Isabel Baquedano. Mesa, 1979.

Isabel Baquedano. Mesa, 1979.

De la belleza y lo sagrado reúne más de ciento cincuenta pinturas y medio centenar de dibujos –en manos, principalmente, de la familia y de coleccionistas particulares–, seleccionados por el escultor Ángel Bados, amigo de la pintora y buen conocedor de su trabajo, y por Miriam Alzuri, técnica del museo. Entre las obras seleccionadas se encuentran Mesa (1979), una pieza icónica por cuyo «silencio» a menudo se la ha comparado con los depurados bodegones de Zurbarán y Morandi.

Agrupados por series, las pinturas y los dibujos ofrecen al espectador un amplio recorrido por la larga trayectoria profesional y vital de la artista, al tiempo que ponen en evidencia las cuestiones que le interesaron y exploró a través de su arte. Como se explica en el ensayo introductorio del catálogo a cargo de Adelina Moya Valgañón, «toda su trayectoria fue un continuo cambio, una búsqueda, en función de sus motivaciones y de su elaboración mental sobre el concepto de pintura, en la que el sentimiento siempre era el punto de partida».

El catálogo editado por el Museo para la ocasión cobra especial valor, pues hasta la fecha no se ha realizado ningún estudio monográfico sobre Baquedano. Intervienen en él, junto a Ángel Bados y Miriam Alzuri, el escritor Ignacio Gómez de Liaño y la historiadora del Arte Adelina Moya.

Tras su paso por Bilbao, la exposición podrá verse en dos sedes de la ciudad de Pamplona: el Museo de Navarra y el Museo Universidad de Navarra.

Más información sobre la exposición (PDF de 3.45 MB)

El tamiz de Baquedano

Isabel Baquedano. Pareja, 1978.

Isabel Baquedano. Pareja, 1978.

Formada en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza y en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, Isabel Baquedano ganó en 1957 por oposición la plaza de profesor de Dibujo y Modelado en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona, donde, hasta 1988, desarrolló un importante magisterio insuflando aires de modernidad en sucesivas generaciones de artistas.

Su vida transcurrió entre Pamplona y Madrid, y a comienzos de la década de 1960 se dio a conocer a través de una pintura en la órbita de la figuración realista, en donde se reconoce la huella de Antonio López. Sin perder de vista el arte pop, entonces en boga, incluyó en sus obras un fuerte componente social. Después se movería hacia composiciones con un trasfondo simbólico, y los paisajes urbanos y la realidad cotidiana y autobiográfica darían paso a temas y cromatismos procedentes del mundo clásico o de la historia sagrada, reflejo de su profunda religiosidad.

Toda su trayectoria artística ha sido una continua búsqueda –sus compañeros de profesión relatan que borraba una y otra vez– de un arte verdadero, realizado con la mayor sobriedad material y conceptual. Muy interesada en la historia del arte, tuvo como referentes a pintores del quattrocento, como Piero della Francesca, pero también contemporáneos como Edward Hopper, con el que comparte el interés por plasmar la soledad cotidiana. Al mismo tiempo acusa la influencia del contexto español con movimientos como el poscubismo, el informalismo, la nueva figuración, el expresionismo, el realismo social o el arte pop.

Baquedano tamiza todo esto en un estilo personal que, a menudo, utiliza el pequeño formato para buscar nuevos caminos en cada pintura.