Siguiendo ese discurso narrativo, la muestra analiza también la relación de complicidad que el artista estableció con poetas como Lise Hirtz, Paul Éluard, Tristan Tzara, Jacques Dupin, Joan Brossa o Jacques Prévert.

Comisariada por Carlos Martín, Miró Poema cuenta con dos polos cronológicos. El primero lo marcan las décadas de 1920 y 1930, en las que realiza una pintura que se aleja cada vez más de las convenciones establecidas por la figuración. Influido por el surrealismo -André Breton llegó a afirmar que Miró era “acaso el más surrealista de todos nosotros”-  y por la práctica del dibujo, el artista, de forma parecida al modo en el que sus amigos escritores abordan la página en blanco, trabaja en obras cada vez más desnudas, despojadas de toda anécdota o narración.

Como señala el comisario, en estos años, la palabra comienza a salpicar algunas de sus obras en forma de frases, sintagmas, onomatopeyas y metáforas. Sin embargo, estos lienzos siguen siendo pinturas, todavía se resisten a dejar de serlo, tal y como el propio artista señala a través de los títulos que les otorga: Peinture Tête de fumeur (Pintura Cabeza de fumador, 1924); Peinture Femme, tige, coeur (Pintura Mujer, tallo, corazón, 1925) o Peinture TIC TIC (Pintura TIC TIC, 1927).

Palabra e imagen

En un constante juego de intercambio entre la palabra y la imagen, entre el signo lingüístico y el trazo pictórico, el segundo de esos polos cronológicos se relaciona con los años finales de la década de 1960, en los que el artista avanza en su trayectoria sin olvidar lo ya realizado. Ahora, aquellas obras que partían de la poesía pero que todavía conservaban en su título “pintura” se convierten literalmente en poemas, tal y como señalan los títulos de un grupo de lienzos en los que trabaja por esas fechas que, bajo el epígrafe De la poesía al poema, completan la sección final de la exposición.

Sobre esta segunda parte de la muestra, Carlos Martín insiste en que la relación entre la creación plástica y la poesía “es el nexo clave para comprender el proteico trabajo de un artista que recorre el siglo, un creador que trata paradójicamente de escapar de su destino autoimpuesto de pintor a través de las palabras, las letras, las cifras y los sonidos”.

Iluminador de libros

Como se ha apuntado, Miró, empedernido lector que llegó a autodefinirse como “devorador de libros”, trabajaba con distintos escritores y poetas ilustrando sus libros. Utilizaba distintas técnicas de estampación que aprendía concienzudamente.  No se queda en la mera ilustración, sino que va más allá y trata de ofrecer un significado más amplio del texto, “iluminándolo”.

En ese sentido, la exposición presenta algunos proyectos en los que tanto texto como ilustración surgen de sus propias manos, libros de artista en los que el Miró iluminador y el poeta se encuentran. Ejemplo de esto son Le lézard aux plumes d’or (El lagarto de las plumas de oro, 1971), Ubu aux Baléares (Ubú en las Baleares, 1971) o L’enfance d’Ubu (La infancia de Ubú, 1975), además de un cuaderno inédito concebido como proyecto para un libro de artista, entre la poesía y la plástica, realizado entre 1936 y 1939.

Miró Poema ha sido organizada por Fundación MAPFRE con la colaboración de la Fundació Joan Miró de Barcelona.

Recorrido diferente

Con motivo de la exposición los visitantes tienen la oportunidad de seguir  un recorrido audioguiado diferente. Fundación MAPFRE encargó a 10 poetas en lengua española y catalana la creación de poemas inspirados en las obras presentes en la exposición. De ese modo se actualiza en Miró el vínculo entre poesía y pintura. Los usuarios de la audioguía podrán escuchar, en la voz de sus creadores, poemas de Luisa Castro, Alberto Chessa, Antonio Colinas, Miquel de Palol, Olvido García Valdés, Darío Jaramillo, Sandra Lorenzano, Juan Carlos Mestre, Julia Piera y Cristina Peri Rossi.