacer su propia imagen de diva.

A mediados de los setenta del siglo XX, junto con la vídeo-realizadora Carole Roussopoulos y la traductora Ioana Wieder, produjeron una serie de vídeos bajo el nombre colectivo de Les Insoumuses [Las Insumusas]. En sus cintas, como Sois belle et tais-toi [Calladita estás más guapa, 1976], SCUM Manifesto [Manifiesto SCUM,1976] y Maso et Miso vont en bateau [Maso y Miso van en barco, 1976], el vídeo se convirtió en una herramienta emancipadora y un agente de activismo político.

Simone de Beauvoir

En 1982, las tres mujeres fundaron el Centre Audiovisuel Simone de Beauvoir, en París, que tras un paréntesis de inactividad tras la muerte de Seyrig en 1990, volvió a abrir en 2004 y sigue funcionando a pleno rendimiento en la actualidad.

En el Centro se estableció un archivo audiovisual sin precedentes sobre algunas de las luchas que estaban teniendo lugar en la época, tanto en Francia como en otros lugares, entre ellas, la disputa por el aborto legal; contra la tortura y la guerra de Vietnam; por los derechos de las trabajadoras sexuales y las prisioneras políticas, así como la implicación en el movimiento de la antipsiquiatría.

Al pedir a Simone de Beuvoir que se prestara a ceder su nombre al Centro, sus creadoras querían subrayar la continuidad entre generaciones feministas, así como la importancia de la vigencia que las luchas previas tienen para el presente. El legado del Centre Audiovisuel se despliega a lo largo de toda la exposición.

Transnacional

Centrándose en la emergencia de los colectivos de vídeo de la década de 1970, la exposición propone reconsiderar la historia del movimiento feminista a través de un conjunto de prácticas con medios audiovisuales, atendiendo a la red de alianzas creativas que surgieron en un tiempo de gran agitación política.

Pero el compromiso político-estético de Delphine Seyring no se circunscribe al contexto francés. La muestra dedica un importante capítulo a señalar las relaciones que estas mujeres mantuvieron con el movimiento feminista en un horizonte transnacional, coincidiendo con un tiempo marcado por la descolonización y las acciones anti-imperialistas.

«Esta sección constituye el núcleo político de la exposición y permite una mirada retrospectiva a la dimensión transnacional del feminismo y al establecimiento de conexiones con la experiencia del colonialismo durante una época marcada por la descolonización», destaca Natasa Petresin.

Alianzas creativas

Tanto Seyrig como su amiga y también actriz Jane Fonda, la realizadora Babette Mangolte, la poeta y pintora Etel Adnan, la escritora y activista Kate Millett o la filósofa Simone de Beauvoir se presentan como nodos de un tejido más amplio, plural  e internacional.

Películas, vídeos, obras de arte, fotografías, documentos y materiales de archivo dialogan en secciones que muestran las preocupaciones políticas que el movimiento puso sobre el tapete en ese momento histórico, y que resuenan en problemáticas que conciernen al arte y la política de hoy, mientras las feministas continúan construyendo alianzas, se levantan contra el sexismo estructural de la industria del cine y desafían los roles de género normativos.

Las a menudo incómodas posiciones de Seyrig entre lo estético (cine, vídeo), el sistema del trabajo (profesión e industria) y el activismo están marcadas por un continuum entre la actriz y la activista que recuerda la vigencia del eslogan feminista de los 70 “lo personal es político”.

En la exposición  también hay espacio para  cuestiones que surgieron en la década de los 80, como el interés de Seyrig por la relación entre creatividad y locura y el movimiento de la antipsiquiatría, sobre todo a raíz de su encuentro con la pintora, escritora y paciente Mary Barnes. O el proyecto fílmico nunca realizado sobre las cartas supuestamente escritas por la célebre exploradora Calamity Jane a su hija, que permite hacerse una idea de las opiniones de Seyrig sobre la historia del cine y su interés por las relaciones entre mujeres de distintas generaciones. Seyrig trabajó en el guión durante esa década y se desplazó a Montana con Babette Mangolte, cuya película basada en el material que grabó en aquella ocasión, Calamity Jane and Delphine Seyrig. A Story (2019), se estrena en esta muestra.

La exposición ha sido organizada por el Museo Reina Sofía en colaboración con el LaM (Lille Métropole Musée d’art moderne, d’art contemporain et d’art brut), donde se expuso hasta el 22 de septiembre, y el Centre Audiovisuel Simone de Beauvoir.

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