La exposición hace visible una temática muy estudiada pero difícil de visualizar por las pocas trazas que ha dejado. Acerca a los viajes reales e imaginarios medievales y reúne un centenar de objetos, procedentes de una docena de museos europeos, algunos de los cuales acompañaron a viajeros que se movían por el mundo con distintas motivaciones: el comerciante, el peregrino, el noble o el artista son algunos de los perfiles de viajeros que quedan aquí reflejados.

Viajar en la Edad Media acerca pedagógicamente y emocionalmente al viaje en aquellos tiempos y lo hace con una serie de testimonios materiales y gráficos que ayudan a reconstruir y comprender cómo ha cambiado el concepto mismo de viaje. Unos zapatos del tipo “pata de oso”, un astrolabio para medir la altura del sol, sillas de montar de lujo para exhibir estatus social o las conchas e insignias de peregrino complementan una selección de obras de arte que ilustran cómo era un desplazamiento en este periodo.

Compartiment del retaule major del convent de Santa Clara de Vic: sant Domènec salva uns nàufrags. Lluís Borrassà.

Compartiment del retaule major del convent de Santa Clara de Vic: sant Domènec salva uns nàufrags. Lluís Borrassà.

Esta producción del MEV, en la que también han participado el Musée de Cluny-Mu-sée National du Moyen Âge (Francia), el Museo Nazionale del Bargello de Florencia (Italia) y el Museum Schnütgen de Colonia (Alemania), muestra como, con medios materiales mucho más limitados que hoy, la sociedad medieval no era tan sedentaria como nos puede parecer actualmente.

A pesar de que la movilidad quedaba reducida al transporte terrestre (a pie, a caballo o en carro) y marítimo, circunstancias muy diferentes llevaban a viajar. Debía desplazarse desde una novia que iba a vivir a otro lugar hasta un peregrino que recorría grandes distancias en búsqueda de beneficios espirituales. La limitación de recursos hacía que viajar requiriera, sobre todo, tiempo y que el desplazamiento fuera mucho más selectivo que hoy en día.

La exposición cuenta, además, con un ambicioso catálogo que, además de presentar los contenidos y piezas de la muestra, incorpora artículos de 12 historiadores y medievalistas internacionales que abordan en profundidad cuestiones relacionadas con el viaje.

El Museu Episcopal de Vic, inaugurado en 1891, conserva una magnífica colección de arte medieval con obras maestras de pintura y escultura del románico y del gótico. Las colecciones de orfebrería, tejido, forja, vidrio y cerámica ofrecen un completo recorrido por la historia del arte litúrgico y de las artes decorativas en Cataluña. Este fondo de valor excepcional, integrado por más de 29.000 piezas, se exhibe en un edificio situado junto a la Catedral de Vic, que fue inaugurado en 2002.

Viajes reales

En la exposición se pueden ver objetos que son pruebas de viajes reales realizados por viajeros conocidos de la época. El Abad Oliba hizo viajes a Roma en el siglo XI que se visualizan en la Lipsanoteca de Tost, que se expone. También podemos saber de los viajeros Gautier y Alamanne, un matrimonio francés del siglo XIII que se trasladó a Palestina. De hecho en la exposición se puede ver su lápida procedente de Acre (Israel). Otros viajeros presentes en la exposición son Abraham de Acde y Creixent de Grasse: un documento ilustra cómo y por qué estos judíos provenzales del siglo XIV viajaron hasta Alejandría.